Guiar nuestros pasos hacia el camino de la paz
Las aspiraciones de paz contrastan con la realidad de la guerra. No siempre va a ser así.
Yamusukro era una polvorienta aldea africana de 500 habitantes hasta que el presidente de Costa de Marfil, Félix Houphouët-Boigny, decidió hacer de su lugar de nacimiento la capital de la nación. Se construyeron estructuras masivas: la Cámara de Diputados, el Palacio Presidencial, una universidad politécnica, un imponente Hôtel du Président (Hotel del Presidente).
La Basílica de Nuestra Señora de la Paz
Pero lo más llamativo es la basílica católica de la ciudad, su construcción tuvo un costo de por lo menos 300 millones de dólares, provenientes de la fortuna personal del presidente. Fue construida para emular (y rivalizar) con la Basílica de San Pedro en Roma.
A medida que uno se acerca a Yamusukro desde cualquier dirección, la gigantesca cúpula se eleva claramente desde la sabana. En su interior hay espacio para 18.000 personas. La “basílica en el monte” se construyó en parte para conmemorar al constructor; en uno de los vitrales, el presidente está de pie junto a Jesús.
Presentada a la Iglesia Católica como un regalo personal, la iglesia fue consagrada por el Papa Juan Pablo II el 10 de septiembre de 1990, y fue llamada Basílica de Nuestra Señora de la Paz.
Una guerra civil sangrienta
Tres años más tarde, Houphouët-Boigny murió después de 33 años como presidente. El país tuvo que enfrentarse de repente a unas elecciones democráticas muy disputadas.
La riqueza generada por la estabilidad y las políticas económicas del presidente de larga data había atraído a muchos inmigrantes, en su mayoría musulmanes, provenientes de países vecinos de la nación previamente dominada por los cristianos. A principios del año 2000 había más inmigrantes que nativos.
Las tensiones aumentaban acerca de quién debía ser considerado ciudadano, quién podía presentarse a las elecciones y quién podía votar.
En el 2002 comenzó una guerra civil. Una década después de la dedicación de Nuestra Señora de la Paz, el país se hundió en una sangrienta guerra.
Durante un cese al fuego, crucé varias veces desde el territorio controlado por el gobierno al territorio rebelde para visitar a la gente interesada en la Biblia. Había armas por todas partes. Las ciudades habían sido arrasadas por los saqueadores; el miedo era evidente en muchos rostros.
La guerra se propagó, caliente y fría, hasta el 2011, cuando las “Nuevas Fuerzas” del norte, apoyadas por la comunidad internacional, finalmente conquistaron el sur.
Costa de Marfil, que había sido un ejemplo de éxito económico en la región, era simplemente una sombra de lo que fue. Los esfuerzos de reconstrucción están en marcha, y ahora hay nuevas esperanzas para el futuro de esta dinámica nación, pero las cicatrices permanecen.
El camino de la paz
Cada vez que paso al frente de Nuestra Señora de la Paz, pienso en una escritura de Isaías: “He aquí que no se ha acortado la mano del Eterno para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír… No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz” (Isaías 59:1-2, 8).
Ese pasaje resume gran parte de la historia de la humanidad. Anhelamos la paz, pero no sabemos cómo alcanzarla, y no estamos dispuestos a dar lo necesario para tenerla y mantenerla. Mientras que el hombre haga lo que a él le parece correcto, no va a conocer la paz.
Pero hay otra profecía, acerca de Jesucristo, que nos brinda esperanza.
Él vendrá “Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:79).
Hay un camino de paz, aunque la humanidad no puede encontrarlo por sí misma. La Biblia promete que Jesucristo, que pronto va a gobernar como Rey de Reyes, finalmente lo va a instaurar. Va a desaparecer la contradicción entre los enormes edificios dedicados a la paz que son testigos de un trágico derramamiento de sangre. Pronto todos seremos guiados por el camino de la paz.
—Joel Meeker