By the Way With Joel Meeker

Fluctuat Nec Mergitur

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El audaz lema inscrito en una pared parisina me hizo recordar nuestra misión como cristianos.

Arriba, un barco plateado surcando las olas del mar sobre un horizonte rojo, bajo los símbolos reales de la flor de lis y una corona. En la base, tres medallas militares: Légion d’Honneur, Croix de Guerre y Ordre de la Libération, que traen a la memoria triunfos posteriores al horror de la guerra. Y en el medio, un lema en latín: Fluctuat Nec Mergitur, que significa “sacudida por las olas, pero no hundida”.

Escudo de armas de la ciudad de París con el lema Fluctuat Nec Mergitur.

Escudo de armas de la ciudad de París con el lema Fluctuat Nec Mergitur.

Se trata del escudo de armas de la ciudad de París. Algunas de sus partes tienen sus orígenes en el siglo XII.

Frente a la adversidad

La primera vez que vi este lema fue en una pared en la Place de la République, la plaza parisina que celebra la República Francesa. Un mes antes, en noviembre del 2015, París había sufrido el peor ataque terrorista de su historia, donde 130 personas fueron asesinadas y miles más heridas en tres ataques coordinados por terroristas islámicos radicales.

En ese tiempo de prueba, muchos parisinos recordaron el antiguo lema asociado a su ciudad desde por lo menos la década del 1500. Y una vez que yo lo noté por primera vez, comencé a verlo en muchos otros lugares, grandes y pequeños. París sin duda ha sido sacudido por las olas de la historia —la Peste Negra, hambrunas, guerras, conquistas, revoluciones y, más recientemente, el terrorismo motivado por corazones llenos de odio.

Pero los parisinos pueden observar su historia y ver que, aunque la ciudad ha sido golpeada muchas veces, no se ha hundido por completo. Su gente siempre ha encontrado la manera de salir adelante, pase lo que pase.

Fluctuat Nec Mergitur es un animador lema para citar cuando nos encontramos frente a la adversidad.

Atribulados, pero no angustiados

La Biblia de hecho también propone este principio, pero con una motivación más importante y un propósito más allá de la supervivencia. La misión de un cristiano debe llevarse a cabo sin importar lo que pase alrededor. Lo que está ocurriendo dentro de nosotros es mucho más importante que lo que ocurre afuera, y las consecuencias son eternas.

Pablo, quien fue mucho más sacudido que la mayoría de los cristianos, escribió: “estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4:8-10).

Sin temor a ser hundidos

Dios permite que los cristianos seamos probados y atribulados, a veces de formas dolorosas. Pero esto es sólo temporal, y siempre por una buena razón: para fortalecernos espiritualmente y llevar a cabo su plan de salvación para la humanidad. Debemos ser luces para todos aquellos que algún día conocerán a Jesucristo.

Además, Dios nos promete que, incluso en medio de las pruebas difíciles: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Esto es más que el valeroso lema de una ciudad humana; es una misión y una promesa divinas.

Habrá momentos en que seremos sacudidos, cierto, pero con la ayuda de Dios, no hay peligro de que nos hundamos.

—Joel Meeker

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