El león, el cordero y… ¿el gorila?
Con sus 180 kg de músculo sólido, el gorila me miró fijamente a los ojos. Hubo un momento de reconocimiento antes de que yo apartara la mirada. En la sociedad simiesca, mantenerle la mirada a un espalda plateada es más que descortés; es un desafío. Queríamos su permiso para quedarnos, y nos lo dio regresando a su desayuno después de observar a nuestro grupo de ocho respetuosos aventureros. Podíamos estar.
Los boscosos volcanes de Virunga, al noroeste de Ruanda, son uno de los pocos lugares en los que aún se encuentran gorilas beringei beringi. Al momento de mi visita, había menos de 400 ejemplares en todo el mundo. (Hoy hay casi 900.) Los gorilas de la montaña no se reproducen ni sobreviven en la cautividad, por lo que si desaparecen en su hábitat, se habrán ido para siempre.
Viajamos en auto durante dos horas antes del amanecer por caminos irregulares hacia el Parque Nacional de los Volcanes. Ahí nos asignaron a grupos de ocho, cada uno liderado por un guardabosques con un rifle. Los gorilas generalmente son amables. Los espalda plateada sólo pelean para defender sus harenes de hembras y a sus pequeños de amenazas directas. Pero el peligro era encontrarnos con algún elefante, búfalo, hiena, cazador o uno de los nativos causantes del genocidio de hace una década.
Paz y unidad
Subimos a pie por una ladera del volcán. Respirando fuerte a medida que nos acercábamos a los 3.600 metros de altura, comenzamos a sentir que nuestra ropa se mojaba con la garúa y la niebla. Poco a poco se llenaba de barro mientras nos resbalábamos y patinábamos cuesta arriba. De repente, ahí estaban: en un claro de la jungla, el Amahoro (pacífico) grupo con su Ubumwe (unidad) espalda plateada. El líder de la manada aceptó nuestra presencia y el reloj empezó a correr. Tendríamos 60 minutos para estar entre ellos.
Estos eran animales salvajes, pero increíblemente amables, y aceptaron nuestra presencia. Un curioso y joven espalda negra incluso se me acercó para mirar mi cámara, y llegó a tan sólo dos metros de distancia antes de volver. Luego, una joven madre con su bebé de un mes a la espalda caminó tan cerca de mí que nuestro guía me susurró un urgente “¡muévete!”. Yo sorprendido miré hacia atrás, y pude haberlos tocado, pero no lo hice. Si algo es percibido como una amenaza para un bebé esto agitaría incluso a un amable espalda plateada. Nada rompió el trance.
Una nueva visión del mundo de mañana
Mi sentimiento de unidad con la creación fue intenso; pacífico, de otro mundo, fascinante. De claro en claro, para mí la excursión se convirtió en una nueva visión del mundo de mañana, el Reino milenial de Jesucristo de armonía, seguridad y fascinación —de gozo. Incluso sus nombres eran adecuados: unidad, pacífico. Me recordaron las palabras de Isaías 11:6-9:
“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar”.
Ahora, cuando pienso en el Milenio, además del león y el cordero, imagino al gorila. Y no puedo esperar.
Descubra más acerca de este futuro tiempo de paz en nuestro folleto gratuito El Misterio del Reino.
—Joel Meeker
@JoelMeeker