Vida, Esperanza y Verdad

Enemigos de la fe: la preocupación

Por Ted Japhet

La fe viva es esencial para el crecimiento de nuestra relación con Dios. Pero la Biblia nos da una lista de enemigos peligrosos que atacan nuestra fe —uno de ellos es la preocupación.

El apóstol Pedro escribió acerca de siete características del carácter según Dios que un cristiano debe desarrollar en esa búsqueda de ser semejantes a Él (2 Pedro 1:5-7). Esas siete características del carácter son pasos hacia el ágape, el amor que Dios tiene y quiere que desarrollen todos los cristianos. Podemos ver que la base sobre la cual están construidos es la fe.

El autor del libro de Hebreos fue inspirado para dedicarle un capítulo entero al tema de la fe (Hebreos 11), y declaró categóricamente que sin la fe nadie puede agradar a Dios (v. 6).

Debería ser obvio entonces, que tener fe es crucial para la relación de cada uno de nosotros con Dios, además del crecimiento espiritual individual.

En las escrituras hay una lista de cuatro cosas que son enemigos de la fe. En otras palabras, si alguna persona alberga alguna de estas características negativas, su fe se puede atrofiar o incluso quedar invalidada totalmente.

Enemigo #1: la preocupación

En esta publicación de este blog vamos a hablar acerca del primer enemigo de la fe —el pensamiento ansioso o la preocupación.

“Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? (Mateo 6:30, énfasis añadido).

Jesús nos dice que todos aquellos que se preocupan tienen poca fe. ¿Por qué Él diría algo así? ¿Por qué la preocupación es un enemigo de la fe? Él mismo lo explica en los siguientes dos versículos:

“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo 6:31-32).

Dios conoce nuestras necesidades y si Él se comprometió a proveernos, ¿por qué habríamos de preocuparnos entonces? Si confiamos en que Dios nos va a proveer para nuestras necesidades entonces debemos permitir que lo haga en el momento y de la manera que Él disponga. No es necesario que quedemos atrapados en un estilo de vida lleno de preocupaciones.

Las consecuencias de la preocupación

Hay muchos estudios que se han hecho acerca de la preocupación y sus aliados, el estrés y la ansiedad. Sus efectos en nuestra salud y estado mental están bien documentados. Uno de estos artículos fue publicado hace algunos años en la revista Psychology Today [Sicología de hoy]:

“La ansiedad es parte del paquete de la vida. Es el resultado colateral de tener un cerebro que es capaz de hacer cosas tan arriesgadas como analizar el futuro. Un poco de ansiedad es buena, incluso necesaria, y un gran motivador para que planeemos bien y nos desempeñemos hábilmente. Pero demasiada ansiedad puede inhabilitar.

“Para millones de personas, la preocupación perturba la vida cotidiana, restringiéndola de alguna manera o incluso anulándola completamente. Aproximadamente un 15 % de los norteamericanos sufren de algún tipo de trastorno de ansiedad. Estos incluyen ansiedad en general, fobias específicas, trastorno obsesivo compulsivo y ataques de pánico. Como grupo, los trastornos de ansiedad constituyen el trastorno más común en el país” (“Cuando la preocupación toma el control” Psychology Today [Sicología de hoy]).

¿Qué podemos hacer cuando nos preocupamos?

Es fácil ver cómo un estilo de vida lleno de preocupaciones puede anular la fe, teniendo en cuenta lo que acabamos de leer. La preocupación es directamente interna. Los acontecimientos externos pueden ser detonantes que nos traen preocupaciones, pero la preocupación es interna. Sin embargo, nuestra preocupación puede hacer que tomemos alguna acción en contra de algo o de alguien y esas acciones pueden tener serias repercusiones.

La preocupación o el pensamiento ansioso es algo que nos afecta personalmente y también afecta nuestra relación con Dios y con otros seres humanos. Solo podemos hacer algo al respecto. ¿Qué podemos hacer?

Jesús nos dijo: “No os afanéis” (Mateo 6:34). En la mayoría de los casos es más fácil decirlo que hacerlo, pero aquí hay algunos consejos valiosos.

  1. Orar. Si vemos que nos empezamos a preocupar por algo, debemos orarle a Dios y pedirle que cambie nuestros pensamientos por unos que sean más positivos y que nos quite la ansiedad. Incluso si es una oración corta mientras vamos en camino hacia nuestro trabajo o mientras estamos almorzando, si estamos buscando agradarle a Dios, Él nos va a escuchar y nos va a responder. Debemos confiar en Él y tener fe en su poder y en el hecho de que Él nos tiene presentes siempre.
  2. Estudiar la Biblia y poner en práctica las lecciones. Lea y estudie pasajes en la Biblia que hablen acerca de las preocupaciones, de la ansiedad y de la fe. Los Salmos y los Proverbios contienen muchos versículos prácticos e inspiradores. Podemos ir delante de Dios con el libro abierto y pedirle que nos muestre que estudiar. Pídale ayuda para poner en práctica lo que aprende y así poder eliminar la ansiedad, la preocupación y el estrés de nuestra mente y nuestro corazón.
  3. Mirar a largo plazo. Un experto en la materia ofrece este sabio consejo acerca de poner las cosas en perspectiva: “Imagine que cualquiera que sea la circunstancia que usted está enfrentado no está sucediendo ahora si no un año más tarde. Después pregúntese así mismo, “¿Tiene esta situación la importancia que yo le estoy dando? Muy rara vez puede que sea así —pero la gran mayoría de las veces no lo es. Ya sea una discusión con su pareja, hijo, jefe, un error, una oportunidad perdida, la billetera perdida, un rechazo laboral, un tobillo torcido, las probabilidades son que dentro de un año a usted no le va a importar. Será un detalle irrelevante más en su vida” (Richard Carlson, Ph.D, No te preocupes por las cosas pequeñas... y son todas cosas pequeñas, p. 45).

Vencer la preocupación no será fácil, especialmente si ha sido un problema que ha venido creciendo durante mucho tiempo; pero puede ser una de nuestras metas diarias no dejarnos llevar por la preocupación y más bien enfocarnos en el amor y el cuidado que Dios tiene por nosotros.

¡Lo ve, así como la preocupación es un enemigo de la fe, la fe es un enemigo de la preocupación!

Éste es el primero de cuatro artículos de la serie “Enemigos de la fe”. Para la parte 2 de esta serie, lo invitamos a leer “Enemigos de la fe: el temor”.

Para más información acerca de la fe viva, lo invitamos a leer nuestra sección, “La fe: creer y agradar a Dios”.

Acerca del autor

Ivan Vera

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