El llamado de la eternidad
Hay un sonido particularmente evocador que puede escucharse en muchos lugares del mundo. Casi siempre me sorprendo y sonrío cuando lo escucho por primera vez. Desde Auckland hasta Áqaba, desde Long Beach hasta Lima, desde Mombasa hasta Mumbai, desde Zúrich hasta Zanzíbar, el sonido despierta en mí el reflejo de ir.
Me refiero al canto del género Larus, el llamado de las gaviotas.
No importa si en el lugar se habla árabe, cantonés, francés, swahili, portugués, tagalo o twi, el canto de las gaviotas es siempre el mismo. El primer recuerdo que tengo de ese llamado es de mi niñez en el Lago Michigan, donde me parecía algo local. Pero luego, lo oí en las cataratas del Niágara; y Bangkok; y el lago Lomond; y Le Havre. Mientras más viajaba, más asociaba el sonido con recuerdos exóticos.
Ahora, el sonido de las gaviotas proyecta en mi mente la imagen de todos los otros lugares donde lo he escuchado. Y con nostalgia, quiero volver a ellos. Mi corazón quiere ir.
Un anhelo en nuestro corazón
Cada vez que escucho ese llamado recuerdo también un anhelo que todos los seres humanos tenemos: “he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:10-11).
Ha puesto eternidad en el corazón de ellos. No queremos que nuestra vida termine. Queremos seguir viviendo, con salud y fuerza.
Pero no alcanza el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Queremos comprender la eternidad, qué es exactamente lo que está en juego. Queremos comprender el plan y los detalles de nuestra vida. ¿Por qué sucede esto o aquello? Estoy agradecido por lo bueno de mi vida, pero ¿por qué tengo que pasar por estas otras experiencias, a veces dolorosas? ¿Por qué las dificultades, frustraciones y confusión de la vida?
Nadie puede entender por completo el plan de Dios, sólo el panorama general que Él nos revela. Y aún quedan muchos espacios vacíos en el mapa.
Un plan para llevarnos a la vida eterna
Pero Dios ha puesto eternidad en nuestros corazones, un llamado a seguir adelante, a descubrir qué hay más allá del horizonte. Nuestro Padre nos muestra en su Palabra que Él es bueno y ha diseñado un plan para llevarnos a la eternidad. La eternidad es alcanzable.
Llegará un momento en que podamos entender todo el plan de Dios, “entonces conoceré como fui conocido” (1 Corintios 13:12).
Ese profundo anhelo de algo más, de ir a un lugar mejor, que todos sentimos cuando nos concentramos, es nada menos que el llamado de la eternidad.
¡Debemos escucharlo y decir voy!
—Joel Meeker