Hechos de los apóstoles

¿Qué tiene de especial el libro de Hechos? ¿De qué temas habla y cuál es su importancia para los cristianos de hoy?

De los 27 libros que conforman lo que hoy conocemos como el Nuevo Testamento, el que se llama los Hechos de los Apóstoles es único en cuanto a la información que contiene. El título tal vez pueda desorientarnos un poco, porque menciona escasamente a los 11 apóstoles, y el libro se concentra casi que exclusivamente en los primeros años de la obra de Pedro (capítulos 1-12) y en el corto pero muy influyente ministerio de Pablo (capítulos 13-28). Hace un recuento del período que abarca desde el año 31 d.C., hasta el año 68 d.C., aproximadamente.

¿Por qué tendría que importarnos un período tan corto de tiempo—tan sólo 37 años—menos del 2% de casi 2000 años de historia del cristianismo?

Cuando entendemos los grandes temas de los Hechos de los Apóstoles, los sucesos que aparentemente no están conectados, adquieren un nuevo significado.

Los tres grandes temas

Los eruditos pueden encontrar muchos temas en el libro de Hechos; pero para nuestro objetivo, sería útil que nos concentremos en tres. Dos de estos fueron especialmente importantes para los primeros cristianos, y el tercero es vital para los seguidores de Cristo en la actualidad.

Si tenemos estos temas en mente esto puede ayudarnos a incorporar los eventos de este libro a nuestra vida. Al fin y al cabo, el mismo apóstol Pablo nos dijo que toda la Escritura, incluyendo los Hechos de los Apóstoles, “es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).

Tema 1: Jesucristo guía activamente a su Iglesia

Todos los cuatro relatos de los evangelios terminan con la historia de la ejecución de Jesús y su resurrección de entre los muertos. Este fue (y sigue siendo) un suceso sin precedentes, y es lógico que para muchas personas esto sea difícil de creer. Lucas, quien también es el autor de los Hechos de los Apóstoles, sabía que este suceso había que documentarlo antes de que cualquier persona pudiera creer el mensaje del evangelio.

En los primeros nueve versículos de Hechos, brevemente se cubre el período de 40 días después de la resurrección de Jesús y su interacción con los discípulos. Lucas deja claro que Jesús estaba vivo sin lugar a dudas y que estaba instruyendo a aquellos que iban a dirigir la Iglesia del Nuevo Testamento. Él muestra que el mensaje de Jesús a los discípulos estaba enfocado en el Reino de Dios (Hechos 1:3).

Al final del período de 40 días, Jesús confirmó la promesa que Él había hecho acerca de la venida del Espíritu Santo. Les dijo que debían esperar en Jerusalén hasta que recibieran esta promesa tan especial de Dios. De este momento en adelante, ellos serían testigos de Jesucristo ante todo el mundo.

Pero, ¿testigos de qué? Jesús no necesitaba ningún testigo de su vida física durante más de tres décadas en la provincia romana de Judea y de que había muerto como si Él fuera un criminal común y corriente a manos de los romanos que estaban gobernando. El testimonio era necesario para confirmar que Él había conquistado la muerte y ahora vivía.

Después de los sorprendentes sucesos en el día de Pentecostés al comienzo de Hechos 2, Pedro dio un poderoso sermón probando que Jesús realmente había sido resucitado a la vida y que la resurrección misma era una prueba acerca de lo que Él había afirmado al decir que Él era el Mesías prometido.

Edificando la Iglesia

Pero Jesús había prometido algo más que “simplemente” resucitar de la muerte. Él había prometido que después de resucitar estaría activamente involucrado en la obra de su Iglesia. Él no dijo que iba a crear súbitamente una Iglesia; Él dijo que edificaría su Iglesia (Mateo 16:18). Por un tiempo, estaría comprometido a trabajar con sus seguidores.

En la última Pascua con sus discípulos, Él les prometió que por medio de su Espíritu Santo, nunca los abandonaría sino que vendría a morar en sus discípulos revelándoles su voluntad, incrementándoles su entendimiento de la verdad de Dios, fortaleciéndolos en las pruebas.

Prueba de que Jesús no había abandonado a la Iglesia

A medida que avanzan los Hechos de los Apóstoles, Lucas registra una serie de sucesos, muchos de los cuales son claramente milagrosos y más allá de la capacidad de cualquier ser humano para hacerlos, para probarles a los cristianos primitivos que Jesús no los había abandonado a ellos. Él estaba activamente involucrado en la guía de la Iglesia. Repetidamente, en situaciones difíciles, buscaban su guía y su intervención, y Él los guiaba de una forma que jamás se imaginaban.

Hubo ocasiones en que parecía que Él los había abandonado, pero pronto se hacía evidente que Él los estaba guiando de una forma tal que ellos no hubieran podido hacerlo así si hubieran estado solos.

Por ejemplo, uno de los primeros líderes, Esteban, fue muerto por las autoridades religiosas (Hechos 7), y comenzó una gran persecución contra los discípulos en Jerusalén (Hechos 8). Muchos creyentes fueron forzados a huir a otras áreas de Judea y Samaria, y finalmente se fueron lejos a Fenicia, Chipre y Antioquía (Hechos 11:19). Indudablemente ellos se preguntaban por qué Dios estaba permitiendo estos eventos, pero las circunstancias mostraron pronto que Dios las estaba utilizando como una forma de dispersarlos para comenzar a proclamar el mensaje del evangelio.

La iglesia primitiva no veía a Jesús tan sólo como su fundador; lo veía como la cabeza viviente de la Iglesia, guiando activamente sus decisiones y bendiciendo sus esfuerzos. Cuando surgían los retos, ellos oraban pidiendo su ayuda y el libro de Hechos nos muestra que ellos estaban genuinamente convencidos de que Él les respondía sus peticiones.

¿Ha abandonado Jesús a su Iglesia en algún momento después de esto? Si no es así, ¿no deberían los cristianos en la actualidad buscarlo a Él como la cabeza viviente de la Iglesia?

Tema 2: ¿Quiénes son el pueblo escogido de Dios?

Antes de que la antigua Israel entrara a la tierra prometida, Dios inspiró a Moisés para que les aclarara que ellos eran especialmente escogidos por Dios para sus propios fines—que ellos fueran apartados de las otras naciones (Deuteronomio 7:6; 14:2).

La triste historia de Israel fue que ellos fallaron en este llamamiento especial, y escogieron seguir sus propios caminos en lugar de obedecer a Dios. Israel, el nombre con que llegaron a ser conocidas las 10 tribus del norte después de la época del rey Salomón, fueron llevadas cautivas por los ejércitos asirios en el siglo octavo a.C., y nunca regresaron. La nación de Judá, compuesta principalmente por los descendientes de Judá y Benjamín, fue conocida como “los judíos”, y fueron llevados cautivos por lo babilonios en el siglo sexto a.C. Los descendientes de ellos fueron los judíos de la época de Jesús.

División entre los judíos y los gentiles

Aunque las Escrituras del Antiguo Testamento contienen varios pasajes que muestran que Dios iba a incluir a los gentiles en su plan, los judíos del primer siglo y especialmente sus líderes religiosos, creían que ellos eran escogidos por Dios para ser receptores de sus bendiciones y que los gentiles nunca serían bendecidos de la misma forma.

En Palestina y las áreas alrededor del medio oriente en donde había comunidades judías establecidas, había una enorme animadversión entre los judíos y gentiles. Los judíos y gentiles por igual tenían leyes discriminatorias que prohibían el contacto en muchas situaciones, con excepción de los negocios.

Muchos judíos creían que Dios había escogido a sus antecesores—y a ellos—porque eran superiores a los gentiles. Los judíos de Palestina trataban de evitar cualquier cosa que los pudiera hacer entrar en contacto con las culturas predominantes griega y romana, rehusando incluso comer con los gentiles.

Los gentiles respondieron ordenando muchas restricciones sobre los judíos, y algunas veces llegaban tan lejos que expulsaban a los judíos de ciertas áreas—como Roma, por un período de tiempo (Hechos 18:2).

Dios llama a los gentiles a su Iglesia

Aunque Jesús nació en una familia judía, recibió educación judía, enseñó en las sinagogas y fue conocido por algunos como si fuera un rabino, su intención era que su Iglesia estuviera compuesta tanto por judíos como por gentiles.

Uno de los temas centrales de los Hechos de los Apóstoles es cómo Dios, por medio de la morada del Espíritu Santo, cambió sus elegidos para que pudieran entender que todas las personas podían ser parte del pueblo de Dios. Aquellos que fueron llamados por Jesucristo, tanto judíos como gentiles, tenían que cambiar completamente la idea que tenían acerca del otro.

La Iglesia que comenzó en Pentecostés en Hechos 2, era una Iglesia enteramente judía, pero la Iglesia que era fuerte y estable al final del libro de Hechos, estaba compuesta por judíos y gentiles por igual, y los gentiles estaban desempeñando responsabilidades importantes.

En un mundo como el nuestro, en donde las diferencias raciales y étnicas explotan con frecuencia en una violencia sin sentido, la historia de cómo Dios utilizó su Espíritu Santo para transformar los corazones de judíos y gentiles por igual, de tal forma que pudieran unificarse y amarse en su Iglesia, es un ejemplo inspirador y digno de considerar.

Tema 3: El ejemplo del cristianismo del primer siglo

El libro de los Hechos es una de las mejores fuentes históricas disponibles para entender exactamente que era lo que los primitivos cristianos creían y practicaban. ¿Por qué es tan importante?

A medida que la sociedad continúa cambiando, aquellos que son llamados a ser cristianos deben ser capaces de enfrentar estos cambios en la sociedad de la manera correcta. El hecho de que haya cientos de diferentes sistemas de creencias, todos afirmando que son cristianos, prueba que esto no siempre es fácil.

Algunos que profesan ser cristianos creen que la Biblia nos da ciertos principios básicos que se aplican a través del tiempo—amar al prójimo, tratar a los demás de la forma en que queremos ser tratados, etc.—y que esto es lo que debe preocuparnos realmente. Los requisitos específicos de como amar a Dios y al prójimo pueden cambiar a medida que la sociedad cambia.

Otros que profesan ser cristianos creen que si bien los cristianos deben ser capaces de enfrentar los nuevos desafíos, las verdades y la forma de vida que Jesucristo y sus discípulos enseñaron, son aplicables en cualquier época y nos enseñan cómo amar tanto a Dios como a nuestro prójimo en la actualidad.

¿Qué hicieron los primeros cristianos?

Analicemos un par de ejemplos. Si nosotros aceptamos la idea de que a Dios realmente no le importa cómo le sirvamos a Él, si de vez en cuando apartamos un momento para adorarlo, entonces realmente no importa cual día guardemos para adorar y compartir.

Sin embargo, si Dios es aquel que determina cuándo y cómo deben venir sus hijos delante de Él, entonces las prácticas de aquellos primeros cristianos se vuelven mucho más importantes. El registro escritural evidente del libro de Hechos nos muestra que los cristianos del primer siglo guardaban el sábado y esto es algo muy importante para ayudarnos a entender lo que Dios espera de nosotros en la actualidad.

El segundo ejemplo está relacionado con la moralidad sexual. Cualquier adulto maduro reconoce que la perspectiva de la sociedad en cuanto a la moralidad sexual ha cambiado dramáticamente en unas cuantas décadas. Al analizar los avances en el control de la natalidad y en la prevención y tratamiento de enfermedades, muchos han aceptado la idea de que ya no existe una razón válida para tener restricciones en el campo sexual en la actualidad. Las encuestas han mostrado que los que dicen ser cristianos tienen la misma moralidad sexual que los que no lo son.

Pero la sociedad en que vivieron los primeros cristianos también era sexualmente inmoral. La forma en que los primeros cristianos entendieron las enseñanzas de Jesús y los apóstoles y se mantuvieron fieles a la moralidad sexual enseñada a lo largo de toda la Biblia, nos muestra a nosotros cómo debemos enfrentar los retos similares que hoy tenemos que afrontar.

Un cuidadoso estudio de Hechos de los apóstoles nos revela que el cristianismo enseñado por Jesús, practicado por sus primeros seguidores, no tiene nada que ver con un sistema sin sentido de rituales y obediencia ciega sin ningún entendimiento del por qué. Era algo vital y vivo, totalmente capaz de aplicar los principios siempre vigentes de Dios en un mundo cambiante.

El lente de la Escritura

La Palabra de Dios nos provee a cada uno de nosotros con “lentes” espirituales con los que podemos ver los retos y preguntas de la vida. De la misma forma que ocurre con los lentes físicos, los lentes espirituales de la Escritura nos permiten ver claramente lo que no podríamos ver tan claramente por nuestros propios medios. A medida que lea el libro de Hechos, trate de utilizar estos tres temas espirituales que hemos mencionado, como unos lentes que le sirvan para abrir el entendimiento de este fascinante libro que Dios ha preservado para nuestro beneficio.

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