El pecado habitual: cómo vencerlo

Los pecados habituales nos esclavizan. Necesitamos desesperadamente la ayuda de Dios para vencerlos, pero a menudo nos sentimos avergonzados de volver a Dios y pedirle que nos perdone nuevamente. ¿Cómo podemos vencer el pecado habitual?

Superar el pecado habitual requiere determinación.

Hay ciertos pecados que parecen apoderarse de nosotros. Estos son los pecados persistentes y recurrentes de los que nos avergonzamos y tratamos de mantenerlos ocultos ante los demás, incluso de nuestros seres queridos más cercanos. ¿Es posible cambiar algo que está tan arraigado en nuestra vida diaria?

La sociedad nos dirá que así somos y no debemos ir en contra de lo que es natural en nosotros. La sociedad usa este argumento para defender que toda moralidad es relativa y que no hay una definición establecida de lo que está bien y está mal.

Aun cuando la sociedad pueda promover un comportamiento pecaminoso, aquellos que creen que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, saben que deben obedecer la ley de Dios, la cual es inmutable y eterna.

El pecado y el pecado habitual

El pecado se define como la “infracción de la ley” (1 Juan 3:4). Esto también incluye los pecados que vuelven una y otra vez en nuestra vida, incluso después de arrepentirnos.

Dios espera que aquellos que realmente creen en Él venzan el pecado, incluso el pecado recurrente y habitual.

Esta situación puede parecernos familiar. Cuando pecamos, sabemos exactamente qué parte de la ley de Dios estamos violando. Le decimos a nuestro Creador que nunca lo volveremos a hacer. Somos capaces de vencerlo por un tiempo, pero la tentación regresa, y fallamos nuevamente. Hay ciertos pecados que son fáciles de reconocer, pero el pecado habitual realmente puede ser cualquier cosa que pareciera que “simplemente no podemos” superar, desde las adicciones hasta actitudes o comportamientos destructivos.

Dios espera que aquellos que realmente creen en Él venzan el pecado, incluso el pecado recurrente y habitual. Él entiende que somos humanos y que a veces “fracasaremos”, pero cuando continuamos en algo sabiendo que es pecado, esto es algo destructivo y contrario al tipo de carácter que Dios desea que desarrollemos. Sin embargo, cuando se trata de pecados que realmente se han convertido en malos hábitos, en comparación con los pecados que cometemos accidentalmente, es imperativo que nos esforcemos y decidamos cambiar.

Paso 1: Resuelva luchar contra el pecado

Para iniciar el largo proceso de superación de un pecado habitual, tenemos que hacernos una pregunta muy personal y vergonzosa: “¿Hasta cuándo seguiré quebrantando los mandamientos de Dios?”.

El hecho de que no hayamos superado este pecado en particular nos hace querer decir que “no podemos” y que “es demasiado difícil”. Como señalan muchos oradores motivacionales, muchas veces tenemos que preguntarnos si es un asunto que realmente no podemos, o que no lo haremos. Más veces de las que nos gustaría admitir, no haremos lo necesario para vencer un pecado en particular.

Por lo tanto, el primer paso es resolver que hemos vivido lo suficiente con este pecado habitual en particular y básicamente no lo vamos a soportar más. ¡Tenemos que decidir a empezar a luchar!

Paso 2: Hacerse responsable  

El siguiente paso es determinar a quién podemos contarle acerca de cualquier “recaída” futura. Dios y Jesucristo van a ser siempre nuestros socios más importantes y confiables. El elemento secreto y vergonzoso de este pecado habitual no resuelto, tal vez ha dificultado la oración o incluso hace que nos sintamos avergonzados. Debemos comprometernos a arrepentirnos humildemente ante Dios. Dios debe ser siempre el primero en enterarse de cualquier recaída inmediatamente después de ocurrir. Él es nuestro socio más valioso en nuestra lucha con pecados recurrentes. Él es plenamente capaz de ayudarnos a superar nuestro pecado, y comprende completamente nuestra debilidad humana.

Dios es plenamente capaz de ayudarnos a superar nuestro pecado, y comprende completamente nuestra debilidad humana.

El siguiente paso es encontrar un socio humano, alguien que sea misericordioso y compasivo. Puede ser un cónyuge, un amigo cercano, un ministro o un miembro de la familia. El hecho de tener un compañero humano que sepa con lo que estamos luchando, provee un sistema de apoyo que nos ayudará a superar este pecado.

Esto puede ser la parte más difícil del proceso, debido a la vergüenza que sentimos por nuestro pecado. Aun así, el tener un amigo con quien compartir esta lucha, nos ayuda a destruir el secreto y el “encubrimiento” que es característico de estos pecados habituales. El alcance y la frecuencia de lo que le decimos a esta persona depende de nosotros, pero tenemos que recordar que la persona está ahí para ayudarnos y apoyarnos.

¡Elija a esta persona cuidadosamente! La persona debe ser bondadosa, solidaria y comprensiva. Algunas personas, incluso algunos que afirman ser cristianos, literalmente “echarán la primera piedra” si se enteran de su pecado.

Cuando a Cristo le trajeron una mujer atrapada en el acto de adulterio, dijo lo siguiente: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Poco después le dijo a la mujer que fuera y no pecara más (Juan 8:2-11). Éste es un buen ejemplo de la clase de compañero que queremos encontrar: alguien que desea lo mejor para nosotros, pero que no quiere que pequemos más. Necesitamos a alguien que esté allí en todo momento, y que nunca se dé por vencido en apoyarnos siempre y cuando estemos comprometidos a cambiar.

Para obtener más información sobre el encuentro de Jesús con la mujer sorprendida en adulterio, lea “ Vete y no peques más ”.

Paso 3: Ser persistente y sacrificado para vencer el pecado

Así como el pecado habitual puede ser muy persistente en nuestra vida, los nuevos comportamientos que remplazan ese pecado recurrente deben ser igual de consistentes una vez que hayamos podido controlar el problema. Es importante avanzar un día a la vez, manteniendo los comportamientos positivos que agradan a Dios, en lugar de los comportamientos destructivos que hemos dejado atrás.

La superación no es fácil. Sin embargo, se puede hacer.

Para hacer esto, es posible que tengamos que sacrificar algunas cosas en nuestra vida, tales como rutinas pasadas, ideas acerca de lo que consideramos entretenimiento, ciertos círculos de amistad o cosas que actúan como un “detonante” para este pecado en particular. En este proceso de dejar ir algunas de estas cosas puede que nos sintamos enojados y frustrados, pero debemos recordar por qué los estamos haciendo.

Debido a la naturaleza de estos hábitos profundamente arraigados, probablemente habrá “recaídas”, pero lo importante es lo que vamos a hacer después de estas recaídas:

  • Es importante arrepentirse delante de Dios, quien es su compañero y socio más importante en esta batalla, y pedirle fortaleza para no pecar nuevamente. Estudie diligentemente la Biblia para obtener instrucciones acerca de cómo superar y evitar este pecado en el futuro.
  • Hable con su socio/compañero humano para discutir lo que salió mal y cómo evitarlo la próxima vez.
  • Integrar comportamientos de reemplazo positivos y efectivos en nuestras vidas.
  • Ore todos los días, y pídale a Dios que le dé su poder y fuerza para ayudarlo a vencer este pecado.

¡Esté decidido a seguir luchando contra el pecado!

La superación no es fácil. Sin embargo, se puede hacer. Todo comienza con entender cuánto Dios odia el pecado y cuánto nos ama y quiere que seamos como Él. Esto debería llevarnos a tener la determinación de vivir de la manera en que Dios quiere que vivamos, ¡ahora y para siempre!

Así es como puede vencer el pecado habitual. 

Puede leer más acerca de este tema, consultando los artículos en las secciones “Pecado” y “Arrepentimiento”.

Publicado originalmente el 15 de agosto de 2012; Actualizado el 3 de agosto de 2021.

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Acerca del autor

Eddie Foster

Eddie Foster

Eddie Foster nació en Ohio, y después de vivir en varias partes del noreste de los Estados Unidos, una vez más vive en Ohio, probablemente de manera definitiva esta vez. Vive en el área de Dayton con su esposa, Shannon, y su hija, Isabella. Ellos asisten a la congregación de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial de Cincinnati/Dayton.

Eddie es graduado en ciencias de la educación infantil de la primera y segunda infancia del Bluefield State College (West Virginia) y una maestría en patología del habla y el lenguaje de la Universidad de Cincinnati. Trabaja en escuelas públicas, atendiendo a estudiantes de primaria y secundaria con impedimentos de habla y lenguaje y tambien a niños con otras discapacidades.

También le gusta escribir, especialmente sobre temas que ayudan a la gente a luchar y ganar la batalla contra los pecados, que él cree son la causa principal de la miseria. Es un apasionado en compartir los métodos de “cómo hacerlo” y los conocimientos que ha aprendido mientras pelea sus propias batallas para vencer el pecado y aprender del Dios de amor y sabiduría.

En su tiempo libre, disfruta viendo películas épicas de ciencia ficción. También le gusta el debate respetuoso de diferentes ideas, el jazz y el ritmo y los blues de los 70´s, escribir poesía y tratar de llevar alegría a la gente a través de la risa.

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