Tres grandes amenazas para las familias en el 2017

El propósito de la familia es sentar las bases para el éxito de la próxima generación. Pero estas tres amenazas son un desafío para quienes intentan dar a sus hijos una oportunidad.

Dios diseñó la familia como la base de la sociedad, porque consideró que “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). La familia es el núcleo donde los niños deben aprender acerca de Dios, cómo amar y cómo convertirse en adultos responsables. Pero si la familia se debilita, se degrada o se redefine transformándose en algo distinto a lo que Dios creó, el orden social completo se ve gravemente afectado. Eso es exactamente lo que está sucediendo hoy en el mundo.

En los últimos cincuenta años, las familias han sufrido una transformación drástica. En algunos lugares, la mitad de los matrimonios termina en divorcio. En los Estados Unidos, por ejemplo, el porcentaje de padres solteros se ha triplicado desde 1960. La adopción y la paternidad por parte de parejas del mismo sexo son ampliamente aceptadas. La cohabitación es cada vez más común y cada vez más niños nacen de parejas no casadas.

En resumen, la familia “tradicional” se está desintegrando.

¿Qué factores han desencadenado estos cambios en la estructura familiar? Tres de las mayores amenazas para las familias son el materialismo, el secularismo y la influencia negativa de los medios de comunicación.

Amenaza 1: materialismo

El materialismo se ha vuelto una tendencia común en nuestra cultura. Constantemente nos bombardean comerciales con el mensaje de que tener más es la clave de la felicidad. Acumulamos y acumulamos deudas en nuestras tarjetas de crédito para comprar la última tecnología o ropa de diseñador, y terminamos enfocando todo nuestro tiempo y energía en obtener riquezas y bienes materiales, mientras le restamos prioridad a nuestras relaciones y valores espirituales. Muchos concluyen que el materialismo se ha convertido en una verdadera epidemia en la sociedad occidental, y una de las víctimas fatales ha sido la familia.

Tim Kasser, profesor de sicología en la Universidad Knox y autor de The High Price of Materialism [El alto precio del materialismo], dice por ejemplo que “Durante las últimas décadas el materialismo se ha convertido en un problema cada vez mayor… Es un peligro en aumento para las personas de todas las edades, pero especialmente para los jóvenes. Los estudios demuestran que cada vez más adolescentes consideran que ganar mucho dinero y tener muchas cosas es lo más importante”.

En sus estudios, el doctor Kasser ha identificado dos causas principales del materialismo. La primera es el creciente sentimiento de ansiedad e inseguridad que subyace a nuestra cultura. “Cuando la gente se siente amenazada por cosas como la violencia, las estadísticas acerca del divorcio y el desempleo —todas grandes preocupaciones en nuestro país [Estados Unidos]— tiende a volverse más materialista”.

La otra causa, dice Kasser, es la publicidad. Los investigadores coinciden en que la cantidad de anuncios a los que estamos expuestos cada día se ha incrementado considerablemente en los últimos años. En gran medida esto es un reflejo de todas las tecnologías digitales a las que estamos siempre conectados y que todo el tiempo nos envían mensajes de marketing. Además, aún tenemos a la televisión, la radio y las revistas llenándonos de publicidad.

“Cuando las personas están expuestas a mensajes publicitarios que les dicen que es importante tener mucho dinero o que los bienes materiales los harán felices, hay una tendencia a absorber esos valores materialistas”, dice el doctor Kasser.

En cuanto al peligro para las familias, el materialismo puede dañarlas de muchas maneras. “Mientras más materialistas somos, menos empatía y preocupación sentimos hacia los demás”, dice Kasser. “Y si usted vive con alguien, sea su cónyuge o hijo, y esa persona no piensa en sus sentimientos o necesidades, pueden surgir muchos conflictos”.

Otro efecto secundario del materialismo es que a veces las familias se obsesionan tanto con las posesiones que incurren en deudas, y eso puede generar peleas por dinero. Además, los padres pueden llegar a ocuparse tanto en ganar dinero y obtener “más cosas” que sacrifican el tiempo de calidad con sus hijos. Probablemente luego intenten compensarlos con muchos regalos, pero esto sólo les estará inculcando más actitudes de egocentrismo y soberbia.

“Amar el dinero cuesta caro”, afirma el doctor Kasser. “Acumularlo puede quitarnos tiempo valioso, y al final puede costarnos aun nuestra familia”.

De hecho, el materialismo también puede quitarnos el tiempo para orar y estudiar la Biblia, e incluso costarnos nuestra relación con Dios.

Amenaza 2: secularismo

Muchas encuestas recientes han comprobado lo lamentablemente obvio: nuestra sociedad es cada vez menos religiosa y más secular. Según un estudio de Public Religion Research Institute [Instituto público para la investigación acerca de religión] (PRRI) publicado en el 2016, 25 por ciento de los estadounidenses no considera tener una identidad religiosa (es decir, se consideran ateos, agnósticos o “nada en particular”), lo que representa un aumento del 6 por ciento con respecto a 1991.

Otra encuesta, publicada en el 2015 por el Centro de Investigación Pew, arrojó que 9 por ciento de los estadounidenses no cree en Dios, comparado con el 5 por ciento en el 2007. Esta encuesta también reveló que el número de adultos que ven la religión como “muy importante” —que oran diariamente y van a la iglesia al menos una vez al mes— cayó entre 3 y 4 puntos porcentuales entre 2007 y 2015.

Estudios similares en otras partes del mundo confirman la tendencia. De hecho, un informe de National Geographic publicado en el 2016 define la “no religión” como la “nueva mayor religión del mundo”, y afirma que el número de personas seculares está aumentando considerablemente en todo el globo. El Centro de Investigación Pew estima que el 16 por ciento de la población mundial no tiene una afiliación religiosa. Esto incluye a quienes rechazan la religión abiertamente y a quienes simplemente son indiferentes.

El secularismo es el rechazo o la indiferencia hacia la religión. El término proviene del latín saecularis, que significa “mundano” o “terrenal”, y se refiere a un sistema de pensamiento según el cual Dios no existe o es irrelevante, y la humanidad proviene de la evolución. De acuerdo a esta postura, la existencia humana se limita al mundo presente y no hay esperanza de vida después de la muerte. Por lo tanto, cualquier estándar moral es relativo y el mayor propósito del ser humano es alcanzar la felicidad personal y la autogratificación.

No es difícil imaginarse cómo esta perspectiva secular puede estar lastimando a la familia. Para los que aceptan el secularismo, el matrimonio es sólo un contrato civil y no un compromiso espiritual entre un hombre y una mujer ante Dios. Por lo tanto, si no es “satisfactorio” o surgen conflictos en la pareja, no hay razón para intentar que funcione.

Si uno no cree en la Biblia, especialmente en versículos como Malaquías 2:16, donde Dios dice que odia el divorcio, terminar el matrimonio es la solución fácil. Además, abandonar la definición bíblica del matrimonio abre la puerta para la normalización de uniones de personas del mismo sexo u otras uniones antibíblicas.

Sin una creencia en Dios, los padres son propensos a tomar una postura transigente con sus hijos acerca de lo que es correcto y lo que no. Como consecuencia, los estándares de Dios son remplazados por la permisividad, el hedonismo y “lo que se siente bien”. No debería sorprendernos que la promiscuidad sexual, la drogadicción y el alcoholismo se propaguen como epidemias en la sociedad actual.

Para empeorar las cosas, el segmento menos religioso de la población incluye a los padres de la próxima generación. Según el estudio PRRI, 39 por ciento de los adultos jóvenes “no están afiliados a ninguna religión”, en contraste con el 13 por ciento de los mayores de 65 años.

La “generación del milenio” —adultos de entre 25 y 35 años— tiende a creer en la evolución y aceptar el sexo premarital, el aborto y los estilos de vida alternativos, más que sus mayores. Es eso lo que les enseñarán a sus hijos, y es así como se reduce la posibilidad de que el movimiento secular desaparezca en un futuro cercano.

Amenaza 3: influencia negativa de los medios

Nuestro mundo está saturado de mensajes mediáticos que alaban las actitudes y los valores antibíblicos. Los mensajes detrás de muchas películas, programas de televisión, canciones, videojuegos, sitios web y revistas actuales son que el sexo fuera del matrimonio está bien, que la violencia es aceptable, que la religión es inaceptable, que está bien desobedecer a los padres, que la felicidad puede comprarse, que los esposos no deberían liderar a la familia y que es mejor ser joven que viejo —todas creencias que dañan a la familia y debilitan la civilización.

“Los medios de hoy no son neutros en cuanto a valores; más bien son patrocinados por gente con intenciones ocultas, y no todas son inocentes”, observa la sicóloga Lisa Strohman, fundadora y directora de Technology Wellness Center [Centro de bienestar tecnológico] en Scottsdale, Arizona.

“Dejamos entrar esa información en nuestros hogares y vemos cosas que jamás les enseñaríamos a nuestros hijos como aceptables —violencia, promiscuidad sexual, falta de respeto a los mayores— pero que la televisión les presenta como modelos de comportamiento. Si usted permite formas de entretenimiento inmorales en su hogar, ésa es la clase de estándares que usted y sus hijos absorberán”.

Además de enseñarles valores incorrectos, el tiempo que los niños pasan en los medios de comunicación les quita tiempo para otras actividades más productivas, como hacer ejercicio, jugar con sus amigos, leer o hacer tareas. Eso en sí mismo ya debería preocuparnos, considerando que un niño promedio pasa gran parte de sus días inmerso en algún tipo de medio de comunicación.

Un informe publicado en el 2015 por la agencia Childwise, basada en el Reino Unido, arrojó que, en promedio, los niños entre 5 y 16 años pasan seis horas y media diarias frente a una pantalla. Otro estudio, realizado por la organización sin fines de lucro con sede en San Francisco, Common Sense Media, afirma que los adolescentes (entre 13 y 18 años) pasan un promedio de nueve horas diarias inmersos en los medios, y los preadolescentes (entre 8 y 12), un promedio de seis horas diarias.

Los padres tampoco se quedan atrás. En el 2016, un informe de audiencia de la compañía mediática Nielsen reveló que los adultos estadounidenses pasan aproximadamente 10 horas con 39 minutos diarios consumiendo información mediática. Y cerca de dos tercios de las familias norteamericanas mantienen el televisor prendido durante la cena.

Aunque la cantidad de tiempo que dedicamos a los medios puede parecer irrelevante comparada con los mensajes inmorales que recibimos, aun esto puede ser muy dañino para las familias, afirma la doctora Strohman. “No se está realmente ‘presente’ ni ‘disponible’ para otros miembros de la familia cuando estamos enfocados en la computadora o la televisión”, dice ella.

“Las familias de hoy pasan mucho menos tiempo simplemente reunidos y conversando, porque todo su tiempo se consume en dispositivos de entretenimiento, y esto está afectando gravemente la vida familiar”, dice Strohman.

El mayor enemigo

El materialismo, el secularismo y la influencia negativa de los medios son amenazas muy peligrosas para las familias y la sociedad. Sin embargo, la realidad es que nuestro mayor enemigo no es uno físico, sino el mismo Satanás. Él es quien está detrás de todos estos peligros —quien quiere destruir nuestros matrimonios y debilitar nuestras familias— y hará todo lo que esté a su alcance para lograr su objetivo.

Afortunadamente, nuestras familias pueden sobrevivir a las trampas de Satanás, aun si el resto de la sociedad cae en ellas. Pero para ello, debemos estar al tanto de sus artimañas y estrategias. Por eso la Biblia nos dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Debemos estar muy alerta.

La manera de proteger a nuestras familias se resume en Efesios 6:11-12: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.

Si nos mantenemos cerca de Dios y le pedimos su guía y protección, nuestras familias permanecerán intactas y, más aún, florecerán. D

Lo que usted puede hacer

En un mundo donde la familia es cada vez más atacada, los padres debemos hacer todo lo posible por fortalecer y proteger nuestros hogares. Éstas son algunas sugerencias de lo que usted puede hacer:

  • Sea un buen ejemplo para sus hijos. Si usted se esfuerza por vivir según los principios de Dios, es mucho más probable que sus hijos hagan lo mismo.
  • Aparte un tiempo para estar en familia regularmente, sin televisión, computadoras o celulares. Las actividades que estimulan la interacción (como los juegos de mesa o jugar a los bolos) son mejores que el entretenimiento pasivo (ver una película juntos).
  • Enséñeles a sus hijos a orar y ore con ellos todos los días. También enséñeles a estudiar la Biblia y trate de hacer un estudio bíblico familiar al menos una vez por semana.
  • Vayan juntos a la Iglesia y pasen tiempo paseando y hablando en familia durante el sábado.
  • Mantenga los canales de comunicación abiertos. Si sus hijos quieren hablarle, guarde sus dispositivos electrónicos o cualquier otra distracción y escúchelos, incluso si sólo quieren hablar de cosas triviales. Esto le ayudará a mantener los canales de comunicación abiertos para cuando necesiten hablar de temas más serios.
  • Hábleles a sus hijos acerca de los mensajes mediáticos. Explíqueles que no todo lo que ven en la televisión o el internet es necesariamente cierto, y que los productores de esos mensajes tienen sus propias intenciones para enviarlos.
  • Guíe a sus hijos hacia formas de entretenimiento que fomenten los buenos valores. Si una película, programa de televisión, canción o juego de video es inapropiado, no tenga miedo de decir “no”.
  • Cenen en familia siempre que puedan. Las comidas familiares son una excelente oportunidad para conversar.
  • No recargue a sus hijos de actividades. Limite sus actividades extracurriculares de manera que aun puedan pasar tiempo de calidad en familia y sin apuros cada semana.

Su familia es una de sus mayores bendiciones. Haga todo lo posible por defenderla y preservarla.

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