La puerta del bien y del mal
Nuestro viaje a Berlín nos permitió vislumbrar la tendencia natural de la humanidad a inclinarse entre el bien y el mal.
Mi padre había querido visitar Berlín desde que era un adolescente, siguiendo el progreso de la Segunda Guerra Mundial en las noticias. Planeamos el viaje, y durante tres días caminamos por las calles del centro de Berlín. Él había investigado de tal forma que podíamos caminar de un sitio fascinante a otro sin tener que buscar en el mapa.
Impresionante en muchas formas
Actualmente Berlín es una impresionante ciudad de ciencia y cultura. El Museo de la Isla es uno de los más exquisitos centros de arte y antigüedades del mundo. El Museo de Pérgamo exhibe la Puerta de Ishtar de la Babilonia de Nabucodonosor y el Altar de Zeus de Pérgamo, ambos excavados por arqueólogos alemanes. Cerca está el salón de la Orquesta Filarmónica de Berlín, una de las tres mejores orquestas del mundo.
Pero Berlín también tiene huellas de su lado oscuro. Pudimos ver la Bebelplatz, donde los nazis quemaron infamemente 20.000 libros escritos por judíos y otros escritores prohibidos. La ubicación del bunker bajo tierra de Hitler ha sido acondicionada como estacionamiento, para impedir que el mal sea adulado. En el lugar de los cuarteles de la Gestapo ahora hay un museo llamado la Topografía del Terror.
Almorzamos en un restaurante en el último piso del Reichstag, en donde vimos fotos de los victoriosos soldados soviéticos que alzaban el martillo y la hoz sobre los escombros de una ciudad quemada.
Una puerta histórica
Me sentí especialmente impresionado por la historia de la Puerta de Brandemburgo. La terminaron en 1791 y fue hecha según el modelo de la puerta de Acrópolis en Atenas, y el soberano prusiano Friedrich Wilhelm II quería que representara la paz y el florecimiento de la cultura. Pero tan sólo 15 años después, Napoleón I la utilizó para llevar a cabo el desfile de victoria de la conquista y llevar la Cuadriga (un carro tirado por cuatro caballos en línea) para París como su trofeo de guerra. Ocho años después, la Cuadriga fue devuelta a Berlín luego de la derrota de Napoleón.
Cuando Hitler llegó al poder, la puerta se convirtió en un símbolo del partido Nazi, un mal que estremeció buena parte del mundo y causó la muerte de millones.
Después de la guerra, el maltratado monumento fue puesto en “la tierra de nadie”, en el muro entre Berlín del este y del oeste, como símbolo nuevamente de la división y la confrontación. Después fue el escenario de la petición de Ronald Reagan: “Sr. Gorbachov, ¡derrumbe este muro!”, la cual contribuyó a la reunificación. Ahora es un símbolo de una Alemania reunificada. Qué cosa represente en el futuro, nadie puede decirlo.
Huellas del bien y del mal
Hay huellas de mucho bien y mucho mal en esta sola ciudad, aun en un solo monumento. La Puerta de Brandemburgo fue, creo, un símbolo del camino del hombre apartado de Dios. Es el camino que la humanidad ha seguido desde que Adán tomara la terrible decisión en el Jardín del Edén, de ignorar las instrucciones del Creador y decidir por sí mismo lo que era bueno y lo que era malo.
Los resultados han sido una mezcla increíblemente caótica desde entonces: increíbles avances tecnológicos y culturales, acompañados de horrores implacables, crueldad sádica e insensible indiferencia ante la chispa divina de la vida humana.
Y esto continuará así hasta el día en que a toda la humanidad se le dé la oportunidad de escoger la obediencia y la vida. En esa época, la humanidad va a escoger sabiamente. Isaías predijo este tiempo que vendrá: “En aquel día mirará el hombre a su Hacedor, y sus ojos contemplarán al Santo de Israel” (Isaías 17:7).
Entonces no tendremos que sufrir la mezcla del mal con el bien. ¡Podremos disfrutar únicamente del bien!
–Joel Meeker