“El Padre nuestro”

Mucho memorizan y recitan rutinariamente lo que se conoce como “el Padre nuestro”. ¿Es esto lo que quería Jesucristo de nosotros y sus discípulos?

Aunque los discípulos de Cristo ya estaban familiarizados con el concepto de la oración, en Lucas 11:1, le pidieron que les enseñara a orar.

“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”.

Y esta actitud es sin duda admirable; claramente, los discípulos de Jesús sabían que debían orar y querían hacerlo lo mejor posible.

Nuestro deber cristiano

Como sabemos, Jesucristo oraba con regularidad y espera que nosotros hagamos lo mismo.

En el Sermón del Monte nos dice: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

“Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:5-8).

Cristo dio un ejemplo

En los versículos siguientes, Jesús continúa diciendo: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mateo 6:9-.13)

Pero, como vemos, es ningún momento dijo: “Repitan estas palabras una y otra vez”. De hecho, ¡nos ordena específicamente no hacerlo! Leámoslo otra vez: “orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7).

En realidad, el libro de Mateo nos da un modelo o guía de cómo debemos orar a Dios. Teniendo esto en cuenta, analicemos este ejemplo frase a frase.

Padre nuestro que estás en los cielos

La Biblia menciona muchas ocasiones en las que Cristo oró. Sin embargo, son pocas las Escrituras que registran las palabras que utilizó al hacerlo.

Sin duda, Sus oraciones son un ejemplo para nosotros. Notemos cómo las comienza:

  • Mateo 11:25: “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños”.

  • Juan 11:41:“Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído”.

  • Juan 12:27-28: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez”.

  • Juan 17:1-2: “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste”.

  • Mateo 26:39:“Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”.

  • Lucas 23:34: “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes”.

  • Lucas 23:46: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”.

Como vemos, Cristo siempre iniciaba sus oraciones dirigiéndose a su “Padre que estás en los cielos”. Al comenzar las nuestras de la misma manera, estamos recordando la profunda relación que Dios desea tener con nosotros—los que son llamados por Dios y responden a su llamamiento pueden literalmente llegar a ser sus hijos.

Santificado sea Tu nombre

“Santificar” el nombre de Dios significa honrarlo, considerarlo sagrado, de altísima estima y digno de un profundo respeto. Muchos de los Salmos nos dan otros ejemplos de cómo alabar y honrar a nuestro maravilloso Dios.

Venga Tu reino

Dios ha prometido que su Reino será establecido en la tierra muy pronto, para luego extenderse sin límite.

Y claramente, viendo cómo el mundo entero se ha llenado de males—enfermedades devastadoras, alteraciones del clima , guerras e inestabilidad política—resulta obvio que solo el reino de Dios podría traer esa paz y seguridad verdaderas que tanto anhelamos.

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra

En Mateo 7:21, Jesús nos dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.

Por lo tanto, no sólo debemos estudiar la Palabra de Dios para conocer su voluntad, sino que además debemos luchar para que nuestros deseos estén en armonía con los suyos. Y podemos pedirle a Dios que nos ayude a lograrlo en nuestras oraciones diarias.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy

Esta parte de la oración puede significar dos cosas. Primero, nos recuerda que debemos pedir y agradecer a Dios diariamente por los alimentos y todas sus bendiciones físicas. Y en segundo lugar, es una manera de pedir a Dios que nos ayude a deleitarnos en su palabra cada día. Nuestro Creador intenta decirnos que la Biblia nos ayudará a conocerlos mejor y que su alimento espiritual es fundamental para nosotros.

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores

¿Cuáles son nuestras deudas? Como leemos en Romanos 3:23, todos hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios. De hecho, todos pecamos diariamente, y es por eso que debemos buscar el perdón de Dios cada día.

Pero, si no perdonamos y olvidamos los pecados que otros han cometido en contra nuestra, no hay manera de que seamos perdonados. Como dijo Cristo, “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15).

Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal

En la versión New King James de la Biblia, la última parte de ese enunciado se traduce como “deliver us from the evil one” (énfasis añadido), que en español significa “líbranos del malvado”. Esta es una clara referencia a Satanás el diablo, el acusador de los hermanos (Apocalipsis 12:10). Satanás es un ser muy astuto e ingenioso que odia a quienes aman a Dios y nunca dejará de tentarnos para hacernos pecar y lograr separarnos de nuestro Padre celestial.

Pero, si pedimos ayuda a nuestro Dios Todopoderoso y nos acercamos a Él, Él puede librarnos de este mal (Santiago 4:7-8).

Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos

Luego de su resurrección, Jesús estuvo con sus discípulos por otros 40 días. Fue entonces cuando le preguntaron si restauraría el Reino de Dios en ese tiempo (Hechos 1:6).

Una de las cosas que Jesucristo hará cuando regrese a la tierra es establecer el Reino de Dios, y todos los reinos del mundo se acabarán (1 Corintios 15:24). ¡Qué evento tan impresionante!

Amén

Tanto los Evangelios, como la mayoría de las epístolas (exceptuando Santiago y 3 Juan) y el libro de Apocalipsis terminan con la palabra “Amén”.

Además, en Apocalipsis 3: 14, esta palabra se utiliza para nombrar a Jesucristo: “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios”. Entonces, decir “Amen” también es una manera de ratificar la veracidad de lo que hemos dicho antes.

En Mateo 6, Cristo nos enseña a comenzar nuestras oraciones dirigiéndonos a nuestro Padre celestial y terminarlas diciendo “Amén”. Además, tenemos el increíble privilegio de agregar “en el nombre de Jesucristo” antes de finalizar (Juan 14:13-14).

¡Use sus propias palabras!

Las explicaciones anteriores del modelo de oración que Cristo dejó a sus discípulos no son un guión que debemos recitar diariamente al orar.

Sólo a medida que oramos con nuestras propias palabras, evitando las vanas (ineficaces, insustanciales y fútiles) repeticiones de las cuales Cristo nos habló, podremos comenzar a acercarnos más a nuestro Padre celestial y a nuestro Salvador Jesucristo.

¿Es “el Padre nuestro” un nombre apropiado para este modelo de oración?

Como es sabido, muchas personas conocen el modelo de oración de Mateo 6:9-13 y Lucas 11:2-4 con el nombre de “el Padre nuestro”. Y este nombre ha adquirido una connotación equivocada, pues, por alguna razón, la gente piensa que deben repetir estas palabras una y otra vez cada vez que quieren dirigirse a Dios.

Sin embargo, la Biblia contiene otras oraciones de Jesucristo que claramente demuestran lo contrario.

Aunque el modelo de oración que encontramos en Mateo y Lucas es sin duda memorable (y memorizable), en realidad, es solamente eso: un modelo. Y hay otras Escrituras donde encontramos las palabras que Cristo sí usó en algunas de sus oraciones. Una de ellas es el capítulo 17 del Evangelio de Juan, donde encontramos la oración mas larga de Cristo que se registró en la Biblia—un hermoso recuento de las palabras que utilizó al orar durante la última Pascua que pasó con sus discípulos. Sin duda, Juan 17 es un maravilloso ejemplo de cómo Jesucristo oraba realmente.

Si desea más detalles acerca de la oración, no dude en leer nuestros artículos “¿Cómo debemos orar?” y “Hablando con Dios”.

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