“Las cosas espirituales son lo primero”
El discurso anticipó el futuro e identificó el problema de fondo, pero no explicó cuál es la solución. ¡Necesitamos una nueva declaración!
Tuvalu. Svalbard y Jan Mayen. Comoras.
Incluso un estudiante de geografía serio podría tener dificultades para encontrar estos lugares. Pero para nosotros son lugares importantes, ya que ahí viven algunos de los suscriptores de Discernir y visitantes de nuestro sitio web Vida, Esperanza y Verdad.
Nuestros lectores provienen de prácticamente todos los países y territorios del mundo (Corea del Norte y el Sahara Occidental son notables excepciones). Tuvalu, por cierto, es una pequeña isla polinesia; Svalbard y Jan Mayen, un archipiélago e isla remota en el Océano Ártico; y Comoras, un país insular en el Océano Índico.
Debido a nuestro alcance global, nos esforzamos por trascender la diversidad de las políticas, ideologías y culturas del mundo. Aunque nuestra sede está en los Estados Unidos, intentamos no tener un enfoque cerrado, sino tratar temas que son comunes a toda la humanidad.
“A menos que nos aferremos a eso”
Por otro lado, la mayoría de nuestra audiencia se encuentra en Estados Unidos y para bien o para mal, es innegable que este país tiene una enorme influencia sobre el mundo entero. Por lo tanto, ya sea que usted sea ciudadano estadounidense o no, es prudente que observe lo que ocurre en esta parte del mundo.
Nuestro enfoque en Discernir es particularmente el camino moral, filosófico y cultural que Estados Unidos como nación está siguiendo, y la verdad es que nuestro nivel de preocupación va en aumento. ¿Por qué? La razón fundamental es una de esas cuestiones comunes a toda la humanidad.
Acercándose el aniversario número 243 de los Estados Unidos, es un buen momento para recordar el discurso pronunciado hace 93 años (5 de julio de 1926) por el presidente Calvin Coolidge. Los historiadores generalmente no consideran a Coolidge como un presidente excepcional, pero ese día, sus palabras fueron notablemente premonitorias.
“Vivimos en una era de ciencia y abundantes posesiones materiales”, dijo Coolidge frente a una multitud para conmemorar el 150 aniversario de la Declaración de Independencia. Pero luego advirtió: “Las cosas espirituales son lo primero. Y, a menos que nos aferremos a eso, toda nuestra prosperidad material, por abrumadora que parezca, se convertirá en un cetro estéril en nuestras manos... No podemos hundirnos en un materialismo pagano”.
Su discurso demostró una visión extraordinaria, pero lamentablemente, también una elaboración débil. Es difícil hablar de las cosas espirituales sin hablar de Dios, pero Coolidge no se atrevió a hacerlo. Su única referencia a Dios fue de forma indirecta, cuando habló de los padres fundadores que “fueron influenciados por un gran desarrollo espiritual”. De hecho, afirmó Coolidge, es a su Declaración que debemos nuestra riqueza.
Una “Declaración de dependencia”
En contraste, Abraham Lincoln no era de los que se avergüenzan y, algunas décadas antes, dio un mensaje presidencial que lo comprueba. Proclamando un ayuno nacional en 1863, Lincoln escribió: “Hemos sido los destinatarios de las bendiciones más selectas del cielo…Pero nos hemos olvidado de Dios.
“Nos hemos olvidado de la mano misericordiosa que nos mantiene en paz, nos abunda, nos enriquece y nos fortalece; y hemos imaginado vanamente, en el engaño de nuestro corazón, que todas estas bendiciones provienen de nuestra propia sabiduría y virtud superiores. Intoxicados de éxito ininterrumpido, nos hemos vuelto demasiado autosuficientes para sentir que necesitamos la redención y preservación de su gracia, ¡demasiado orgullosos para orar a Dios, quien nos hizo!”.
Lincoln además animó a los ciudadanos de su país a “humillarnos ante la Potencia ofendida, a confesar nuestros pecados nacionales y a rogar por clemencia y perdón”.
¿Hablaría así algún líder mundial en la actualidad? ¿Escucharía algún país un llamado como éste? Me temo que no. Pero sin importar dónde estemos, en países grandes o pequeños, éstas son cosas espirituales importantes que nos urge atender.
El mundo entero ha vivido independiente de Dios por demasiado tiempo. Hoy en día, necesitamos una nueva declaración, una “Declaración de dependencia” como aquella de la que Lincoln habló: “es deber de las naciones, así como de los hombres, reconocer su dependencia del poder supremo de Dios”.
¡Que todos decidamos tomar ese camino!
Clyde Kilough
Editor