El momento en el que fui astronauta
Varios casos divertidos de profesiones erróneamente identificadas me hicieron reflexionar en cómo las apariencias pueden ser engañosas.
Estrasburgo, Francia. Por las ventanas abiertas de un restaurante histórico, escuchábamos el murmullo del río en esa noche de verano. Al observar a la dueña, en una cena anterior, sabía que tenía un álbum privado de fotos de sus clientes famosos del que sólo mostraba unas pocas. La sorprendí al preguntarle podía mostrarme el álbum.
Ella me miró con curiosidad y me dijo con una cálida sonrisa: “Usted es el astronauta americano, ¿no?”.
Yo le devolví la sonrisa, pero evasivamente. El álbum apareció y disfrutamos de un servicio muy atento.
Isla de Mahé, Seychelles
Este lugar ha sido un refugio que tiene como objetivo el turismo de lujo, por lo cual hay pocos hoteles baratos, pero estábamos en uno de ellos, lejos de las zonas con más turismo. La pareja alemana que administraba el establecimiento me había estado observando subrepticiamente, ya que las personas interesadas en la revista de la Iglesia me habían estado llamando para concertar una cita.
Finalmente, la pareja me preguntó cuál era mi profesión. Yo respondí: “Soy pastor”. El hombre me dijo: “Usted vino solo, no va a la playa, los banqueros lo llaman; pensábamos que era un narcotraficante”.
St. Louis, Missouri
Estaba a punto de abordar un vuelo a París. Me encontré con unos antiguos compañeros de un programa de graduados. Mientras estaba tratando de mantener a mi familia con un sueldo de estudiante de posgrado, había hecho una interpretación en francés para una investigación del FBI. Era confidencial, pero el jefe de mi departamento tenía que saber por qué necesitaba ese tiempo libre, y eso causó curiosidad en la oficina. A pesar del tiempo, la curiosidad seguía presente.
Mis compañeros me preguntaron, ¿qué estás haciendo ahora? Nuevamente les dije que era pastor, ante lo cual ellos respondieron: “Oh, pensábamos que te habías convertido en espía”.
Collioure, Francia
Este pueblecito mediterráneo cerca de la frontera con España es un destino de días feriados y festividades del mundo, pero es muy raro que vayan americanos. Un año utilicé todo el tiempo acumulado de vacaciones que tenía y estuvimos varias semanas allí. Nuestra hija hizo nuevos amigos en la playa y sus padres sintieron curiosidad. ¿Quién era esta discreta familia norteamericana que hablaba francés y pasaba vacaciones en el sur de Francia?
En una cafetería, uno de los padres me empezó a hablar de un libreto que había escrito. ¿Podría darle una mirada? ¿Algún socio mío podría estar interesado? Él me preguntó: “Usted trabaja en Hollywood, ¿verdad?”.
Las apariencias externas
Éstas son historias verdaderas que me hacen reír. Es divertido tener la fantasía de ser un astronauta, un espía o un magnate de Hollywood. Eso también ilustra cómo las apariencias pueden ser engañosas. Sólo en ciertas situaciones conocemos la historia completa, así que normalmente llenamos los vacíos por medio de pistas visuales, experiencias del pasado y la imaginación, todo lo cual nos lleva a hacer suposiciones.
Dios, sin embargo, no confía en las apariencias. Él conoce a las personas, por dentro y por fuera. Él le dijo a Samuel: “Porque el Eterno no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Eterno mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
A largo plazo, uno no puede salir adelante con una actuación convincente y engañosa. El verdadero ser interior primero debe estar limpio. Jesús les dijo a los fariseos hipócritas: “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas 16:15). Éstas son palabras fuertes que se aplican mucho en nuestra época, en la cual las apariencias son las que predominan.
Entonces, cuando nos veamos en el espejo por la mañana, antes de que otros nos vean, sería sabio preguntarnos: “Cuándo Dios me vea hoy, ¿qué verá?”.
—Joel Meeker