By the Way With Joel Meeker

Una mejor motivación

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El policía corrupto se acercó a nuestro vehículo con una sonrisa confiada. Yo, adentro, me preparé para la inevitable confrontación.

Temprano en la mañana salimos desde Abiyán a nuestro viaje de ocho horas en dirección a Man, cerca de la frontera tripartita entre Costa de Marfil, Liberia y Guinea. Partes del camino estaban destrozadas y llenas de hoyos, mientras otras eran de tierra. Nuestro vehículo todoterreno se balanceó de acá para allá todo el trayecto hasta llegar al control fronterizo de Daloa.

La corrupción es un problema en muchos lugares. Gran parte de África Subsahariana es gobernada por regímenes autocráticos que llenan las autopistas de controles policiales y militares para vigilar a la población. Su propósito oficial es mantener la seguridad, por supuesto, pero el objetivo que más a menudo persiguen es sacarles dinero a los desafortunados viajeros.

Si le toca ser detenido en uno de estos controles, un policía o militar le pedirá su identificación, los papeles de su auto, su seguro, y tal vez querrá revisar su extintor o equipaje. Luego anunciará una violación real o imaginaria y lo amenazará con una multa considerable o incluso prisión. El resultado es una mano llena del dinero de viajeros impotentes.

Pero ese día, afortunadamente, la historia sería diferente.

Cámara versus corrupción

Mi cámara DSLR descansaba en mi regazo mientras el policía se acercaba con un aire bribón. Ver a un occidental por esas partes del mundo generalmente significa una mayor “motivación”, como a menudo se le llama a la extorsión.

Pero justo cuando el policía iba a pedirnos nuestros documentos, miró hacia abajo y vio mi cámara. Yo vi cómo sus ojos se abrieron, y en su mente hizo una elaboración en la que empezó a pensar algo así como: “es una cámara bastante grande… como la que usaría un periodista… tal vez ya tomó una foto de mi rostro… la que usará para documentar mi corrupción”.

De pronto, su boca se cerró. Nos dejó pasar con una señal de la mano y se apresuró a alejarse de nosotros. Nosotros no nos reímos hasta estar lejos de los uniformados, pero después nos carcajeamos. Habíamos sido testigos de una muestra muy gráfica y graciosa de cómo es la naturaleza humana: orgullosa, ambiciosa, corrupta, hipócrita y deseosa de quedar impune.

Pensamiento a corto plazo

Los seres humanos tenemos la ilusión de que, si somos cuidadosos, podemos salirnos con la nuestra. Y a veces, a corto plazo, pareciera que es así. “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal” (Eclesiastés 8:11).

Pero no a largo plazo. Dios dice que eso no lo permitirá. La sentencia de cada uno eventualmente será ejecutada. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare [sus acciones], eso también segará. Porque el que siembra para su carne [sigue las malas inclinaciones de su naturaleza], de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu [sigue las instrucciones de Dios], del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:7-8).

Ésta es una ley que todos debemos aprender.

Como un boomerang

La gente se impresiona cuando, después de mucho tiempo, reciben las consecuencias de una acción pasada. Es como si un boomerang anduviera dando vueltas por años y luego volviera a ellos inesperadamente. Es cierto que Dios borra la pena espiritual de nuestros pecados cuando nos arrepentimos, pero eso no implica que borre las consecuencias físicas. De hecho, la Biblia dice que Dios permite las lecciones dolorosas por un bien mayor (2 Samuel 12:1-14). Algún día, los policías corruptos cosecharán lo que han sembrado, y más tarde comprenderán por qué.

Por otro lado, quienes siembren acciones buenas cosecharán bendiciones inesperadas en algún momento, y, finalmente, la vida eterna. Ésta es la mejor motivación para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.

¿Qué cosechará usted?

—Joel Meeker

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