El arrepentimiento de obras muertas

Una de las doctrinas fundamentales descritas en el Nuevo Testamento es el “arrepentimiento de obras muertas”. Pero, ¿qué es una “obra muerta”? ¿Acaso es necesario que nos arrepintamos de ellas aun en la actualidad?

En Hebreos 6:1-2 encontramos seis de las doctrinas fundamentales del Nuevo Testamento. La primera de ella es el “arrepentimiento de obras muertas”. Estas doctrinas fueron redactadas para que los creyentes judíos aprendieran a ponerlas en práctica y fueran “adelante a la perfección”.

Pero, si queremos entender la primera de estas doctrinas, antes debemos estudiar el contexto del libro de Hebreos. Necesitamos comprender por qué fue escrito este libro.

Un libro dirigido a judíos

El tema principal del libro de Hebreos es la superioridad de Dios. Al escribirlo, el autor intentaba explicar y convencer a una audiencia judía de que el Nuevo Pacto era muy superior al Antiguo. Los judíos en general pensaban que la única manera de ser agradable a los ojos de Dios era obedecer su ley estrictamente; creían que su sistema de expiación y su rigurosa obediencia a la ley podrían hacerlos merecedores del perdón de pecados y la justificación ante Dios.

Y abandonar esta creencia errada era muy difícil aun para los judíos convertidos. Necesitaban que alguien les recordara el hecho de que no basta con guardar la ley para ser justificado por Dios. Es por esto que el autor hace énfasis en que solo la fe en el sacrificio de Jesucristo puede hacer posible el perdón de pecados. Si bien es cierto que guardar la ley de Dios es fundamental, el solo hecho de hacerlo no puede otorgarnos perdón ni salvación; un cristiano jamás podrá ser justificado por sus obras, sean tan buenas como sean.

Más adelante en el libro de Hebreos, el autor recuerda a los judíos cristianos que, si bien los rituales del tiempo habían cumplido un propósito en su momento, solo “la sangre de Cristo… limpiará vuestras conciencias de obras muertas” (Hebreos 9:14). Sacrificar un animal nunca perdonará pecados ni limpiará la conciencia de una persona.

Un libro dirigido a nosotros también

Pero la enseñanza del libro de Hebreos no es sólo para los judíos creyentes de la época; todos tenemos “obras muertas” que necesitan ser perdonadas. Antes de llegar a la conversión, nuestra vida está llena de obras muertas, y estas pueden afectarnos aun cuando estemos convertidos.

En otras palabras, el arrepentimiento de obras muertas se aplica a todo ser humano. Como leemos en 2 Timoteo 3:16-17, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Pero para comprender mejor esta enseñanza fundamental, también debemos saber qué es el arrepentimiento exactamente.

¿Qué es el arrepentimiento?

El arrepentimiento es un cambio de actitud, mente y comportamiento. Es un acercamiento a Dios para pedir su perdón por nuestros pecados y su ayuda para cambiar el curso de nuestra vida. Cuando alguien se arrepiente, es porque se ha dado cuenta de sus pecados personales y ha comprendido que Cristo murió para que estos fuesen perdonados. Y, como consecuencia, decide pedir el perdón de Dios y ser bautizado en agua.

Si usted desea comprender este tema con más profundidad, le invitamos a leer dos de nuestros artículos también disponibles en esta sección, “¿Qué es el arrepentimiento?” y “Cómo arrepentirse”.

Esto nos lleva al tema de las “obras”. Esta palabra es utilizada varias veces a lo largo del Nuevo Testamento. La Biblia habla de dos tipos de obras: aquellas que son agradables para Dios y aquellas que son pecaminosas e inaceptables para Él.

Buenas obras

La palabra “obra” u “obras” provienen del griego ergon, que según el Diccionario expositivo exhaustivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento de Vine, significa “acción, acto”, dentro del contexto creyente (pp. 683-684). Entonces, una buena obra es una acción aceptable para Dios. Las obras de este tipo son el fruto de vivir en fe y según los Diez Mandamientos.

Según el libro de Santiago, hacer buenas obras—acciones que agradan a Dios—es obedecer sus leyes, que están contenidas en su palabra (Santiago 1:21-27; 2:8-26). Santiago específicamente define “obras” como hechos o actos, y además nos aconseja ser “hacedores de la obra” (Santiago 1:25). El autor claramente explica que hacer buenas obras significa vivir según los Diez Mandamientos y otros principios inspirados por Dios que encontramos a lo largo de la Biblia.

Jesucristo mismo enseñó a sus discípulos que debían ser ejemplo para el mundo, haciendo brillar su luz ante todos los hombres (Mateo 5:16). Y el ejemplo que debían dar eran sus “buenas obras”, es decir, su obediencia a la ley de Dios.

Además, el apóstol Pablo define el concepto de buenas obras como “el fruto del Espíritu”—aquellos pensamientos y acciones que son contrarias a las “obras de la carne”. Las buenas obras son producto del trabajo del Espíritu Santo en nosotros, que se manifiesta como “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23).

Obras impías

Por otro lado, las obras impías son aquellas que Dios desaprueba; son acciones que quebrantan su ley de una u otra forma. El apóstol Pablo describe este tipo de obras como las “obras de la carne”, que son: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19-21). Estas malas acciones son producto de la mente carnal y son impulsadas por la naturaleza humana.

La palabra “obras” también es usada por Pablo para corregir a quienes creían que su buena conducta podía justificarlos ante Dios. El apóstol explicó que las leyes rituales—al igual que cualquier otro tipo de ley—no pueden justificarnos, y describe este tipo de acciones como “las obras de la ley”. Además, nos revela que la única manera de ser justificados (recibir el perdón de pecados para ser agradables a Dios) es a través de la fe en el sacrificio de Cristo, pues sólo la sangre de Jesús puede limpiarnos del pecado—la sola obediencia a la ley no puede hacerlo.

Obras muertas

Ahora que comprendemos qué es una “obra” según el Nuevo Testamento, podemos analizar el concepto de “obras muertas”. Según el Comentario de La Santa Biblia de Clarke, las obras muertas son “aquellas obras que merecen la muerte—la obras de quienes estaban muertos en transgresión y pecado, y muertos según la sentencia de la ley, pues sus obras habían quebrantado la ley” (énfasis añadido).

Y este comentario está en consonancia con lo que Pablo escribe en Romanos 6:23, “la paga del pecado es muerte”. En 1 Juan 3:4, encontramos la siguiente definición de pecado: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”. En otras palabras, pecar es quebrantar los Diez Mandamientos de Dios, y es un acto que merece la pena de muerte eterna si no nos arrepentimos de haberlo hecho.

En otras versiones de la Biblia, la frase “arrepentimiento de obras muertas” es traducida como “arrepentimiento de las obras que conducen a la muerte” (Nueva Versión Internacional) o arrepentimiento de “acciones que nos llevan a la muerte” (Reina Valera Contemporánea).

El arrepentimiento de obras muertas sigue vigente

Todo ser humano, exceptuando a Jesucristo, ha pecado alguna vez; como escribe Pablo, “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

El apóstol Juan nos advierte que “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:8-10).

Esto quiere decir que, a causa del pecado, todos tenemos “obras muertas” de las cuales debemos arrepentirnos para poder recibir el perdón de Dios. Estas obras muertas (acciones fútiles y vanas) definían nuestra vida antes de nuestra conversión. Y, una vez convertidos, debemos perseverar en arrepentirnos y vencer cualquier obra que nos conduzca a la muerte.

Si usted desea más información sobre este tema, le invitamos a visitar nuestra sección acerca de “La conversión cristiana”.

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