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¿Paz en Jerusalén? ¡nos encantaría oír el plan!

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Puede ser muy inquietante, escalofriante incluso, caminar por un aeropuerto sabiendo que si hubiera estado ahí sólo 12 días antes estaría pisando los cuerpos de más de 100 muertos o heridos por granadas y armas.

Al menos ese domingo 11 de junio de 1972, pude caminar libremente por el aeropuerto de Lod. Pensaba en los 17 puertorriqueños que sólo pudieron dar unos pasos de su viaje soñado a la Tierra Santa. Ocho israelíes y un canadiense también murieron ese 30 de mayo en Tel Aviv.

Aún había agujeros de bala en las paredes del aeropuerto. Mi mente se llenó de imágenes que había visto antes en las noticias: sangre y cuerpos tirados justo donde yo estaba ahora. Para un cándido joven americano de 20 años, la masacre del aeropuerto de Lod fue sin duda una clara llamada de atención a la realidad de la vida en Medio Oriente, especialmente en Israel.

La carnicería había sido obra de un extraño trío. Los terroristas —que bajaron de su avión, desempacaron sus armas y comenzaron a matar a todo el que podían— pertenecían al Ejército Rojo Japonés. ¿Por qué alguien de Japón se involucraría en un conflicto como éste al otro lado del mundo?

El Ejército Rojo era una pequeña facción de anarquistas cuya meta era derrocar al gobierno japonés y liderar una revolución mundial. Otro grupo, con objetivos completamente diferentes —el Frente Popular para la Liberación de Palestina— los convenció de establecer su base en el Líbano, y desde ahí la pequeña banda se convirtió por un breve tiempo en uno de los grupos terroristas más temidos del mundo. Finalmente, el Ejército Rojo se deshizo, pero en su lugar surgieron otros “revolucionarios” dementes.

La pregunta más difícil para un revolucionario

Cuatro veranos antes, en su hit “Revolución”, los Beatles hablaron de la agitación política en el mundo. Algunas frases de su canción se quedaron dando vueltas en mi mente, y las recuerdo hasta hoy: “Dices que quieres una revolución, pues ya sabes, todos queremos cambiar el mundo” y, “Dices que tienes una verdadera solución, pues ya sabes, nos encantaría oír el plan”.

Esa siempre es la gran pregunta, ¿no?: ¿cuál es el plan? ¿Cómo se resolverán los problemas de la humanidad?

En 1976, Patricia Steinhoff entrevistó al único terrorista sobreviviente de la masacre del aeropuerto de Lod, Kozo Okamoto. Luego, Steinhoff escribió: “Cuando le pregunté qué clase de mundo imaginaba después de la revolución, sonrió y me dijo: ‘Esa es la pregunta más difícil para un revolucionario. La verdad es que no sabemos cómo será el mundo después’”.

Ellos, como muchos otros revolucionarios, lograron poco más que hacer sufrir a gente inocente con su absurda “revolución”. Una situación indescriptiblemente triste.

Paz en Jerusalén: ¿cuál es el plan?

Afortunadamente, nuestro verano en Jerusalén transcurrió sin incidentes. Pero aprendimos que la tranquilidad pende de un hilo en ese lugar.

El pasado junio, 44 años después, volvía a caminar por el aeropuerto de Tel Aviv, ahora llamado Aeropuerto Internacional Ben Gurion. Les conté a algunos amigos acerca de la masacre del aeropuerto de Lod, pero nadie la recordaba. Tantos terroristas, tantos ataques. Los recuerdos se borran fácilmente.

Durante las dos semanas siguientes, mientras volvía sobre mis pasos por Israel, sentía como resurgían las antiguas tensiones, especialmente en “la Ciudad Santa”. Es inevitable sentirlo cuando uno pasa por la Puerta de Damasco, por ejemplo, y se para donde hace poco varios civiles fueron apuñalados. Algunas cosas nunca cambian. ¿O lo harán?

El rey David vivió muy cerca de ese lugar, y casi 3.000 años antes escribió: “Pedid por la paz de Jerusalén”. Es increíble que esta excepcional ciudad haya sobrevivido todo este tiempo, considerando la manera en que los humanos nos hemos comportado. ¿Acaso no hemos aprendido que sólo Dios puede traer la paz que tanto necesita Jerusalén?

Dios dice que Él tiene una solución real. ¿Le gustaría oír su plan? Si la respuesta es sí, lea el artículo principal de este número, junto con el artículo “Añorando el hogar: la vida de un advenedizo”. Ambos explican el pasado, el presente y el glorioso y pacífico futuro de Jerusalén desde la perspectiva de la Palabra de Dios.

Clyde Kilough
Editor
@CKilough

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