La gloria de Dios y nuestra herencia

Dios tiene muchos atributos. Es omnipotente, omnipresente, eterno, incorruptible e inmortal. También es glorioso. ¿Qué revela la Biblia acerca de la gloria de Dios?

El profeta Ezequiel nos da una descripción impresionante de la gloria de Dios:

“Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria del Eterno. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba” (Ezequiel 1:26-28).

Pero esta visión impresionante era sólo una aparición de la gloria de Dios y no de su gloria actual, porque nadie puede ver a Dios cara a cara en su plenitud de gloria y vivir.

¿Qué significa gloria?

La palabra gloria, con relación a Dios, tiene dos aspectos. Primero, la palabra hebrea transliterada como kabowd o kaw-bode' (traducida principalmente como “gloria” en el Antiguo Testamento) puede referirse a alabanza y honor y a veces incluso abundancia y riqueza (Génesis 45:13; Ezequiel 20:6). En segundo lugar, también puede referirse al brillante esplendor de la apariencia de Dios.

La palabra griega doxa, que en el Nuevo Testamento se traduce principalmente como “gloria”, también tiene estos dos aspectos.

Doxa se traduce como “gloria” en Juan 5:41 y 44. Puede referirse a la gloria o alabanza a Dios (Juan 17:4; Apocalipsis 4:9). Para más información acerca de este importante aspecto de la gloria de Dios —la alabanza para Dios— por favor lea nuestro artículo “Alabar a Dios”. Doxa también se usa para referirse a la abundancia material de los reyes de la tierra en Apocalipsis 21:24.

Pero doxa también puede referirse al brillante esplendor de la apariencia de Dios. El autor de Hebreos dice que Jesús es “el resplandor de su gloria” (Hebreos 1:3). Jesús, que ahora está a la diestra de Dios, posee la gloria que tuvo con el Altísimo cuando era el Verbo (Juan 1:1-2, 14; 17:5).

En Apocalipsis 15:8 leemos uno de los efectos de la gloria de Dios: “Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles”.

También leemos en Apocalipsis 21:23: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”.

Por lo tanto, un atributo importante de la esencia de Dios es que Él es glorioso y resplandece con brillante esplendor.

Más descripciones de la gloria de Dios

Después de que Dios liberó a Israel de su esclavitud en Egipto, Moisés los llevó al monte Sinaí. Después de que Dios les dio sus Diez Mandamientos, le dijo a Moisés que subiera a la montaña para recibir las tablas (Éxodo 24:12). El relato continúa en los versículos 16-17:

“Y la gloria del Eterno reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. Y la apariencia de la gloria del Eterno era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel”.

El pueblo de Israel vio la gloria de Dios como un fuego devorador en la cima de la montaña. Pero ésta no era la gloria completa de Dios.

Más adelante en el relato, Moisés pidió ver la gloria de Dios (Éxodo 33:18). Dios respondió en los versículos 20-22: “ Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún el Eterno: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado”.

El que estaba hablando con Moisés fue el Verbo que se convirtió en Jesucristo (Juan 1:1, 14, 18; 8:58; Éxodo 3:14; 1 Corintios 10:4; Colosenses 1:15-17).

A los apóstoles Pedro, Santiago y Juan se les dio la oportunidad de tener una visión de Jesús en su estado glorificado cuando fue transfigurado ante ellos en un monte alto. Mateo 17:2 nos dice: “y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”. Esto es similar a la descripción dada en Apocalipsis 1:16 del Jesús glorificado, cuyo “rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza”.

Además de enseñarnos acerca de un atributo de Dios y ayudarnos a alabarlo y reverenciarlo, ¡conocer acerca de la gloria de Dios realmente nos ayuda a entender nuestro propio futuro!Hay muchas otras escrituras que se refieren al resplandor de la gloria de Dios. Pero, ¿qué significa esto para nosotros? Además de enseñarnos acerca de un atributo de Dios y ayudarnos a alabarlo y reverenciarlo, ¡conocer acerca de la gloria de Dios realmente nos ayuda a entender nuestro propio futuro!

Vamos a heredar la gloria de Jesucristo

Dios creó a la humanidad para darle la oportunidad de convertirse en los hijos e hijas de Dios (2 Corintios 6:17-18). Si vamos a ser miembros de la propia familia de Dios, uno de los atributos que recibiremos es la misma gloria de Dios.

Pablo dice que: “y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria” (1 Tesalonicenses 2:12). ¿Qué significa ser llamado a la gloria de Dios?

Más adelante, en 2 Tesalonicenses 2:14, Pablo escribe “a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Jesucristo ahora tiene la gloria de Dios. Él es el “resplandor de su gloria” (Hebreos 1:3). Debemos obtener la misma gloria (2 Tesalonicenses 2:14) como hijos o hijas de Dios.

Pablo enfatiza esto en Romanos 8:16-18: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (énfasis añadido).

El apóstol Juan explica con más detalle en 1 Juan 3:1-2: “¡Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios!; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él! Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (énfasis añadido).

Si somos considerados dignos de entrar en la familia de Dios, llegaremos a ser los hijos de Dios —hijos de Dios como el Hijo primogénito de Dios, Jesucristo— teniendo la misma gloria que Él tiene ahora.

Recibir la misma gloria de Dios es parte de nuestra herencia como hijos de Dios. Lea más en nuestro artículo “Hijos de Dios”.

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