¿Somos hijos de Dios en este momento?

¿Es Dios el padre de todos? ¿Somos sus hijos en este momento? Puede que usted se sorprenda, pero también se va a animar a descubrir lo que realmente la Biblia dice acerca de esto.

Aunque no es tan popular en el mundo de hoy, históricamente la humanidad ha hablado comúnmente de la paternidad de Dios y de la hermandad del hombre. Ésta es una admisión tácita de que Dios es el Creador y por ende es considerado el Padre de todos. Reconoce que todos los seres humanos son iguales y en un plano diferente de Dios. Además, si aceptamos que toda la raza humana surgió de Adán y Eva, entonces Dios como su creador podría ser visto como el Padre de todos.

Esta analogía no tiene nada de malo pero no es la razón por la cual la Biblia llama hijos de Dios a ciertas personas.

Llevar muchos hijos a la gloria

Claramente la Biblia enseña que los seres humanos que son salvados de este mundo serán resucitados de entre los muertos, se les dará la vida eterna y harán parte de la familia de Dios como sus hijos. Dios el Padre ha manifestado su propósito al describir uno de los roles de Jesucristo, el Salvador, llamándolo el capitán de nuestra salvación.

Todo lo que Jesús hizo fue para promover el plan de Dios de “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10). La máxima esperanza de los cristianos es convertirse en hijos gloriosos nacidos del espíritu en la familia de Dios en la próxima vida.

Pero ¿qué pasa ahora? ¿Somos los hijos de Dios en este momento?

El apóstol Juan responde diciendo: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). ¿Está diciendo que toda la gente de la Tierra son los “hijos de Dios”? ¿O Juan le está hablando a un selecto grupo?

Cuando Jesucristo vino a la Tierra como un ser humano, en repetidas ocasiones dijo que nadie había conocido al Padre. Más adelante dijo que era imposible conocer al Padre a no ser que Cristo se lo revelara (vea Mateo 11:27).

Era evidente que el hombre vivía como si Dios fuera el Padre de todos. Jesús dejó esto claro cuando le dijo a sus seguidores: “Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Juan 16:3). De hecho, algunos serán perseguidos por seguir a Cristo y someterse al Padre. Jesús lo expresó de la siguiente manera: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15:20).

El hecho es que ser un hijo de Dios puede ser peligroso en el mundo de hoy —igual como lo fue para Jesús en ese tiempo.

Pero ¿quiénes son los hijos de Dios?

La respuesta simple es que los hijos de Dios son individuos que renunciaron y abandonaron los caminos del pecado y la muerte y se volvieron a Dios para su redención a través del sacrificio de Jesucristo. Aunque no nacieron totalmente dentro de la familia espiritual de Dios, se les ha concedido el Espíritu Santo para guiarlos y orientarlos en el camino de Dios. Ellos se inspiran en Jesús y siguen sus instrucciones. Son miembros espirituales del cuerpo de Cristo, su Iglesia en la Tierra en la actualidad, esperando su regreso. Por analogía, son como bebés en el vientre, ya engendrados por el padre pero sin haber nacido. (Para una explicación completa de las analogías que la Biblia utiliza, vea nuestro artículo “¿Qué significa nacer de nuevo?”.)

Cuando reconocemos nuestro estado pecaminoso y nos volvemos sinceramente hacia Dios, a esa acción se le conoce como arrepentimiento. Cuando aceptamos el sacrificio de Cristo para que pague la paga eterna del pecado, somos bautizados como una expresión de fe en su poder para salvarnos. Después del bautismo, recibimos el Espíritu Santo, que le añade otra dimensión a nuestra mente, permitiéndonos discernir la verdad espiritual, incluyendo el bien y el mal. Esto se llama conversión, ya que en ese momento hemos cambiado nuestro enfoque y forma de vivir.

Veamos: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14). Y de nuevo: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (v. 16). Al convertirnos, nos volvemos hijos de Dios, identificables tanto en la palabra y como en la obra.

Los hijos de Dios imitan a Jesús

Si somos hijos de Dios, seremos conocidos por Dios —y por nuestros detractores— por nuestra forma de vivir, que es contraria a la manera humana de razonar y de los valores humanos. Él dice: “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:10).

Los cristianos —los hijos de Dios— adoptan la actitud y el amor de Dios, nuestro nuevo padre, “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4)

La frase naturaleza divina representa una expresión contundente de cercanía con Dios. Significa que, como hijos de Dios, debemos adoptar las características espirituales de nuestro Padre Celestial.

Los hijos del diablo

Jesús describió a los líderes de su época como hijos del diablo —no que Satanás los haya creado, pero su influencia impregnó sus pensamientos y acciones. Esto ha sido verdad a través de toda la historia humana para la mayoría de la humanidad.

En términos humanos, usted no puede elegir a su padre o a su madre. Pero en términos espirituales, debemos tomar la decisión. Podemos someternos al Espíritu de Dios y convertirnos en sus hijos, caminando detrás de nuestro hermano mayor Jesucristo —o podemos seguir sirviendo a Satanás por defecto, simplemente sin hacer nada para escapar de su control. Cristo reveló esta influencia satánica y control sobre el hombre cuando dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44). Estas características egoístas son completamente contrarias a la naturaleza divina.

¿Qué padre queremos tener?

¿Puede elegir a su padre?

En términos humanos, usted no puede elegir a su padre o a su madre. Pero en términos espirituales, debemos tomar la decisión. Podemos someternos al Espíritu de Dios y convertirnos en sus hijos, caminando detrás de nuestro hermano mayor Jesucristo —o podemos seguir sirviendo a Satanás por defecto, simplemente sin hacer nada para escapar de su control.

Pero debemos darnos cuenta de que Satanás no tiene nada bueno para nosotros. Su juego consiste en engañarnos haciéndonos creer que somos libres de ser y hacer lo que queramos sin tener en cuenta a nuestro Padre Celestial, el Dios Creador. Tal como lo hizo con Adán y Eva, el diablo dice que no hay castigo por el pecado.

Eventualmente Cristo va a intervenir y va a encadenar a Satanás para que nunca más vuelva a engañar al hombre. Después, como dice Pablo: “porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21).

Si, los hijos de Dios en la Tierra, hoy en día son ejemplos vivientes de lo que puede y va a pasar con todas las naciones cuando Cristo regrese y establezca su Reino de paz y regocijo. Están experimentando libertad verdadera —libertad de servir a Dios y rechazar los mortales engaños de Satanás. Viven sin temor de la muerte y libres de la confusión de lo que ocurre después de la muerte. Aquellos que practican la ley del amor de Dios entienden porque el apóstol Santiago la llama “la perfecta ley, la de la libertad” (Santiago 1:25).

Un plan de salvación para todos

Esta verdad puede sorprenderlo, pero por favor entienda que la Biblia enseña que Dios no está convirtiendo al mundo entero hoy en día. Dios no está en medio de una competencia con Satanás para ganar almas. La mayoría no está ni invitado a ser hijo de Él en este momento.

Observe esta asombrosa declaración ignorada por muchos, incluso por los religiosos: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44).

En el plan de salvación el Padre llama a un número limitado de personas para convertirse en sus hijos en esta época. Jesús los llama “manada pequeña” (Lucas 12:32). El resto de la humanidad va a ser llamada para convertirse un tiempo después, después del regreso de Cristo a la Tierra. Créalo o no, aquellos que murieron hace mucho tiempo tendrán la oportunidad de aceptar el sacrificio de Cristo y convertirse en hijos de Dios. (Estudie más de lo que enseña la Biblia acerca del plan de Dios de darle a todos una oportunidad, en los artículos “El juicio de Dios: en qué consiste realmente” y “La segunda resurrección: ¿una segunda oportunidad?”.)

Ya que Dios solo está llamando a la salvación a una fracción de la humanidad hoy en día, su llamado es muy valioso.

¿Está usted entre los hijos de Dios?

¿Somos los hijos de Dios en este momento? ¡Hágase esa pregunta! Si hemos sido convertidos, definitivamente lo somos (1 Juan 3:1-2). Pero continuamos siendo hijos carnales, que no han sido transformados aun en seres eternos con cuerpos espirituales que Dios tiene reservados para nosotros (1 Corintios 15:44; Romanos 8:18-23). (Para una completa explicación de estas dos analogías, vea nuestro artículo “¿Que significa nacer de nuevo?”).

¡Que maravillosa verdad saber que de hecho podemos llegar a convertirnos en los hijos de Dios! Como Juan dijo: “pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Este cambio sucede en la resurrección de los justos al regreso de Cristo.

El grande y glorioso día viene pronto. Si está siendo llamado por Dios en este momento, usted necesita regocijarse en esta oportunidad y volverse a Dios con todo su corazón. ¡Usted también puede ser parte del plan de Dios de “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10).

Si usted no ha leído el artículo complementario “Hijos de Dios”, lo animamos a que lo lea ahora mismo.

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