Cinco enemigos de la esperanza

La Biblia ofrece una esperanza real para nuestra vida ahora--¡y para siempre! Pero nos enfrentamos a enemigos formidables en el camino. A continuación hay cinco enemigos y las estrategias para combatirlos.

Si usted está observando los acontecimientos mundiales, sabe que el panorama actual del mundo puede ser desalentador. Nuestra vida puede verse abrumada por sentimientos de desesperanza también. Pero hay un Dios, y Él nos ama de verdad y nos ofrece una esperanza real. Y no es un sentimiento difuso, es una herramienta tangible para el crecimiento cristiano. (Lea más acerca de esta esperanza cristiana en los artículos “Esperanza en Cristo” y “Nuestra esperanza para el futuro”).

Sin Dios, no hay esperanza. Pero con Él tenemos una esperanza sólida que puede servir como “segura y firme ancla del alma” (Hebreos 6:19).

Cómo vencer los enemigos de la esperanza

La Biblia nos da consejos prácticos de cómo proteger nuestra esperanza y crecer en ella. Analicemos estos cinco enemigos de la esperanza que pueden enfrentar los cristianos, y como, con la ayuda de Dios, podemos vencerlos.

1.      Enfocarse en lo negativo

Muchas escrituras advierten del peligro de andar quejándose y murmurando (1 Corintios 10:10; Judas 1:16). Quejarse y centrarse en lo negativo puede convertirse en una espiral descendente, haciendo que nos olvidemos de las bendiciones en nuestra vida y atraer más negativismo de los que nos rodean. Los que se ven afectados por nuestra negatividad pueden optar por evitarnos, lo que debilita nuestra estructura de apoyo. Y los que están dispuestos a estar con nosotros podrían ser personas que también se quejan y son pesimistas. En lugar de ayudarnos mutuamente, podemos entrar en un ciclo de destrucción.

En Filipenses 4 se habla acerca de este destructor de esperanza. En los versículos 6-7, el apóstol Pablo nos anima a que “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Y en respuesta, Dios nos dará su paz que “que sobrepasa todo entendimiento”.

Después en el versículo 8, Pablo nos dice que nos concentremos en las cosas positivas y loables. Cuando meditamos en cosas que son verdaderas, amorosas y positivas, estamos entrenando nuestra mente para pensar como Dios piensa.

Unos versículos más adelante, Pablo también nos da unas medidas adicionales contra la negatividad: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (vv. 11-13).

Si seguimos las instrucciones y el ejemplo de Pablo esto nos ayudará a revertir una mentalidad negativa y a crecer en esperanza.

2.      Enfocarse en las personas

Si nos fijamos en los líderes políticos, los líderes empresariales, los líderes educativo —incluso nuestros amigos y familiares— para centrar en ellos nuestra esperanza, vamos a quedar decepcionados.

Dios establece un gran contraste en Jeremías 17. “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Eterno” (v. 5). El siguiente versículo explica que los que confían en el hombre son como las plantas que tratan de crecer en tierras resecas del desierto.

Dios conoce el corazón humano, y es engañoso y “perverso” (v. 9). Nosotros los seres humanos no somos capaces de resolver nuestros propios problemas.

Por otro lado: “Bendito el varón que confía en el Eterno, y cuya confianza es el Eterno. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (vv. 7-8).

Así que no hay que verse envuelto ni darle prioridad a soluciones ideadas por seres humanos para nuestros problemas. Éstas nos van a decepcionar y van a disminuir nuestra esperanza. En vez de eso, debemos confiar en el Dios que realmente puede arreglar las cosas.

3.      Escaparse de Dios

Dios nos advierte que podemos “deslizarnos” y “rechazar” la esperanza de la gran salvación que Dios ofrece (Hebreos 2:1, 3). Este desliz y descuido pueden comenzar con las preocupaciones de esta vida, las distracciones constantes que le quitan tiempo a nuestro contacto regular con Dios. ¿Qué es lo que surge y se interpone en nuestro tiempo para la oración y el estudio de la Biblia?

Luego está el peligro de un cansancio general de hacer el bien, como el sentirse en ocasiones agotado y poco valorado. Éstas y otras excusas pueden ser la causa de que se debilite nuestro apego a la vid verdadera.

En Juan 15, Jesús nos dio una clara advertencia y una solución para evitar que nos alejemos de Dios: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (v. 5). El siguiente versículo describe los terribles resultados de no estar cerca a Dios.

Debemos permanecer unidos a la vid. Debemos permanecer en contacto constante con Dios.

4.      Permitir que el sentimiento de culpa nos aleje de nuestra fuente de esperanza —nuestro Padre y nuestro Salvador

La Biblia le da a los cristianos el antídoto perfecto para el veneno de la culpa: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9). (Para aprender más acerca del arrepentimiento, lea el artículo “¿Cómo debemos arrepentirnos?”.) El arrepentimiento no es algo de sólo un día. Hay que seguir esforzándose para evitar el pecado, y también para reconocer cuando pecamos, y luego arrepentirnos humildemente.

5.      ¡Pruebas!

Este último enemigo que vamos a ver, es uno grande. Cuando nos enfrentamos a retos y dificultades, éstos pueden debilitar nuestra fuerza, nuestra resistencia y nuestra esperanza. Podemos sentir que Dios no oye o no responde a nuestras oraciones.

El libro de Job describe claramente cómo un hombre pasa por pruebas muy duras y se pregunta por qué Dios no contesta sus oraciones.

En su angustia, Job clama a Dios: “Me arruinó por todos lados, y perezco; Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado” (Job 19:10).

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. Sin embargo, más adelante en este capítulo vemos que a pesar de que Job no veía esperanza en su situación, todavía mantenía una luz de esperanza futura en el plan de Dios. En los versículos 25-27, Job dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí”.

Al final, Job se dio cuenta de que en realidad Dios sí escucha y sí se preocupa. Él hará lo más importante por nosotros: ¡nos va a salvar de la pena de muerte que nos hemos ganado por nuestros propios pecados! Él siempre tiene en mente nuestros mejores intereses futuros.

Dios sí nos escucha. Y responde.

Hay diferentes respuestas. A veces podemos descubrir (por el estudio de la Biblia o algún consejo sabio) que nuestra oración fue pedida de manera incorrecta —no de acuerdo a la voluntad de Dios.

Pero hay muchas cosas que son la voluntad de Dios que no reciben un sí de inmediato. Dios quiere que podamos prosperar y estar bien de salud, para tener una vida abundante, para ser sanado. Pero aún así Él responde de diferentes maneras:

  • Sí.
  • Sí, pero no todavía.
  • No, pero tengo algo mejor para ti.

Aparentemente, las oraciones sin respuesta, no son prueba de que nos falte fe. En cambio, son ejercicios para fortalecer la fe —parte del duro entrenamiento básico por el cual tenemos que pasar ahora para prepararnos a ser eternos, reyes poderosos ayudando en el Reino de Dios. Es la preparación para ser transformados completamente a imagen y semejanza de Dios —¡para ser hijos de Dios!

No vale la pena compararlos

El apóstol Pablo registró este pasaje para animarnos durante nuestros momentos de prueba:

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse…” (Romanos 8:18).

“Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (vv. 23-25).

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (v. 28).

Lo animamos a que lea todo el capítulo 8 de Romanos para poder entender completamente cómo el espíritu de Dios nos ayuda a ver más allá de los problemas actuales, al glorioso futuro que Dios amorosamente nos ha preparado.

Y debemos tener en cuenta lo siguiente: si Dios nos diera todo lo que pedimos inmediatamente, no podríamos atravesar las pruebas que producen el hermoso y refinado carácter de Dios en nosotros.

El apóstol Pedro escribió acerca de esto en 1 Pedro 1:6-9: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo [en su segunda venida], a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”.

Incluso nuestros momentos más oscuros son sólo una oportunidad para alcanzar el maravilloso potencial que Dios tiene para nosotros.

¡Que Dios tan maravilloso es al que servimos! Él nos ama y nos da una esperanza segura. Esta esperanza no nos defrauda. Esta esperanza puede ser un ancla para nuestras almas. Esta esperanza puede motivarnos e inspirarnos.

Necesitamos la ayuda de Dios para derrotar los cinco enemigos de la esperanza mencionados anteriormente y otros que buscan alejarnos del camino hacia la conversión cristiana. Estudie más acerca de cómo derrotar a los enemigos en el artículo “Tomad toda la armadura de Dios”.

¡Que Dios le dé la ayuda y esperanza que necesita —¡y que el cumplimiento de esa esperanza llegue pronto!

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