Levítico 16 y el Día de Expiación

En Levítico 16 se describen los rituales que el sumo sacerdote debía llevar a cabo en el Día de Expiación una vez al año. Pero, ¿cómo estos rituales se relacionan con el Día de Expiación?

Aarón, como sumo sacerdote, entraba al santuario del tabernáculo una vez al año —sólo en el Día de Expiación.

“Y el Eterno dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio” (Levítico 16:2).

Una ceremonia especial

Aarón—y sus sucesores para sumos sacerdotes—debían tener especial cuidado de seguir todos los rituales establecidos para ese día tan importante.

“Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Así purificará el santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y de todos sus pecados; de la misma manera hará también al tabernáculo de reunión, el cual reside entre ellos en medio de sus impurezas” (Levítico 16:15-16).

¿Por qué era esta ceremonia tan especial? ¿Por qué sólo una vez al año? ¿Cuál era su significado?

La respuesta se encuentra en el simbolismo del oficio de Aarón —y como está relacionado con Cristo.

Aarón era el sumo sacerdote en ese entonces, pero en el Nuevo Testamento dice que Jesucristo subió al cielo para convertirse en nuestro Sumo Sacerdote en el mismo trono de Dios. “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Hebreos 8:1).

A diferencia de Aarón, que ofreció la sangre de un animal sacrificado en un templo físico (Levítico 16:3), Jesucristo entró al templo de los cielos con su propia sangre. “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:11-12).

¡Pero el significado y su relación con nuestra salvación solo se ahondan más! Había dos machos cabríos en esa ceremonia antigua de Levítico 16 —¿qué pasa con el otro macho cabrío— el que no simboliza a Cristo y su sacrificio perfecto por nuestros pecados?

Dios también dio las instrucciones de qué hacer con ese otro macho cabrío:

“Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto” (Levítico 16:21-22).

¿Qué simboliza esto?

Expiación—el día de la reconciliación

El Día de Expiación representa la reconciliación entre Dios y el hombre. Una de las primeras cosas que hará Cristo cuando regrese, será encadenar a Satanás por el lapso de mil años (Apocalipsis 20:1-3). ¿Por qué es tan importante este acontecimiento?

A lo largo de todas las generaciones de la humanidad, desde el Edén hasta nuestros días, Satanás, el diablo, ha engañado a toda la humanidad para que siga un camino de vida contrario al de Dios. Lo describen como aquel que “el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).

Sucumbir a su influencia y vivir una vida de desobediencia a Dios —quebrantando sus leyes justas y mandamientos— se define como pecado. El apóstol Juan escribió: “El pecado es la infracción de la ley” (1 Juan 3:4). ¿Cuál es la consecuencia del pecado del ser humano? Separación de Dios, como leemos en Isaías 59:2: “pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”.

El resultado del engaño continuo de Satanás, es que todo el mundo ha pecado y sigue luchando en contra del pecado (Romanos 3:23; 7:13-24).

Pero existe un asunto más profundo en todo esto. ¡Aparte de separarnos de Dios, el pecado trae consigo la pena de muerte! En Ezequiel 18:4 y 18:20 lo afirman inequívocamente: “el alma que pecare, esa morirá”.

Dos pasos vitales hacia la reconciliación

Ya que Satanás ha engañado a todo el mundo para que peque y la paga del pecado es la muerte eterna, Dios ha puesto en marcha dos pasos vitales con el fin de hacer posible la reconciliación.

Primero, Jesucristo, quien era Dios en la carne y sin pecado, dio su vida por la humanidad. Él fue el sacrificio supremo y pagó la pena del pecado (muerte) en nombre de todos aquellos que han vivido o van a vivir. Es a través de su sufrimiento, muerte y resurrección que la humanidad puede ser reconciliada con Dios y puede heredar la vida eterna. De acuerdo con su Biblia, no existe otra manera de recibir la salvación (Hechos 4:12).

El macho cabrío que era sacrificado cada año durante la ceremonia de Levítico 16, anunciaba su sacrificio por nuestros pecados.

Segundo, justo después del regreso de Jesús a la Tierra, Satanás, el diablo, un ser espiritual que no puede morir va a ser removido o restringido para que no pueda influenciar más a la humanidad a vivir de una manera contraria a las leyes y mandamientos justos de Dios. El apóstol Juan vio este futuro acontecimiento en una visión descrita en el libro de Apocalipsis:

“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:1-3).

Con la influencia de Satanás quitada de en medio, la gente podrá entender claramente los beneficios de vivir de acuerdo a los requerimientos justos de Dios.

El macho cabrío por azazel en Levítico 16 —el que es dejado suelto en el desierto— prevé esta remoción de Satanás, representada simbólicamente en el Día de Expiación.

Algunos estudiosos creen que azazel es el nombre de un demonio que habita el desierto (Dictionary of the Bible [Diccionario de la Biblia], Vol. 1, p.326). Esto describiría a Satanás, al que el macho cabrío vivo, azazel, representa.

La reconciliación ahora

Por medio del arrepentimiento y al ser bautizados, los pecados de las personas pueden ser perdonados (Hechos 2:38). Aquellos que estamos siendo llamados en esta época —desde el comienzo de la Iglesia del Nuevo Testamento hasta el regreso de Jesucristo a la Tierra— somos reconciliados con Dios cuando decidimos dar este importante paso (Colosenses 1:21).

Como escribió Pablo: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Corintios 5:18). Continuando, Pablo exhorta a los de Corinto y a nosotros en la actualidad, para que vivamos una vida como embajadores, implorando a los demás: “reconciliaos con Dios” (v. 20).

Como Satanás no ha sido quitado del medio todavía, las personas que responden al llamado de Dios en esta época deben resistirse a las influencias negativas de Satanás. Como lo escribió Santiago: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).

¿Pero qué hay de la gente que no está siendo llamada en esta época (Juan 6:44, 65)? ¿Tendrán la oportunidad de reconciliarse con Dios? Si usted desea aprender más acerca de cómo Dios llama a las personas, el articulo “El llamamiento de Dios” provee una excelente explicación.

Reconciliación futura

Aparte de aquellos que Dios ha llamado para que se reconcilien con Él en esta vida, la Biblia revela que Dios le dará eventualmente a cada ser humano esta oportunidad invaluable. Leemos en 2 Pedro 3:9 que Dios “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

Como se explicó anteriormente, después del regreso de Jesús a la Tierra, Satanás será atado por 1.000 años (Apocalipsis 20:1-3). Sin la influencia de Satanás, será más fácil para las personas que logren sobrevivir a los eventos catastróficos que acompañan el regreso de Jesucristo, entender el camino de Dios y arrepentirse de sus pecados.

Las personas que han vivido y han muerto sin conocer el camino de vida de Dios, van a ser resucitadas a una vida física para tener su oportunidad de reconciliación (Apocalipsis 20:11-12). Por medio del arrepentimiento y su aceptación del sacrificio de Jesucristo —representado por el macho cabrío sacrificado en el Día de Expiación— también pueden ser perdonados sus pecados y ser reconciliados con Dios. Para aprender más acerca del calendario de Dios para llamar a las personas, vea el artículo “Resurrecciones”.

¡Qué ceremonia tan extraordinaria y reveladora! Levítico 16 tiene un significado para todos nosotros —en el pasado, presente y futuro. ¿Le gustaría saber más? Lea más acerca del destino de Satanás en el artículo “¿Satanás destruido? ¿Cómo?

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