El mundo pareciera estar desmoronándose. Pero analizar las tendencias mundiales y sus efectos a la luz de la profecía nos mostrará que aún hay esperanza.
En su discurso de apertura a la 69 Asamblea General de las Naciones Unidas, el secretario general Ban Ki-moon advirtió que “la luz de abrocharse el cinturón” del mundo está encendida.
“Este año el horizonte se ve oscuro. Nuestros corazones están abatidos por atroces actos de violencia y muerte de gente inocente”, dijo ante los líderes de 193 países. “Es la primera vez que hay tantos refugiados, desplazados y solicitantes de asilo en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Nunca antes se había necesitado tanta ayuda de las Naciones Unidas para enviar alimento, refuerzos y otros suministros básicos a lugares en estado de emergencia.
“Con tantas crisis ocurriendo una tras otra y enfermedades propagándose, cualquiera diría que el mundo se está desmoronando. Pero el liderazgo se trata precisamente de encontrar semillas de esperanza y hacerlas crecer hasta convertirse en algo más. Ése es nuestro deber. Ésa es mi invitación para ustedes hoy” (24 de septiembre de 2014, www.un.org).
Para muchos, el mundo ciertamente parece estar desmoronándose frente a nuestros ojos. El Secretario general trató varios de los problemas mundiales más alarmantes: epidemias, los efectos de las guerras provocadas por el extremismo y conflictos religiosos y el hambre. Estos son los temas que sin duda llenarán las portadas de los diarios en el 2015. Y, como veremos, estos males crecientes también reflejan el cumplimiento de las profecías de Jesucristo para los tiempos que anteceden a su regreso, cuando vendrá a la Tierra para rescatar a la humanidad y traer verdadera paz.
La epidemia más temida es el reciente brote de Ébola. Esto probablemente se debe a la terrible naturaleza de la enfermedad, que destruye el sistema inmunológico, provoca sangrados internos y hace explotar a las células.
El virus del Ébola se descubrió en 1976, y desde entonces ha habido más de 20 brotes con diferente número de afectados en el continente africano. Pero el peor de todos ha sido el del 2014, pues afectó regiones urbanas de países del este de África, facilitando que personas afectadas viajaran a los Estados Unidos y Europa. Para fines de octubre del 2014, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había reportado 13.676 casos de Ébola confirmados, probables y sospechados en el mundo —y la epidemia continúa.
Pero, por supuesto, el virus del Ébola no es la única epidemia preocupante en el mundo. Para fines de octubre del 2014, se habían confirmado 852 casos del Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS), con al menos 301 muertes relacionadas. Si bien la mayoría de ellos ocurrió en nueve países del Medio Oriente también se reportaron casos en otros 13 países, incluyendo Francia, Reino Unido y los Estados Unidos (cdc.gov).
Además, en los últimos 12 años ha habido 668 casos de la última cepa del virus de gripe aviar en 16 países; 393 de ellos fueron fatales, lo cual resultó en una tasa de mortalidad de 59 por ciento.
Lo más alarmante de las enfermedades virales es su propensión a mutar. Siempre existe la posibilidad de que el virus del Ébola mute hasta permitir su transmisión por aire, peligro del cual Anthony Banbury, jefe de la misión del Ébola de la ONU, alertó al público en octubre del año pasado.
También puede ocurrir que un virus aumente su fatalidad, tal como sucedió en la gran epidemia de 1918-1919. En esa ocasión, el virus llegó a actuar tan rápido que la gente podía sentirse bien en la mañana y haber muerto por la noche. Entre 20 y 40 por ciento de la población mundial se vio afectada, y hubo cerca de 50 millones de víctimas fatales.
¿Cómo podría afectarle?
Con todas las facilidades que ahora hay para ir de un país a otro, estas “lejanas” epidemias están a sólo 24 horas de distancia. Y, dado que los períodos de incubación pueden durar semanas, cualquiera podría llevar consigo el virus sin saberlo. Las enfermedades se transmitirán cada vez más rápido, llegarán más lejos y dejarán menos lugares exentos.
El mundo entero ha estado observando horrorizado cómo el despiadado grupo de militantes extremistas que se hace llamar Estado Islámico se apodera de grandes territorios en Siria e Irak. Decapitaciones públicas, ejecuciones en masa y otras barbaries sin duda han centrado la atención de todos en este conflicto.
Por otro lado, la constante pugna entre Israel y Hamas en Gaza y Hezbolá en el Líbano, pareciera no tener fin.
Y, recordando los escenarios europeos pasados, Rusia incitó una sublevación en ciertas partes de Ucrania, envió tropas para anexar Crimea a su territorio y disimuladamente tomó control del territorio ucraniano. Tal abuso de poder contra un país europeo soberano dejó ver la incapacidad, o al menos el desinterés, de los países occidentales para defender a los suyos, fortaleciendo la convicción de algunos de que aún es posible obtener frutos de la fuerza bruta.
En agosto del 2014, The Independent publicó un artículo donde se dice que es mucho más fácil contar los países en paz que los países en conflicto. El artículo cita un estudio del Instituto de Economía y Paz donde ¡sólo 11 de los 162 países participantes estaban libres de conflicto!
De hecho, según el reconocido experto en seguridad internacional Robert D. Kaplan, el mundo ha entrado en una era de “guerra eterna” en que ya no habrá tratados de paz y los conflictos no cesarán (“Guerra eterna”, stratfor.com).
¿Cómo podría afectarle?
Con el aumento continuo de grupos extremistas que usan la violencia para hacerle propaganda a su insurgencia y personas que se radicalizan por la propaganda religiosa, conflictos que ahora nos parecen ajenos poco a poco irán acercándose a lugares que antes eran seguros.
Noticias de bombas, tiroteos, apuñalamientos e incluso decapitaciones de gente inocente en distintos países de occidente evidencian la reciente tendencia de algunos sicópatas a identificarse con conflictos militares que ocurren en otros lugares. El sentido de alerta y la preocupación —si no el miedo— se harán cada vez más evidentes en nuestra vida.
En julio del 2011, Ban Ki-moon escribió: “La gente muere de hambre en el Cuerno de África. Una combinación fatal de conflictos, alzas de precios y sequía ha dejado a más de 11 millones de personas en una situación desesperada”.
Aunque actualmente ése es el lugar con mayor riesgo de hambruna en el mundo, hay muchas otras regiones que le siguen de cerca. Corea del Norte, por ejemplo, se sustenta con mucha dificultad, y las regiones al sur del desierto del Sahara tienen constantes sequías que destruyen sus cosechas y provocan escasez de agua.
Lamentablemente, una de las consecuencias del Ébola en los países más afectados será el hambre. Según el Daily Mail, “El Ébola podría causar una gran crisis alimenticia en África si no se controla pronto. Una organización de las Naciones Unidas ha advertido que las granjas abandonadas y la interrupción del comercio ya han dejado a millones de personas en una situación extrema en los países más afectados. El sistema internacional de advertencia de hambruna proyecta una crisis de gran envergadura si los casos de Ébola siguen aumentando exponencialmente, y la ayuda de la ONU aún no alcanza ni a 750.000 de las personas que necesitan comida en el este de África”.
Por otro lado, aunque no es tan notoria como el hambre, la desnutrición también es un problema constante en el mundo. Según el Programa Mundial de Alimentos, una persona está desnutrida cuando “su alimentación no proporciona las calorías (energía) necesarias para cubrir las necesidades fisiológicas mínimas de una vida activa”, y “actualmente hay 842 millones de personas desnutridas en el mundo, la mayoría de ellos provenientes de países en desarrollo” (wfp.org).
Cerca de mil millones de personas son incapaces de llevar una vida normal por falta de alimento.
¿Cómo podría afectarle?
La desnutrición y el hambre debilitan el cuerpo haciéndolo presa fácil de enfermedades, incluyendo las epidemias. Una de las razones por las que el brote de Ébola ha sido más nocivo en África que en otros lugares es que el sistema inmunológico de muchos africanos está debilitado por la falta de alimento. Y, como dijimos, aun las epidemias aparentemente lejanas pueden llegar a cualquier parte del mundo. La escasez de comida tendrá un impacto cada vez mayor en el mundo.
Según un estudio del centro de investigación Pew, el 2012 fue el sexto año en que la hostilidad religiosa ha alcanzado proporciones preocupantes —y la tendencia parece continuar.
Uno de los factores es la presión, o más claramente, opresión gubernamental. Aproximadamente un tercio de los países del mundo tiene fuertes restricciones religiosas y, debido a la distribución de la población, esto significa que “más de 5,3 mil millones de personas (76 por ciento de la población mundial) vive en países con un alto o muy alto nivel de restricción religiosa, aumentando de 74 por ciento en el 2011 y de 68 por ciento a mediados del 2007”. La mayoría de estos países pertenecen al Medio Oriente y Asia (pewforum.org).
Otro factor importante es la presión social.
Tanto el humanismo secular, como el hedonismo y el creciente desinterés por la religión organizada están logrando que muchos cristianos practicantes se cuestionen principios fundamentales del cristianismo.
Creencias como la santidad del cuerpo y del matrimonio y los roles del hombre y la mujer en la iglesia y el hogar están ahora bajo enorme presión social para acomodarse a la opinión pública. Y lo que hoy se considera como “comportamiento cristiano” dista mucho de lo aceptado en generaciones anteriores —y mucho más de lo que Jesucristo mismo enseñó.
¿Cómo podría afectarle?
Lo más seguro es que la hostilidad religiosa siga avivando muchos de los conflictos actuales, lo cual afectará al mundo entero con un incremento en los ataques e intentos de ataques terroristas, organizados o no.
En Occidente, la presión social (y tal vez incluso gubernamental) seguirá aumentando contra aquellos que se apegan a las enseñanzas bíblicas tradicionales, y cada vez será más difícil practicar la verdad de la Biblia; cada vez se requerirá de más y más fuerza y valor para hacerlo.
Asombrosos paralelos
Existe una fascinante coincidencia en el discurso de Ban Ki-moon acerca de estas alarmantes tendencias mundiales (epidemias, guerra, escasez, y confusión y conflictos religiosos): Cristo advirtió acerca de cada una de ellas en el tiempo anterior a su segunda venida.
Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús, “¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”, Él respondió:
“Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:3-8).
La primera señal de su regreso sería el engaño religioso —la existencia de personas que se hacen pasar por representantes del Mesías pero alejan a la gente del verdadero cristianismo. Esto es exactamente lo que ahora sucede con el cristianismo moderno: los “cristianos” se alejan cada vez más de las verdaderas enseñanzas bíblicas para adoptar doctrinas y comportamientos permisivos y socialmente aceptables. Hacer esto también es una manera de tergiversar a Cristo y sus enseñanzas hasta llegar al punto de la herejía —es otra forma de remplazar al verdadero Cristo por uno falso.
Jesús también habló de guerras y rumores de guerra, hambres y epidemias, describiéndolos como “principio de dolores”. Aunque estos males siempre han existido, el hecho de que Cristo los mencionara en el contexto del “fin del siglo” significa que irán aumentando hasta alcanzar magnitudes impresionantes.
Esta profecía además nos permite entender mejor las impresionantes imágenes que encontramos en Apocalipsis 6, donde los eventos que van a ocurrir son representados por sellos en un rollo. Los primeros cuatro sellos representan a los cuatro jinetes del Apocalipsis, que a su vez coinciden con las señales que Jesús profetizó.
Pero lo más interesante es que, sin hacer referencia a la Biblia, un hombre ilustre como Ban Ki-moon vea con tal claridad el cumplimiento de las señales anunciadas por Cristo hace más de 2.000 años —señales que anuncian su regreso a la Tierra. Como Cristo dijo, estas señales se hacen cada vez más evidentes para todos.
Al parecer, en el 2015 el mundo seguirá avanzando por su alarmante camino hacia “el fin del siglo” —el fin de los gobiernos y sistemas humanos como los conocemos. Sin embargo, esto también significa que cada vez nos acercamos más al establecimiento del Reino de Dios, cuando finalmente “aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30).
Ésa es la única “semilla de esperanza” real para el futuro. (Conozca más acerca de este maravilloso futuro en nuestro folleto gratuito El Misterio del Reino.)
Sin duda, estamos en tiempos decisivos —tiempos que nos llaman a discernir.