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Reencuentro familiar

La humanidad perdió contacto con su Padre desde hace mucho tiempo. Pero muy pronto nos reuniremos con Él.

En este momento hay cuatro programas grabados en mi televisor que casi me piden a gritos que los vea —lo cual probablemente haré pronto. Pero no los veré todos seguidos porque, como le digo a mi esposa cada vez que veo un episodio, “¡Mis emociones no aguantan ver más de uno a la vez!”. Sin embargo, mi esposa y yo seguimos viendo y grabando cada episodio que podemos.

¿Alguna vez se ha topado de casualidad con un programa desconocido que termina por cautivarlo? Tal vez sólo pasaba de canal en canal, se detuvo por unos minutos, y luego quedó simplemente absorto. Eso fue justo lo que sucedió en nuestra casa hace algunos meses con el programa Long Lost Family [Familia perdida].

Long Lost Family es la versión americana de un galardonado programa inglés que salió al aire en el 2011. En cada episodio se muestra a un par de personas que intentan reestablecer contacto con parientes perdidos desde hace tiempo —generalmente padres o hijos, pero a veces también hermanos.

Directo al corazón

Los anfitriones del programa tienen mucha empatía. De hecho, ellos mismos fueron separados de sus padres o adoptados de niños, y ya han recorrido el difícil camino de la reconciliación o el reencuentro con sus padres biológicos.

Luego de relatar la historia detrás de cada caso, el anfitrión se dispone a buscar al padre o hijo perdido. Nuestros corazones inevitablemente saltan varias veces mientras lo hace, como cuando le dice a una mamá que su hijo, ahora adulto, la está buscando, o a un hijo que su padre está vivo y quiere verlo. Pero nada llega tan directo al corazón como el momento del reencuentro —es como una “reunión familiar” a otro nivel.

Este programa no es un típico reality show forzado ni se trata de un juego. Es tan real como podría serlo. Nadie sería capaz de ensayar, planificar o fingir el espontáneo flujo de emociones que las personas dejan salir cuando vuelven a encontrarse. Y los reencuentros siempre están acompañados de una carga emocional acumulada durante años: dolor por rechazos pasados, miedo de rechazos futuros, lamento, culpa, dudas de identidad o de por qué una de las conexiones más importantes en la vida (padre e hijo) se rompió.

La lluvia de emociones

Además, cada historia es diferente. Algunos fueron bendecidos con una vida buena; otros sufrieron terriblemente. Algunos están bien adaptados; otros tienen muchas cicatrices emocionales. Pero todos comparten el vital y frustrado deseo de reunirse con su sangre.

Para estos adultos con tan profundos vacíos emocionales, simplemente no hay forma de anticipar gradualmente la reunión. Los anfitriones tratan de ayudarlos entregándoles una carta de la otra persona, pero nada los prepara —tampoco a la audiencia— para la lluvia de emociones que se manifiesta cuando la puerta se abre y los participantes se vuelven a ver.

No me molesta admitir que cuando los veo acercarse el uno al otro, yo me acerco a la caja de pañuelos que está a mi lado. No he podido ver ni un solo episodio sin derramar varias lágrimas.

Algún día… reunidos con Dios

Pero lo más emocionante para mí es la conexión que veo entre este programa y el plan de Dios. Cada episodio me confirma que los seres humanos tenemos el profundo deseo y la necesidad de estar con nuestra familia.

¿Por qué? La respuesta corta es que Dios nos hizo así. Él es nuestro Padre y nosotros sus hijos, y las conexiones familiares que sentimos humanamente simplemente son extensiones de la conexión que Él siente con nosotros. Dios claramente revela en su Palabra que Él desea reunirse con sus hijos —y pronto lo hará (2 Corintios 6:18).

En este número de Discernir dedicado a la familia, nos complacemos en ofrecer algunos consejos para fortalecer esos lazos familiares. Pero, en realidad, creo que en todos nuestros números nos sentimos como anfitriones de Long Lost Family —una vez separados de nuestro Padre, pero ahora reunidos con Él, intentamos ayudar a nuestros hermanos a reencontrarse con su Padre celestial.

Y algún día, muy pronto, Dios se reunirá otra vez con su familia perdida.

Clyde Kilough
Editor

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