La ansiedad es una bestia horrible y malvada que se especializa en arrastrar a sus víctimas hacia un voraz y emocionalmente agotador espiral, dañando sus relaciones y dejándolos extenuados. Es un arma que Satanás usa para mantenernos estresados y distraídos. Y es un enemigo al que todos los cristianos debemos aprender a combatir en nuestro camino hacia el Reino de Dios.
Filipenses 4:6-7 lo hace sonar fácil aparentemente: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Así de sencillo. Por nada estéis afanosos.
Si usted se siente ansioso o angustiado por algo… simplemente deténgase. Deje de sentirse así.
La complejidad del problema
El problema es que, si alguna vez le ha tocado sufrir de ansiedad, sabe que no es tan fácil salir. No es como un interruptor que pueda apagarse a voluntad, por mucho que nos gustaría hacerlo. Pablo en realidad no les estaba diciendo a los filipenses que “simplemente dejaran de estar ansiosos”. La ansiedad no es así de sencilla, y nos haríamos un daño si la tratáramos así.
La ansiedad puede tomar muchas formas. Para algunos, es sólo un sentimiento general de intranquilidad o miedo. Para otros, puede manifestarse de las maneras más extremas, desde un desorden obsesivo-compulsivo, hasta ataques de pánico o fobias sociales. Estas no son cosas que simplemente puedan “detenerse” de un momento a otro. Son obstáculos con los que mucha gente ha luchado por años sin lograr vencerlos.
En este número no pretendemos encontrar la “solución” a la ansiedad o descubrir una panacea que se aplique a todos los casos. Lo que haremos es explorar una serie de métodos que usted puede usar para combatir la ansiedad en su vida, a partir de las herramientas y promesas que Dios nos da.
¿Qué pasa si sufro de ansiedad?
Pero primero, aclaremos algo:
Sufrir de ansiedad no significa haber fracasado como cristiano.
No significa que Dios lo haya abandonado, o que usted sea inferior a quienes no sufren de este problema.
Simplemente significa que algunas situaciones en su vida lo están inquietando —tal vez una enfermedad, problemas financieros o problemas en sus relaciones— y a usted le está costando trabajo procesarlas. Eso es todo. Usted aún es un hijo de Dios. El Creador del universo aún lo ama.
Simplemente significa que algunas situaciones en su vida lo están inquietando —tal vez una enfermedad, problemas financieros o problemas en sus relaciones— y a usted le está costando trabajo procesarlas. Eso es todo. Usted aún es un hijo de Dios. El Creador del universo aún lo ama. Él aún quiere ayudarle a vencer su problema.
Así se define el estado de alguien con ansiedad, y es ahí donde empezaremos.
Una promesa de paz
Volvamos por un momento a las palabras de Pablo. “Por nada estéis afanosos” no es una orden superficial de simplemente reprimir nuestros sentimientos. Es una invitación a hacer otra cosa con ellos. Pedro dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:6-7).
Estos versículos son una promesa. Sin importar cuánto estrés y ansiedad estemos sintiendo, la paz está a nuestro alcance. No por nuestra propia fuerza, sino gracias a la poderosa mano de Dios. La mano que creó el cosmos está extendida frente a usted esperando recibir las preocupaciones y angustias que lo están molestando.
Mientras más aprendamos a hacer eso —mientras más le confiemos a Dios nuestras preocupaciones y problemas— más resguardados estaremos en la paz “que sobrepasa todo entendimiento”.
Esa es una promesa. No una posibilidad, no algo que tal vez suceda, sino una promesa absoluta e irrevocable de nuestro Padre celestial.
Crear el hábito
Obviamente, si no estamos acostumbrados a dejar nuestras preocupaciones en manos de Dios, no es un hábito que podamos formar de la noche a la mañana —pero sea como sea, necesitamos formar el hábito. No podemos entregarle nuestros problemas a Dios por la noche y luego volver a tomarlos en la mañana. Cuando decidimos descansar en Él, debemos aprender a hacerlo siempre, y confiar plenamente en que Él resolverá las cosas.
Una técnica que puede ayudar es aprender a reconocer lo que podemos hacer para solucionar un problema, y lo que no podemos hacer. Cuando haya una situación que usted simplemente no pueda cambiar, déjesela a Dios, quien es Todopoderoso.
Luego, ponga manos a la obra en las cosas que sí puede cambiar. Enfóquese en esa parte del problema y confíe en que Dios, con su infinita sabiduría, se encargará del resto. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Note que esta escritura dice todas las cosas, no solamente algunas. Eso incluye las cosas que no están saliendo como quisiéramos o esperábamos. Dios está haciendo que todo en nuestra vida sea para nuestro beneficio, y eso es algo que Él puede hacer mucho mejor que cualquiera de nosotros.
Manos a la obra
La manera en que afrontamos lo que sí podemos cambiar también puede marcar una diferencia. Imagine sus metas como un pastel. Sería imprudente y dañino tratar de comerse todo de una vez. Sólo terminaría sintiéndose abrumado e inútil. Lo mejor es dividir esas metas grandes e intimidantes en trozos que pueda manejar. Propóngase comer una porción razonable en cierta cantidad de tiempo, y no se exija más allá de sus límites.
Otra técnica es compartir sus preocupaciones con un buen amigo que sepa escuchar. Pero vaya un paso más allá y, con la ayuda de su amigo, analice cuáles de sus preocupaciones tienen más probabilidades de hacerse realidad y cuáles menos.
Como dijo una vez el presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge: “Si usted ve diez problemas acercándose por el camino, puede estar seguro de que nueve caerán en una zanja antes de alcanzarlo, y solo tendrá que lidiar con uno”.
Conocer la probabilidad de posibles problemas puede ayudarnos a cambiar nuestra perspectiva sobre ellos.
Para recordar
Una vez más, este es sólo el comienzo. Y recuerde que ciertos tipos de ansiedad son más fáciles de abordar con ayuda profesional. La ciencia y la medicina no pueden reemplazar a Dios, por supuesto, pero tampoco se excluyen mutuamente. Los consejeros profesionales pueden ser una herramienta muy útil.
Sin importar la forma en que usted finalmente decida combatir la ansiedad en su vida, las verdades más importantes para recordar son:
- Dios nos promete una paz que sobrepasa todo entendimiento. Esa paz es alcanzable; podemos ganar la batalla.
- Usted no está solo. En la Iglesia que Jesús está edificando, tiene hermanos y hermanas que enfrentan las mismas batallas, y que además están dispuestos a apoyarlo y fortalecerlo.
- Sin importar cuánto tiempo requiera para ganar la batalla, la ansiedad no lo convierte en un fracaso como cristiano. Sólo significa que, como todos nosotros, usted es un cristiano en progreso.