By the Way With Joel Meeker

La vista desde arriba

La impresionante vista desde el edificio más alto del mundo me ayudó a comprender un panorama mayor desde otra perspectiva.

Nuestro barco iba entrando al golfo pérsico (hacia el este del Estrecho de Ormuz) cuando sentí el fuerte viento correr desde la península arábica. En tierra me esperaba mi amigo Benjamín, quien vive en Dubái y me daría un tour por los Emiratos.

Tomamos un ferry desde el Arroyo de Dubái, con su heterogénea colección de veleros árabes y barcos cargueros, pasando por las enormes islas artificiales el mundo y la palmera, y finalmente desembarcamos en el ultramoderno puerto deportivo. El cambio de los antiguos edificios y las toscas embarcaciones por los modernos rascacielos fue como viajar en el tiempo.

La vista más privilegiada

Tras el límite sur de esa acaudalada ciudad se encuentra el desierto que conduce a Omán y a Arabia Saudita. El mejor lugar para observar ese paisaje es indudablemente la plataforma de observación (“At the Top” [Desde arriba]) del edificio más alto de mundo, el Burj Khalifa, que está a 829,8 metros de altura. En un día despejado, desde ahí se ve la costa de Irán hacia el norte, y la vista privilegiada permite ver una línea nítida entre la ciudad y el desierto.

Cuando estuve ahí, me percaté de que el cambio de perspectiva hace evidentes algunas cosas que son invisibles desde abajo. El archipiélago El mundo, un montón de sombras indistinguibles cuando se ven a nivel del mar, es impresionantemente grande visto desde arriba. Y las piscinas, fuentes gigantes, autopistas y canales que atraviesan la ciudad se revelan en toda su complejidad.

Lo que vemos no es todo lo que hay

Esta perspectiva única, pensé entonces, debe ilustrar muy bien lo ciegos que somos hacia muchos aspectos de nuestra vida diaria. Nuestra visión está limitada según el punto desde el cual miramos.

En su libro, Pensar rápido, pensar despacio, el ganador de Premio Nobel, Daniel Kahneman habla acerca de un fenómeno al que llama “lo que vemos es lo que hay”. Nuestra cognición, explica Kahneman, tiene una inclinación innata a asumir que lo que podemos ver sobre una determinada situación es todo lo que existe, y no hay nada más que considerar.

En teoría, todos sabemos que eso no es cierto. Pero día tras día sacamos conclusiones como si lo fuera.

Mirando desde arriba

Dios, en cambio, sí lo ve todo. Él ve desde arriba, tanto física como espiritualmente, cosas que nosotros simplemente no podemos ver. “Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas” (Eclesiastés 11:5).

Dios nos observa desde arriba, en parte para ver cuánto nos esforzamos por trascender nuestro razonamiento humano —cuánto nos concentramos en aquello que sólo podemos imaginar. “Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscara a Dios” (Salmos 53:2).

Es un desafío constante para nosotros, pero claramente es importante para nuestro Creador. Y si nos esforzamos, en nuestra mente podemos escapar de los ásperos lazos del mundo y ver aunque sea destellos de lo que Dios ve.

Así viviremos “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18). Y un día, Dios promete que nosotros también podremos ver las cosas desde su perspectiva —“seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).

 –Joel Meeker

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