No lo sabía…
Nuestro mundo es un mundo de descontento. Pero un cambio de perspectiva puede abrirnos los ojos a las bendiciones que tenemos —ser agradecidos pude ayudarnos a descubrir cuán felices somos realmente.
Hace tiempo tuve la oportunidad de hacer una presentación audiovisual en la que describí mi trabajo en la obra francesa a un grupo de hermanos en Filipinas. Una de las cosas que más les impactó fue ver cómo vive mayoría de los miembros de los países pobres de África.
De hecho, varios de ellos me agradecieron al terminar la presentación. “Pensamos que nuestras vidas eran difíciles”, decían. Es más, creían que nadie en la Iglesia podía tener una vida más difícil que la suya. Pero ahora veían que estaban equivocados.
No sabían todo lo que tenían. Conocer otras realidades les hizo mirar sus vidas desde otra perspectiva y sentirse mucho más agradecidos.
Reconozcamos nuestras bendiciones
La mayoría de los seres humanos tendemos a dar nuestras bendiciones por sentado. Olvidamos fácilmente lo que tenemos y en cambio nos enfocamos en lo que desearíamos tener.
Visitar países tal vez más pobres que el nuestro sin duda nos abre los ojos a las bendiciones que hemos dejado de apreciar. Pero vivamos donde vivamos, Dios nos ha dado bendiciones que siempre conviene recordar y agradecer.
“No sabía que era feliz”
Una de las experiencias más conmovedoras que tuve en mis años como pastor en el este de Francia fue consolar a una familia cuya hija de 15 años había muerto tras ser atropellada por un conductor ebrio. Aún recuerdo cuando me senté junto a los padres desconsolados en la sala de estar de aquella vieja casa campestre.
Después de un rato, el padre simplemente dijo: “No sabía que era feliz”. No fue sino hasta verse sumido en angustia que se dio cuenta de que había dado por sentado que su hija había sido una gran bendición para ellos —había dado por sentada su felicidad.
Descontento vs. gratitud
El mundo en el que vivimos constantemente aleja nuestro enfoque de las bendiciones que tenemos y nos hace orientarnos en lo que soñamos tener. Mientras los políticos en campaña nos aseguran que merecemos más de lo que tenemos —y que si los elegimos ellos se encargarán de dárnoslo— las empresas utilizan elocuentes anuncios publicitarios para hacernos creer que “nos debemos a nosotros mismos” comprar cualquiera que sea su nuevo y mejorado producto. Todos parecen querer evitar que seamos felices con lo que tenemos.
No debería extrañarnos entonces que el rey David se recordara a sí mismo no dar por sentadas sus bendiciones: “Bendice, alma mía, al Eterno, Y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmos 103:2). De hecho, el resto del capítulo es un recuento de las bendiciones del salmista.
Como el apóstol Pablo advierte a Timoteo en una alarmante profecía, una de las señales de los tiempos del fin sería la ingratitud generalizada (2 Timoteo 3:2) —lo cual ya es un serio problema en nuestro mundo moderno. Pablo además explica que una de las principales causas de la maldad y el sufrimiento de la humanidad es la ingratitud e indiferencia del ser humano ante las bendiciones de Dios (Romanos 1:21).
La gratitud debería ser parte fundamental de nuestras oraciones diarias. Reconocer y recordar en detalle nuestras bendiciones nos estabiliza espiritualmente —y no hacerlo puede llevarnos a olvidar lo felices que somos.
¿Sabe usted lo feliz que es?
–Joel Meeker