Vida, Esperanza y Verdad

¿Es la Navidad una fiesta de Dios?

Esta semana será Navidad nuevamente. La gran mayoría de los cristianos están corriendo haciendo sus últimas compras. Cada año casi todo el mundo cristiano guarda esta fiesta. ¿Es la Navidad una fiesta de Dios? ¿Quién determina las festividades religiosas que celebramos? Si en realidad estamos tratando de agradar al Creador del universo, la respuesta sencilla y lógica sería ¡Dios! Pero hoy en día, y especialmente en esta época del año, vemos a muchas personas lanzarse, sin pensar, a celebrar un sinnúmero de festividades y tradiciones que asumen están basadas en la Biblia. En realidad, la mayoría de las personas nunca se han tomado el tiempo para comprobar si lo que hacen está avalado por la Palabra de Dios. Vemos a muchísimas personas que celebran Halloween, el día de muertos, posadas navideñas, compran regalos y adornan árboles para celebrar la Navidad, etcétera.  Se escuchan villancicos y vemos imágenes de Santa Claus por todos lados. La mayoría asume que todo esto agrada a Dios.

Cada iglesia asegura que tiene la verdad y por ende establece los estándares y normas, además de sus festividades y tradiciones. Pero, ¿acaso dichas normas y valores no deberían estar establecidos en la Biblia y no en nuestras propias creencias y tradiciones? Esto es un asunto muy importante, porque si no comprobamos lo que creemos y solamente lo aceptamos por tradición, si creemos lo que nos enseñan sin comprobarlo, podríamos estar engañados no sólo nosotros, sino también nuestros seres queridos. ¿Será posible que estemos engañados? Dios nos dice en Apocalipsis 12:9 que Satanás ha engañado al mundo entero.

La pregunta sigue en pié: ¿Quién debe determinar nuestras creencias? Algunas personas afirman que las tradiciones humanas no son confiables. Estas tradiciones son contradictorias y están basadas en costumbres que no siempre se encuentran en la Biblia. Celebramos muchas cosas por costumbre. Sin embargo, la gran mayoría de la gente ignora lo que agrada a Dios. Si no conocemos la voluntad de Dios, ¿cómo podemos hacer las cosas que le agradan? ¡Simplemente no podemos!

La realidad es que sólo Dios nos puede decir, por medio de su Palabra, lo que es bueno y lo que es malo. Sólo Dios puede establecer los estándares absolutos que deben regir a los individuos y a las sociedades. El Dios que creó el universo no sólo tiene la verdad absoluta, sino que también posee la autoridad para ejercerla. Es entonces en su Palabra donde encontramos las normas correctas para vivir. Dios nos dice qué hacer y qué no hacer; cuáles celebraciones debemos observar y cuáles no; y lo más importante, el porqué de cada cosa. Nuestras tradiciones y creencias no son necesariamente agradables a Dios. No todas las costumbres religiosas de los pueblos son como Dios desea ser honrado.

Dios le dio claras instrucciones al pueblo de Israel antes de entrar a la tierra prometida: “Cuando el Eterno tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios; porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses. Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Deuteronomio 12:29-32).

Estas instrucciones son también para nosotros hoy.

Es claro que Dios no quiere que lo honremos con costumbres y tradiciones que representan a dioses falsos. Tenemos que ser cuidadosos de hacer las cosas que Dios nos manda y no seguir a la muchedumbre por imitación, asumiendo que agradamos a Dios. El profeta Jeremías escribió de una tradición que celebraban muchas sociedades 2.000 años antes del nacimiento de Cristo. Ahora se conoce como Navidad. Sin embargo, en ese tiempo el 25 de diciembre —el solsticio de invierno— era dedicado a dioses paganos. Léalo en su propia Biblia y descubra lo que Dios dice en relación a esa tradición errada que se ha mantenido hasta hoy: “El camino de las naciones no aprendáis, ni de las señales de los cielos os aterroricéis, aunque las naciones les tengan terror. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; pues un leño del bosque es cortado, lo trabajan las manos de un artífice con la azuela; con plata y oro lo adornan, con clavos y martillos lo aseguran para que no se mueva” (Jeremías 10:2-4).

El problema del ser humano es que creemos conocer la voluntad y los pensamientos del verdadero Dios, pero quizás no es así. En cierta forma hemos creado un dios a nuestra imagen y semejanza. Hemos creado al dios de nuestras mentes en base a nuestras preferencias y tradiciones, y asumimos que el Dios verdadero aprueba lo que pensamos. El profeta Isaías dice: Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos —declara el Señor.  Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).

Lo que pensamos —nuestras creencias e ideales— es muy importante para Dios. Sin embargo, nuestras creencias son en extremo diferentes a los pensamientos de Dios. Por medio del profeta Isaías Dios describe la magnitud del problema humano y concluye que nuestros pensamientos no son como los de Él. El apóstol Pablo también reconoce la brecha entre los valores de Dios y los nuestros, y cómo preferimos seguir a la multitud que obedecer a Dios. Pablo nos dice lo siguiente: “Porque las cosas invisibles de él; su eterna potencia y divinidad, se ven entendidas por la creación del mundo, y por las cosas que son hechas, para que no haya excusa; porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes se desvanecieron en sus fantasías, y el tonto corazón de ellos fue entenebrecido” (Romanos 1:20-21).

Dios desea que pensemos como Él piensa. Desea que los principios expresados en sus leyes reinen en nuestros corazones y en nuestras mentes; que su ley sea el fundamento de la forma en que vivimos; que esa ley sea el fundamento de nuestros valores y tradiciones. Dios nos dice a través de su Palabra en Hebreos 10:16: “Y éste es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor, daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré”.  La ley de Dios define lo que está bien y lo que está mal.  Debemos estar dispuestos a escudriñar y buscar en la Pablara de Dios cuál es su voluntad y, más aún, debemos estar dispuestos a vivir de acuerdo a ella. Haciendo esto nos daremos cuenta rápidamente que la Navidad y otras tradiciones son solamente eso: tradiciones que nada tienen que ver con la voluntad de Dios. Como consecuencia no deberíamos guardarlas. 

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Ivan Vera

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