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Transformación, no reforma

Según una reciente encuesta, sólo 41 por ciento de los estadounidenses dijo tener “mucha o bastante confianza” en la religión organizada, ¡es tiempo de un cambio!

Cualquiera esperaría que las instituciones que dicen representar a Cristo fueran de las más respetables del mundo. Sin embargo, una encuesta publicada por Gallup en junio de este año reveló que sólo 41 por ciento de los estadounidenses tiene “mucha o bastante confianza en la iglesia o la religión organizada”. Esto hace parte de una curva descendente que comenzó hace 40 años, y que no da señales de revertirse pronto.

Imagino que la misma tendencia se repite en otros lugares, especialmente en el mundo occidental judeo-cristiano.

Una falta de confianza vergonzosa

Hasta 1985, “la iglesia y la religión organizada” se tenían como la institución más confiable de las 14 incluidas en la encuesta anual de Gallup “Confianza en las instituciones”. Pero desde entonces, ha caído al cuarto lugar, quedando detrás del ejército, las pequeñas empresas y la policía.

En realidad, los resultados de toda la encuesta deberían desalentarnos. ¿Qué dice de una nación en que la mayoría de sus habitantes no confía en las instituciones que los guían y los gobiernan? La Corte Suprema, el sistema de educación pública, la presidencia, los bancos, el sistema judicial penal, los noticieros y las grandes empresas fueron peor calificados, ¡y el Congreso quedó en último lugar con sólo 12 por ciento!

Pero estas instituciones son distintas a la religión. ¡Ninguna de ellas dice representar a Dios! ¿Por qué están las instituciones religiosas sufriendo tan vergonzosa pérdida de credibilidad?

Una gran razón es la serie de horribles pecados y escándalos —desde escapadas sexuales de televangelistas hasta abuso sexual de niños por parte de sacerdotes y corrupción en encubrimientos de la iglesia— que ha devastado la confianza, el apoyo y la fe de la gente. Se supone que los líderes religiosos son quienes nos ayudan a superar —no a caer en— las peores debilidades de la naturaleza humana

Las duras palabras de Cristo a los hipócritas

Por otro lado, no hay nada nuevo bajo el sol. Cristo mismo dirigió sus palabras más duras a los líderes religiosos de su época, quienes actuaban piadosamente, pero eran, según Él los describió, hipócritas “semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos” (Mateo 23:27). Sus prácticas religiosas sin duda eran muy “organizadas”, pero su vida espiritual era un caos.

Incluso mucho antes del tiempo de Cristo, los profetas de Dios continuamente advirtieron que, si bien cada persona en lo individual era culpable de los pecados que destruían Israel, gran parte de la culpa recaía en sus líderes religiosos.

La Biblia está llena de advertencias acerca de los daños que se causan, incluyendo la pérdida de credibilidad, cuando un líder de la iglesia no vive según los estándares que predica.

Si Gallup pudiera encuestar a Dios

Es fácil entonces, (y no del todo injustificado) culpar a los líderes de la iglesia o la “religión organizada”, como algunos la llaman. Pero ya sea que seamos líderes, seguidores u observadores externos, debemos tener cuidado de no mirar sólo los errores de los demás. Recordemos que Dios también nos ordena a cada uno individualmente examinar profundamente nuestro corazón.

Con este fin, démosle un pequeño giro al concepto de “religión organizada” y hagámonos las siguientes preguntas, respondiendo con sinceridad:

1. ¿Están mis creencias (o las creencias de mi iglesia) realmente estructuradas según la Palabra de Dios?

2. ¿Están mi vida personal y mi comportamiento realmente estructurados según la Palabra de Dios?

O, en otras palabras: si Gallup pudiera encuestar a Dios, ¿diría Él que tiene mucha confianza en que yo verdaderamente lo represento a Él y a su camino de vida?

En este número de Discernir examinaremos la Reforma Protestante, que cumple su aniversario número 500. Demostraremos que tanto líderes como seguidores religiosos han fallado en el intento de responder a estas preguntas fundamentales. Por eso las encuestas indican que algo no anda bien —algo tiene que cambiar— con las instituciones y las personas que dicen representar a Dios.

Lo que el mundo necesita no es una reforma doctrinal humana de la iglesia, sino una transformación interna del carácter de cada ser humano dirigida por Jesucristo. Se necesita un cambio como el que Pablo describe en Romanos 12:2: “transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. 

Sólo entonces el verdadero cristianismo podrá comenzar a tomar su debido lugar de liderazgo espiritual en el mundo.

Clyde Kilough

Editor

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