De la edición Enero/Febrero 2015 de la revista Discernir

El mensaje del Mesías: el evangelio del Reino

¿Cuál fue el mensaje que Jesucristo trajo a la Tierra y cuáles fueron los temas principales que trató? Éste es el primero de cinco artículos que escribiremos para responder estas importantes preguntas.

El Nuevo Testamento comenzó a escribirse hace aproximadamente dos mil años, en el mismo momento en que los judíos esperaban la venida del Mesías —“ungido” en hebreo (Mateo 11:3; Lucas 3:15). Pero, ya que Moisés había anunciado la venida de un profeta “como él”, muchos esperaban a un poderoso líder religioso que los llevara hacia un renacimiento espiritual (Deuteronomio 18:15; Lucas 1:68-69; 2:25, 30, 38).

Otros, a un “Hijo de David” que los librara de la opresión romana, elevara el prestigio de la nación judía y estableciera su trono en Jerusalén (Mateo 21:9; 22:42). Es por esto que, en cierta ocasión, algunos incluso estaban tramando “apoderarse de [Cristo] y hacerle rey” (Juan 6:15).

Pero cuando Cristo (“ungido” en griego) vino a la Tierra en la forma de un humano llamado Jesús, la mayoría de los líderes religiosos judíos no creyó que Él pudiera ser el Mesías. Para ellos, Cristo no era más que un joven presuntuoso que se la pasaba desafiando su autoridad y nunca había mostrado potencial para librar al pueblo ni establecer un trono.

El mensaje de Jesús

Contrario a las expectativas de los patriotas judíos, Cristo vino a la Tierra para predicar “el evangelio [buenas nuevas] del reino de Dios” (Marcos 1:14). En lugar de iniciar un movimiento político y restaurar la grandeza de Israel, el Mesías se dedicó a pregonar su importante mensaje: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (v. 15).

Por supuesto, hubo quienes sí creyeron lo que decía. Muchos ya habían escuchado el mensaje de arrepentimiento (un cambio de comportamiento) de Juan el Bautista quien preparó el camino para el mensaje de Jesús, y tanto el Nuevo Testamento como la historia secular comprueban que el evangelio de Cristo tuvo buenos frutos. El establecimiento de la Iglesia de Dios y sus esfuerzos por cumplir su comisión son un claro ejemplo de esto (Mateo 28:19-20).

Como la historia demuestra, el cristianismo original resistió firmemente persecuciones y espada. Pero sólo unas décadas después de la muerte de Cristo, surgieron falsos maestros “cristianos” que se empeñaron en destruir lo que Él había transmitido e inculcado a sus discípulos con tanto esfuerzo.

Hoy en día, el cristianismo moderno ha hecho a un lado muchos aspectos del mensaje del Mesías. Y, lamentablemente, estos errores u omisiones no siempre se reconocen y corrigen con prontitud, pues las revisiones de la doctrina original a menudo son consideradas como interpretaciones “maduras” de un cristianismo “primitivo”.

¡Qué triste, absurdo y arrogante es pensar que el mensaje de Cristo necesitaba de mejoras o cambios para que su Iglesia creciera! Esta idea es claramente refutada por Judas, uno de los medio hermanos de Jesús, que escuchó y aceptó el evangelio tal como fue predicado por Cristo.

La fe una vez dada

Sabiendo que algunas personas intentaban tergiversar las enseñanzas de Jesús, Judas instó a los cristianos del primer siglo —y también nos exhorta a nosotros— a rechazar firmemente cualquier doctrina falsa.

“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 1:3-4, énfasis añadido).

Además de comprobar la existencia de hombres impíos que trataron de cambiar el mensaje de Cristo a fines del primer siglo, estos pasajes demuestran que negar el evangelio que Dios transmitió a través de su Hijo es igual que negar “a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 1:4; Juan 17:8).

Al igual que Judas —y a pesar de que su trabajo era llevar el cristianismo a los gentiles (no judíos)— Pablo predicó el mismo evangelio que el resto de los apóstoles predicaron: el evangelio original y auténtico de Jesucristo. Es más, en 1 Tesalonicenses 2:14 el apóstol aconsejó a los gentiles a “ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea”. Y Pablo también sabía que había hombres malvados intentando “pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:7).

Veamos en qué consiste el mensaje que Cristo predicó: el evangelio del Reino de Dios.

El evangelio de Jesucristo vs. el evangelio del Reino de Dios

El hecho de que Cristo predicara “el evangelio del reino de Dios” fue en parte novedoso y en parte no (Marcos 1:14). Por un lado, la profecía de un futuro Reino gobernado por el Creador se conocía desde que Dios la inspiró a los profetas del Antiguo Testamento (2 Pedro 1:21; Isaías 9:7; Daniel 2:44; 7:18, 27); pero nunca antes se había visto que Cristo mismo predicase el mensaje como un ser humano de carne y hueso.

Lamentablemente, una de las mayores distorsiones que ha sufrido el mensaje del Mesías tiene que ver con su contenido. La pregunta que debemos hacer es si se trata del “evangelio de Jesucristo” o el “evangelio del reino de Dios” (Marcos 1:1, 14). Pero en realidad es muy sencillo: Cristo era “el mensajero del pacto” enviado por Dios el Padre para transmitir su mensaje (Malaquías 3:1, Nueva Versión Internacional; Juan 3:34; 14:10; 17:18). Obviamente, también vino para morir por los pecados de quienes se arrepientan de corazón, dándoles acceso al Espíritu Santo y a convertirse en hijos de Dios en su Reino eterno (Efesios 1:7; Hechos 2:38; Juan 1:12; Lucas 12:32).

Y, como nuestro Salvador y Rey del futuro Reino de Dios, Cristo tiene un rol fundamental en el cumplimiento de su mensaje (Apocalipsis 11:15; 19:16). Pero el evangelio no se limita a su persona —saber quién es y qué ha hecho Jesucristo no salvará a nadie. Puede que “aceptemos a Cristo en nuestro corazón” (como muchos dicen), pero, si no vivimos conforme a la ley de Dios, simplemente no recibiremos sus maravillosos beneficios, incluyendo la vida eterna. No basta con saber que Cristo es el Señor, también debemos hacer la voluntad del Padre (Mateo 7:21).

El verdadero evangelio incluye a Jesucristo, lo que Él ha hecho, lo que espera de nosotros y lo que ocurrirá cuando vuelva para establecer el Reino de Dios en la Tierra. “El evangelio de Jesucristo” y “el evangelio del reino de Dios” no nos dan dos mensajes diferentes; el evangelio de Cristo es el evangelio del Reino de Dios.

Desaparición del mensaje de un reino literal

No basta con saber que Cristo es el Señor, también debemos hacer la voluntad del Padre.Aún así, el cristianismo moderno generalmente se enfoca sólo en la persona y vida del Mesías y deja de lado el mensaje del futuro Reino de Dios y lo que debemos hacer para estar en él.

¿Cómo desapareció esta enseñanza de Cristo sobre un reino literal del cristianismo? En su libro The History of the Decline and Fall of the Roman Empire [Historia del declive y caída del Imperio Romano], el historiador inglés Edward Gibbon nos da la respuesta.

Basados en la “antigua y popular doctrina del Milenio”, los primeros cristianos creían que serían resucitados y transformados a vida espiritual para reinar por mil años con Cristo en la Tierra tras su regreso (Chapter XV: Progress of the Cristian Religion Part IV [Capítulo XV: Progreso de la religión cristiana, parte IV]).

Pero, aunque en su momento esta doctrina impulsó enormemente el “avance de la fe cristiana”, los creyentes poco a poco la olvidaron.

“Primero, la doctrina del Reino de Jesucristo en la Tierra pasó a verse como una profunda alegoría; luego, poco a poco empezaron a verla como una opinión dudosa e inútil, hasta que finalmente fue rechazada como una invención absurda, herética y fanática” (ibídem).

El próximo artículo de esta serie abordará el primer elemento clave del mensaje del Mesías: "El Reino de Dios se ha acercado" (Marcos 1:15). Si desea saber más acerca de este tema, no dude en descargar el folleto gratuito El Misterio del Reino. También le invitamos a leer el artículo sobre el Milenio y los artículos de la sección “El Reino de Dios” que podrá encontrar en nuestro sitio web VidaEsperanzayVerdad.org.

Recuadro: El principio del evangelio de Jesucristo

Según los expertos, Marcos es el más antiguo de los cuatro Evangelios neotestamentarios —Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Y, al igual que los demás evangelistas, el autor de este libro presenta un detallado recuento de las enseñanzas de Cristo sobre “el evangelio del reino de Dios” (Marcos 1:14). Uno de los puntos clave para comprender mejor su relato se encuentra en el comentario inicial del libro.

En Marcos 1:1 leemos: “principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”, lo cual se asemeja bastante a la introducción del Antiguo Testamento —“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Marcos claramente sabía que estaba escribiendo sobre un nuevo “principio”, uno marcado por la predicación del importante y esperanzador mensaje que el Hijo de Dios traía a la humanidad.

Utilizar el mismo lenguaje de Génesis 1:1 era una manera de mostrar que el principio del evangelio de Cristo estaba dando inicio a otra era, otro “principio” del que Dios también era gestor. Y, consciente de su profundo significado, Marcos registró el evento esmeradamente.

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