Incluso entre los no religiosos, sería difícil encontrar a alguien que no haya leído el Salmo 23, uno de los salmos más bellos de la Biblia. Desde la primera línea: “El Eterno es mi pastor; nada me faltará”, el salmista describe una hermosa imagen que ha cautivado a sus lectores a través de las épocas, y aún nos toca el corazón hoy.
Lo que muchos pasan por alto, sin embargo, es el cambio de metáfora que ocurre en el versículo 5: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”.
Aquí, el salmista ya no está describiendo a su Señor como un pastor, sino como un anfitrión. Lamentablemente, algunos comentaristas se empecinan tanto en conectar los últimos dos versículos con la metáfora inicial que no ven la belleza de la segunda imagen.
Un mundo diferente
La razón por la que ambas imágenes funcionan tan bien juntas es que provienen de un mismo contexto cultural. Los antiguos israelitas (receptores originales de este salmo) fueron en algún momento un pueblo nómada, tal como los beduinos de Medio Oriente hoy.
Y cuando este salmo se compuso, los pastores como David aún mantenían algunas costumbres de la vida nómada. En ese entonces, pastorear era un oficio muy importante, y para un pueblo que viajaba constantemente, la hospitalidad era una actividad civil fundamental.
¿Por qué era tan importante ser hospitalario?
En primer lugar, las posadas no llegaron a existir sino hasta los tiempos del Imperio Persa. (Este Imperio se fortaleció cientos de años más tarde, tras las cautividades de Israel y Judá.) Y aun entonces, quedarse en una posada no era para los débiles, ya que generalmente las ocupaban ladrones y prostitutas.
Para empeorar las cosas, muchas rutas de viaje no eran más que caminos despejados de rocas, y los ladrones se escondían en sus alrededores para atacar, como sucedió en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37).
Viajar implicaba enfrentar peligros e incertidumbres. Es por eso que el pueblo de Israel desarrolló un código tácito de hospitalidad. Comprender cuán importante era esta práctica para la audiencia original del Salmo 23 nos da una mejor idea del significado de sus últimos dos versículos.
Proteger al extranjero
Salmos 23:5 comienza con la imagen de una mesa preparada “en presencia de mis angustiadores”. Esto puede sonar extraño en la actualidad. ¿Por qué preparar una mesa para una oveja? ¿Y por qué en la presencia de enemigos?
Esta frase alude a la obligación que un anfitrión tenía de proteger a sus invitados. Un ejemplo claro es la decisión de Lot de proteger a los ángeles que lo visitaban de una multitud de sodomitas (Génesis 19:1-11), y la historia del levita que pasó la noche en Gabaa (Jueces 19:17-23). Note especialmente la última frase de Jueces 19:23: “No, hermanos míos, os ruego que no cometáis este mal; ya que este hombre ha entrado en mi casa, no hagáis esta maldad”.
En el artículo “Hospitalidad”, Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible [Enciclopedia pictórica de la Biblia de Zondervan] explica: “Tradicionalmente, hospedar a alguien implicaba protegerlo. La costumbre era que se podía permanecer a salvo bajo el techo del anfitrión durante tres días y recibir su protección por un poco más de tiempo luego de partir”.
En el Salmo 23, este deber de protección se relaciona armoniosamente con el cuidado que un pastor tiene de sus ovejas, representado por su vara y cayado.
En el Salmo 23, este deber de protección se relaciona armoniosamente con el cuidado que un pastor tiene de sus ovejas, representado por su vara y cayado. Éstas eran las herramientas que los pastores usaban para guiar a las ovejas y defenderlas de los depredadores. (¡No eran instrumentos para someter a las ovejas con golpes!)
Aunque la imagen del Señor como Pastor cambia a la del Señor como Anfitrión, el final del versículo 4 y el principio del 5 se refieren a lo mismo.
Ofrecer comodidad y honor
En aquellos días, sabiendo lo agotador que podía ser viajar, los buenos anfitriones agasajaban a sus invitados apenas entraban en su casa. Luego de darles agua para lavar sus pies (una acción que no se menciona en el salmo), el anfitrión ungía la cabeza de su invitado con aceite, generalmente aromatizado con especias. Este ritual no tenía relación con la unción de un rey o sacerdote, pero sí representaba una concesión de favor e incluso honor.
Esta tradición seguía vigente durante la época del Nuevo Testamento. Es por eso que, cuando un fariseo invitó a Jesús a su casa y no ungió su cabeza, Cristo notó el descuido (Lucas 7:46). El fariseo no había seguido ninguna de las costumbres tradicionales de los buenos anfitriones. No saludó a Cristo con un beso, no le dio agua para lavar sus pies, y no ungió su cabeza con aceite (vv. 44-46).
Luego, la última frase de Salmos 23:4 menciona una copa rebosando. En la actualidad esta imagen todavía se utiliza para simbolizar abundancia de bendiciones, y es así como los comentaristas entienden la referencia. Otros sacan más conclusiones de la imagen, pero el punto es que este pasaje ilustra una relación estrecha entre el Anfitrión y su invitado.
Morar en la casa de Dios
Finalmente, el último versículo del Salmo 23 es una gozosa exclamación de fe en Dios, que nos guía y cuida. La primera palabra, ciertamente, expresa la certeza del salmista de que su esperanza se hará realidad. Pero para entender la profundidad de este pasaje, debemos analizar en más detalle algunas palabras.
La primera parte del versículo habla del bien y la misericordia. No existe ninguna palabra en español que exprese todo el significado del término hebreo hesed, el cual se traduce como misericordia en la versión Reina Valera 1960. En otros pasajes, y otras versiones, también se ha traducido como bondad y benignidad. Esta palabra se refiere al amor de Dios para con su pueblo y tiene la connotación de una relación sellada con un pacto.
Otra palabra que vale la pena analizar es seguir. El término hebreo en realidad se refiere a ser perseguido, no sólo seguido. Es decir, la palabra destaca la diferencia entre las intenciones que los enemigos de un viajero podrían tener, y lo que Dios nos da.
Expositor’s Bible Commentary [Comentario expositivo de la Biblia] explica que en lugar de “ser perseguido por enemigos que buscan su destrucción, el ‘bien y la misericordia’ de Dios siguen al salmista” (edición resumida).
Finalmente, el salmista concluye diciendo que habitará en la casa, o la presencia, de Dios para siempre.
Esta sencilla pero profunda aseveración resume el tema principal de toda la Biblia. Debido a su pecado, Adán y Eva perdieron el privilegio de permanecer en la presencia de Dios (Génesis 3:23-24). Pero, por medio de su plan de salvación, Dios —nuestro Pastor y Anfitrión— volverá a morar con nosotros cuando su Reino sea establecido en la Tierra (Apocalipsis 21:3).
Dos metáforas a lo largo de la Biblia
Aunque el Salmo 23 sólo tiene seis versículos, describe dos importantes metáforas que se encuentran a lo largo de la Biblia. La primera nos muestra a Dios como un Pastor, y la segunda, como el Anfitrión de un gran banquete.
Estos son algunos pasajes donde encontramos estas significativas imágenes:
Pastor de su pueblo
- Génesis 49:24: Cuando el patriarca Jacob se preparaba para su muerte, reunió a sus hijos para decirles lo que sucedería con sus descendientes. Y mientras relataba la profecía de los descendientes de José, Jacob se refirió a Dios como “Pastor, la Roca de Israel”.
- Salmos 80:1: En este salmo, Asaf, un músico oficial del templo, le pide al “Pastor de Israel” que escuche su oración.
- Isaías 40:11: En uno de los pasajes más animadores de la Biblia, Isaías describe una epoca en la que Dios, como Pastor, “en su brazo llevará los corderos [su pueblo], y en su seno los llevará”.
- Ezequiel 34:11-16: En otra inspiradora profecía de redención, Dios es descrito como el Pastor que buscará a sus ovejas y las llevará de vuelta a la tierra de Israel.
- Juan 10:11-18: Cristo les dice a sus discípulos que Él es “el buen pastor” (v. 11). Luego se refiere a su crucifixión, diciendo que, como pastor, dará su vida por sus ovejas.
- Hebreos 13:20: El autor de Hebreos se refiere al Padre como “el gran pastor de las ovejas”.
- Apocalipsis 7:17: La descripción de Juan de los tiempos del fin nos muestra a Cristo como el cordero que murió por sus discípulos, y también el Pastor que “los guiará a fuentes de aguas de vida”.
Anfitrión de un banquete especial
- Isaías 25:6-8: Isaías describe un “banquete de manjares suculentos” que se llevará a cabo al terminar esta era, cuando Dios “destruirá a la muerte para siempre” y “enjugará… toda lágrima de todos los rostros”. Aunque en Apocalipsis 7:17 (citado arriba) no se habla específicamente de un banquete, se afirma que Dios limpiará las lágrimas de sus fieles.
- Mateo 25:1-13: Poco antes de ser traicionado y arrestado, Jesús les relató a sus discípulos la parábola de las vírgenes prudentes e insensatas. El punto principal de esta historia es la necesidad de que permanezcamos alerta, pero para este propósito, el relato describe una gran boda en la que Cristo es el novio y el Padre el anfitrión.
- Apocalipsis 19:6-9: En este pasaje la Iglesia se describe como la novia del cordero, que es Cristo. Quienes sean invitados al banquete de esa boda, son bendecidos.