Vida, Esperanza y Verdad

¡El agua potable se termina!

En pleno siglo XXI nos preocupan los suministros de petróleo, pero hay otro recurso más vital que, a diferencia de los hidrocarburos, es imposible subsistir sin él, cuyo valor no se ha tomado en serio: el agua potable. El valor real del petróleo es cuestionable y relativo. El mundo vivió sin él durante miles de años, y si nos viéramos forzados a hacerlo, es probable que nosotros también pudiéramos prescindir de él. Podríamos hallar otras fuentes de energía, podríamos desarrollar combustibles sintéticos, podríamos sustituir y modificar… ¡vaya que podríamos sobrevivir sin el petróleo! Pero sin el agua potable no podemos vivir.

La vida depende del agua. Nuestros cuerpos están compuestos principalmente de agua. Necesitamos agua potable para seguir con vida: para beber, para bañarnos, para cultivar alimentos, etcétera. No existe el agua artificial ni el agua sintética. Tiene que ser real y auténtica. Si no, pregúntenle a los habitantes de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, a quienes, a partir del 1 de febrero, se les redujo el suministro de agua a tan sólo 50 litros del vital líquido por día. Esta fue una de las medidas para intentar evitar lo que se conoce como el “día cero”: el momento en que por primera vez los grifos de una gran ciudad del mundo podrían quedarse sin agua ante la falta de reservas.

Si los niveles en las represas no mejoran, las autoridades de Ciudad del Cabo pronostican una sequía en la urbe denominada el “día cero”, que para los muy pesimistas estaba fijada para el 12 de abril de 2018, para otros para mayo, para algunos para el 9 de julio, aunque dadas las restricciones que se han tomado, ahora ya se indica que será posiblemente hasta 2019 cuando la población tendrá que acudir a uno de los 200 puntos de distribución de agua que se deberán abrir en la ciudad para recoger un máximo de 25 litros diarios por persona.

Ciudad del Cabo es la primera gran ciudad que se enfrenta a esta dificultad, y si bien es cierto que esta sequía es producto de malas políticas públicas frente a la peor sequía del siglo en la región, también es cierto que es una realidad que enfrentan miles de grandes urbes alrededor del mundo. Aunque hay suficiente agua en la Tierra —75 por ciento de la superficie de nuestro planeta está cubierto de agua y contamos con grandes cantidades en el subsuelo— el problema es que no toda el agua es “pura”. El agua limpia y potable es cada vez más escasa y se vuelve complicado llevarla a las grandes ciudades y abastecer la necesidad de todos sus habitantes.

Una de las presas de Ciudad del Cabo con bajo nivel de agua
Según estimaciones, el agua potable disponible para uso humano en el planeta Tierra es apenas como una gota en un inmenso recipiente.

Aproximadamente 97 por ciento de toda el agua de nuestro planeta es agua salada. De la que queda, un poco más de dos por ciento está congelada en las regiones polares. Esto quiere decir que ¡del total de agua en el planeta, disponemos de menos de uno por ciento de agua para consumo!, proveniente del subsuelo y la superficie.

Sin embargo, el problema no es la mucha o poca cantidad de agua dulce en nuestro planeta, ya que actualmente el agua potable existente bastaría para el suministro de la población mundial actual. El problema es que el suministro y distribución es deficiente, y no es suficiente para responder a las necesidades actuales de la humanidad. La población ha crecido en demasía, especialmente en las ciudades, en comparación con el suministro local del vital líquido.

No sólo hay demasiada gente para el agua disponible, sino que además tres cuartas partes de la población rural mundial y una quinta parte de los habitantes de las ciudades, no tienen un suministro adecuado de agua. Millones de mujeres alrededor del mundo pasan buena parte del día caminando 15 kilómetros o más, sólo para conseguir agua suficiente para beber y cocinar.

Por otro lado, las sociedades que han disfrutado de un suministro adecuado de agua potable han tenido la tendencia de no apreciarla. Se abre la llave y el agua corre. Hemos tenido agua para bañarnos, lavar el auto, regar el jardín, dar de beber a los animales, impulsar la industria, mantener la agricultura y cumplir miles de funciones adicionales.

Los que siempre hemos tenido agua, como el aire que respiramos, tal vez nunca hemos considerado que es algo que podría llegar a faltarnos. Finalmente, siempre es mejor pensar que así ocurrirá para evitar que llegue ese fatídico momento. Las nuevas generaciones debemos estar conscientes de la importancia de cuidar el vital líquido, y no desperdiciarlo ya que nuestras acciones locales tienen implicaciones mundiales.

La escasez de petróleo puede ser detonante de una guerra, pero podría ser más amenazante la escasez de agua. Por ejemplo, los países de África y del Medio Oriente comparten suministros de agua —cuya importancia es de vida o muerte— por medio de tenues acuerdos, compromisos y, algunas veces, franca intimidación. Si una nación opta por desviar el agua o cortarle el suministro a otra, estará coqueteando con la guerra. Por ejemplo: la arteria vital de Egipto es el Nilo, gran parte del cual tiene su origen en Etiopía. Luego que sale de aquel país corre a lo largo de Sudán. El Nilo no tiene agua suficiente para satisfacer las necesidades cada vez mayores de estos tres países.

Arabia Saudita y los países del Golfo Pérsico no tienen una fuente de agua adecuada y segura para la demanda presente y futura. ¡La situación es muy grave!

La demanda de agua en Israel también aumenta más rápido que el suministro de la misma. Según parece, ha alcanzado el límite en cuanto a la explotación de las fuentes de agua dulce. Los ríos Jordán y Yarmuk deben ser compartidos por Líbano, Siria y Jordania, países donde nacen. Y se ha extraído tanta agua de los depósitos subterráneos, que el agua salada está empezando a llenar el vacío.

Por otro lado, el ciclo natural del agua (Eclesiastés 1:7) está siendo alterado por el ser humano en su afán por el modernismo, lo que ocasiona un grave impacto en la naturaleza. Al retorno de nuestro Señor Jesucristo, Él se encargará de castigar a quienes destruyen la Tierra (Apocalipsis 11:18).

Sin lugar a dudas el agua potable desempeña un papel importantísimo en los acontecimientos del orden internacional. Debido a que el agua es de vital importancia para la existencia humana, en 1993 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptó al 22 de marzo como el “Día Mundial del Agua” para concientizar a la población sobre la conservación y desarrollo de los recursos hídricos.

Si el mundo y las organizaciones humanas son capaces de dedicarle un día especial al agua y un importante esfuerzo para la conservación y cuidado de este vital liquido, ¡cuánto más las personas que buscamos obedecer las leyes de Dios debemos cuidar de este vital líquido! Vendrán días, dice el Eterno, que castigará a los pueblos, cortando el suministro de agua a aquellas naciones que no le obedezcan: “Guardaos, pues, que vuestro corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis a dioses ajenos, y os inclinéis a ellos; y se encienda el furor del Eterno sobre vosotros, y cierre los cielos, y no haya lluvia, ni la tierra de su fruto, y perezcáis pronto de la buena tierra que os da el Eterno” (Deuteronomio 11:16-17). Dificultades como las que enfrenta ahora mismo Ciudad del Cabo serán la constante en todo el mundo en los próximos años.

Sin embargo, cuando las naciones aprendan a obedecer a Dios tras el regreso de Jesucristo, no habrá más escasez de agua. La lluvia vendrá a tiempo: “Y daré bendición a ellas y a los alrededores de mi collado, y haré descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán” (Ezequiel 34:26).

En aquel maravilloso futuro cada día más cercano, no habrá necesidad de complicados sistemas de riego y de enormes represas con todos sus inconvenientes. Oremos porque el Reino de Dios sea pronto establecido en la Tierra, y mientras ese momento llega, demos buen testimonio al mundo como hijos de Dios, cuidando y administrando de manera adecuada el agua potable.

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El agua en la profecía

La Biblia revela que en el tiempo del fin grandes plagas devastarán los sistemas hídricos de la Tierra. Pero, tras el regreso de Cristo, nuestro planeta se verá lleno de aguas frescas que darán vida aun a la tierra más árida.

Acerca del autor

Jorge Iván Garduño

Jorge Ivan Garduño

Jorge Iván Garduño es miembro de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial en la Ciudad de México, en donde nació hace 39 años. Tiene once años de casado con Nashielli Melchor Fuentevilla. Ambos han sufrido la pérdida de cuatro bebés sin que pudieran llegar a las siete semanas de gestación.

Tenía cinco años de edad cuando conoció la Iglesia de Dios, pero sus padres no le permitieron asistir a los servicios sino hasta que cumplió los 14. Fue vicepresidente y presidente del Club de Jóvenes en la Ciudad de México. Asistió a un campamento de jóvenes como campero en los Estados Unidos, y en México asistió a varios campamentos como consejero de los otros jóvenes.

Se bautizó a los 21 años de edad y participó en los clubes de Oratoria y Graduados desde 1999. 

Jorge estudió Ciencias de la Comunicación y Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ha trabajado como fotógrafo, escritor y periodista por más de 15 años. Su trabajo como fotógrafo ha sido expuesto en varios centros culturales.

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