¿Qué pasa con aquellos que murieron sin esperanza?

Ésta es una de las peguntas más complejas para los cristianos. ¿Qué pasa con aquellos que murieron sin Dios ni esperanza? Afortunadamente, ¡la Biblia nos revela que existe un plan maravilloso y esperanzador!

Las lápidas de las tumbas en los cementerios no nos dan mucha información. Generalmente tienen un nombre, una fecha de nacimiento y una fecha de defunción; a veces también una frase corta o un versículo bíblico.

¿Pero alguna vez se ha preguntado qué historia habrá detrás cada una de ellas? ¿Cómo fueron las vidas de esas personas? ¿Fueron felices? ¿Cumplieron sus metas y sueños?

“Al padre de Won”

No hace muchos años en la ciudad de Andong, Corea del Sur, un grupo de obreros encontró una tumba de un joven del siglo XVI mientras excavaba las tumbas de un viejo cementerio para construir casas.

El sitio Archaeology.org relata: “La excavación comenzó a las once de la mañana y tomó varias horas de trabajo minucioso. Los arqueólogos primero excavaron hasta llegar a la tumba, y luego, tras atravesar una capa de tierra endurecida, expusieron el ataúd de madera. Lo desarmaron y fueron sacando pedazo tras pedazo de tela hasta llegar al cuerpo. Todos estaban atónitos. Dentro del ataúd había un hombre joven momificado, un hallazgo excepcional para Corea hace diez años.

“Su cráneo estaba muy dañado, pero su piel y barba aún eran visibles. Había sido un hombre alto aun para los estándares actuales, con 1,74 m de altura, y su contextura era robusta.

“‘El oscuro bigote me hizo pensar que su apariencia debió haber sido encantadora’, dice Se-kwon Yim, exdirector del Museo de la Universidad Nacional de Andong y una de las primeras personas en ver la momia”.

Al examinar más de cerca, los arqueólogos encontraron una carta de la esposa del hombre junto al cuerpo. Estaba dirigida “Al padre de Won, 1 de junio de 1586”.

Esta conmovedora carta cautivó al público coreano por más de una década, y a continuación vemos algunos extractos traducidos:

“Siempre decías: ‘Cariño, vivamos juntos hasta que el pelo se nos ponga blanco y muramos en el mismo día’. ¿Cómo pudiste irte sin mí? ¿A quién escucharemos yo y nuestro hijo ahora, y cómo seguiremos viviendo? ¿Cómo pudiste irte antes que yo?

“¿Cómo me entregaste tu corazón y te entregué yo el mío? Siempre que nos acostábamos juntos me decías: ‘Cariño, ¿se apreciarán y amarán los demás como lo hacemos nosotros? ¿Serán realmente como tú y yo?’ ¿Cómo pudiste dejar todo eso y partir antes que yo?

“Simplemente no puedo vivir sin ti. Quiero irme contigo. Por favor llévame a donde estás. Lo que siento por ti no desaparecerá en este mundo y mi tristeza no tiene límites. ¿Dónde pondré mi corazón ahora, y cómo puedo vivir con el niño extrañándote?...

“Cuando dé a luz al niño que hay dentro de mí, ¿a quién llamará padre? ¿Puede alguien entender lo que siento? No hay otra tragedia como esta bajo del cielo”.

¿Un futuro perdido para siempre?

Las desgarradoras palabras de esta joven expresan su angustia y desesperanza ante la tragedia que golpeó a la joven pareja y su hijo aún no nacido. Su tristeza y soledad sencillamente la torturaban; todos sus sueños y esperanzas fueron borrados por una muerte prematura.

¿Terminó así todo para ellos? ¿Cuántos millones ―no, miles de millones― de jóvenes, mujeres y niños han muerto prematuramente sin la oportunidad de tener un lapso de vida normal?

Tan solo la guerra le ha quitado la vida a millones de jóvenes. Para cuando la Primera Guerra Mundial terminó en noviembre de 1918, por ejemplo, 9 millones de hombres habían muerto. Hubo momentos en que más de mil soldados británicos morían cada semana en las sangrientas trincheras de Bélgica y Francia; y sólo en el primer día de la batalla del Somme, los británicos tuvieron más de 57.000 bajas. Fue tanto así que se decía que un soldado asignado a la ametralladora en el campo de batalla no podía esperar durar más de 30 minutos vivo.

La flor de la juventud de Europa pereció en un fútil conflicto que volvería a librarse en menos de 25 años. La guerra dejó a más de 160.000 jóvenes inglesas viudas y a 300.000 niños sin padre.

“Nunca sabremos cuántos potenciales primeros ministros, ministros de gabinete, poetas, científicos, médicos, abogados, profesores y funcionarios públicos distinguidos murieron en el barro de Francia y Bélgica, pero la conclusión es ineludible: una generación entera había perdido a la mayoría de sus más diestros hombres” (William Manchester, The Last Lion: Winston Spencer Churchill: Visions of Glory [El último león: Winston Spencer Churchill: visiones de gloria], p. 663).

En el mismo tono, D.H. Lawrence, novelista inglés, escribió en una carta a un amigo: “¿Continuarán las naciones vaciando el futuro?”

Un plan de esperanza

¿Vivieron en vano todas estas personas? ¿Qué hay de aquellas que murieron sin conocer la verdad de la Biblia ni tener una relación con Jesucristo? ¿Acaso no hay esperanza para su destino? ¡No!

La vida humana se inició con el acto creativo de un Dios amoroso, y desde el principio Dios tenía una meta a largo plazo en mente. Es cierto que la mayoría de la humanidad ha vivido y muerto sin conocer al Creador ni su propósito para el ser humano, pero la Biblia nos dice que Dios desea darles a todos la oportunidad de conocer su verdad.

En Juan 5:28, Jesucristo reveló que todos los seres humanos que han muerto volverán a vivir: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz”.

Las fiestas anuales de Dios revelan su plan divino para transformar a todos los seres humanos en miembros espirituales de su familia. Las siete fiestas representan los siete pasos que Dios dará para trabajar con la humanidad. Ni siquiera una muerte prematura puede impedir que el plan de Dios se cumpla, pues como la última fiesta nos enseña, quienes hayan muerto sin conocer al Creador serán resucitados a vida física para aprender de su verdad.

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Sin importar las circunstancias o el lugar donde hayan muerto, todos recibirán la oportunidad de conocer a Dios y su camino de vida.

La visión del profeta

Dios reveló este maravilloso plan a través del profeta Ezequiel. Ezequiel fue llevado en visión a un gran valle lleno de huesos humanos que habían estado ahí desde hacía mucho tiempo, es decir, habían muerto hace mucho, probablemente en alguna batalla.

“La mano del Eterno vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu del Eterno, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera” (Ezequiel 37:1-2).

Dios entonces le preguntó a Ezequiel si creía que esos huesos podían volver a la vida: “me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Eterno, tú lo sabes” (v. 3).

Y, aún en visión, se le dijo al profeta que les dijera lo siguiente a los huesos para que resucitaran: “Huesos secos, oíd palabra del Eterno. Así ha dicho el Eterno el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy el Eterno” (vv. 4-6).

Ezequiel habló ante los miles de huesos humanos y observó asombrado cómo estos se levantaban y se unían tal como cuando estaban con vida: “Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu” (vv. 7-8).

Ahora, en lugar de estar lleno de huesos secos, el valle estaba lleno de cuerpos sin vida. Pero Dios aún no había terminado.

“Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho el Eterno el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos” (vv. 9-11).

Miles de años de historia nos han dejado con los sepulcros de miles de millones que han muerto sin esperanza ni conocimiento del plan de Dios para el futuro. Pero no todo ha terminado para ellos. Hayan muerto en batalla, en el mar o en sus camas; hayan muerto siendo bebés, niños o ancianos, Dios promete que volverán a vivir.

“Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho el Eterno el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy el Eterno, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo el Eterno hablé, y lo hice, dice el Eterno” (vv. 12-14).

Esperanza para toda la humanidad

Si bien esta profecía fue dada al antiguo Israel, Dios no hace acepción de personas. Lo que Él tiene pensado para ellos también es verdad para el resto de la humanidad. Como dijo el apóstol Pablo, Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad… el judío primeramente y también el griego…porque no hay acepción de personas para con Dios” (Romanos 2:6-11).

Y en su carta a Timoteo, confirma: “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4).

La raza humana no es producto de un proceso evolutivo; somos obra de un Dios Creador que tiene un plan para compartir su vida con nosotros si estamos dispuestos a vivir según sus reglas.

El joven cuya tumba fue hallada en Corea del Sur volverá a vivir. Verá a su esposa e hijo y al resto de su familia. Él y muchos, muchos otros eventualmente tendrán la oportunidad de conocer al verdadero Dios y la verdad de por qué existen.

La mayoría de la humanidad no ha conocido el plan de Dios, pero Dios lo revela a través de las fiestas anuales que encontramos en su palabra, la Biblia. Satanás ha engañado al mundo durante miles de años, pero su engaño eventualmente será quitado y todos los que hayan muerto en ceguera espiritual serán resucitados para aprender sobre el camino de Dios y les darán la oportunidad de cumplir el propósito que Dios tenía para ellos.

El futuro que una vez perdieron les será devuelto junto con la esperanza de vivir una maravillosa y nueva vida por toda la eternidad. Las animadoras palabras de Dios para los judíos que fueron tomados cautivos por los babilonios hace miles de años sin duda también se aplican a quienes murieron demasiado pronto o sin conocer a su Creador: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Eterno, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).

Descubra más acerca del plan de esperanza de Dios en los artículos de esta sección: “Cómo las fiestas santas de Dios nos revelan su plan de salvación”.

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