Incluso dentro de los círculos cristianos, existe la creencia de que juzgar es incorrecto. Parte de ello se debe a la advertencia de Cristo en Mateo 7:1-2: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”.
Pero esta no es toda la historia. Si analizamos los manuscritos originales del Nuevo Testamento, veremos que la palabra griega utilizada en el versículo anterior no es fácil de traducir. El concepto original se refiere a una acción constante, y no única. En otras palabras, lo que Cristo estaba diciendo es: “No sean la clase de personas que juzgan a los demás constantemente”.
Los versículos 3 al 5 aclaran que Jesús se estaba refiriendo a juzgar con hipocresía.
Si buscamos continuamente las falencias y los defectos de otros, nos hacemos daño a nosotros mismos y a los demás. Y si no queremos que Dios tenga esta actitud con nosotros, tampoco debemos tenerla con quienes nos rodean.
Sin embargo, el acto de juzgar en sí (analizar una situación y discernir si determinadas acciones son correctas o incorrectas) no sólo es algo que los cristianos deberíamos hacer. Es nuestra obligación.
La forma correcta de juzgar
Cristo también dijo: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan 7:24, énfasis añadido).
Dios no nos revela su verdad para que condenemos a otros constantemente, pero sí espera que discernamos —juzguemos— entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto. En su vida enfrentará muchas situaciones donde usted deberá emitir un juicio acerca del comportamiento de alguien más o, lo que es más importante, discernir entre un camino y otro. Y, en ese proceso, Dios espera que su juicio sea justo.
¿Qué significa esto?
Ver más allá de la superficie
Cuando se cumplió el tiempo en que Samuel debía ungir al próximo rey de Israel, el profeta esperaba que Dios eligiera al candidato mejor parecido. Pero Dios le recordó: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el Eterno no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Eterno mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
Para hacer juicios justos, es necesario mirar más allá de la superficie y analizar el “corazón” del asunto. Pero ésta es una tarea extremadamente difícil.
Para hacer juicios justos, es necesario mirar más allá de la superficie y analizar el “corazón” del asunto. Pero ésta es una tarea extremadamente difícil.
De hecho, es imposible para nosotros.
La perspectiva de Dios
Tras la traición y el suicidio de Judas, los discípulos debían elegir a su sucesor. Tenían dos buenos candidatos, pero en lugar de votar por sus favoritos, los discípulos decidieron buscar la guía de Dios: “Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido” (Hechos 1:24).
Dios respondió esta oración, y también responderá las suyas. Ésa es una de las mayores claves para juzgar justamente: comience por buscar la perspectiva de quien puede verlo todo claramente.
En otras palabras, el primer paso es pedirle a Dios que nos dé claridad, sabiduría y guía en el proceso de tomar decisiones.
Luego, nos corresponde escuchar.
Juzgar justamente requiere algo de nosotros
Existen muchas maneras de escuchar a Dios: estudiando su Palabra, meditando en ella, buscando el consejo de personas confiables o ayunando.
Dios tiene todas las respuestas a nuestras preguntas, pero no siempre nos las dará en bandeja de plata. Lea lo que Salomón escribió acerca de cuán celosamente debemos buscarlas, en Proverbios 2:1-5.
Encontrar respuestas requiere de trabajo y dedicación de nuestra parte, y no sólo cuando estamos en medio de una encrucijada, sino todo el tiempo. Si tenemos la costumbre de estudiar la Palabra de Dios regularmente, nos será mucho más fácil encontrar respuestas cuando las necesitemos.
El objetivo de juzgar con justicia
El proceso de juzgar justamente —discernir una situación a través de los ojos de Dios— ciertamente no es fácil. Pero ¿por qué espera Dios que lo hagamos?
Es aquí donde la advertencia de Cristo se vuelve especialmente importante: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:37-38).
Es muy fácil usar el juicio justo como un arma. Pero, si esa es nuestra intención, no estamos entendiendo el meollo del asunto. El objetivo principal de juzgar justamente es tomar decisiones con respecto a nuestra propia vida. Es decidir si debemos permanecer en cierto lugar o no; decidir a quién dejamos entrar en nuestra vida y a quién no; decidir en qué actividades es bueno participar, qué cosas es bueno decir, e incluso, en qué cosas es bueno invertir nuestro tiempo y energía.
(Sólo para aclarar, habrá ocasiones en que el discernimiento correcto lo llevará a discutir sus preocupaciones con el ofensor. Éste es un tema mucho más amplio del cual hablamos en una serie de nuestro blog que comienza con el artículo: “Resolución de conflictos: ¿debería decir algo?”).
Como cristianos en progreso, no siempre tomaremos la mejor decisión. Aun cuando tenemos acceso a la mente de Cristo (1 Corintios 2:16), aprender a usar ese acceso de manera efectiva requiere de práctica y repetición.
Lo importante es seguir practicando —no para condenar a otros de forma autojusta o hipócrita, sino para entender lo que Dios quiere de nosotros en el día a día: “todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:13-14).
Para descubrir más acerca de cómo emitir juicios justos, le invitamos a leer nuestro artículo “¿Qué quiso enseñarnos Cristo al decir ‘no juzguéis’?”.
Son bienvenidas las sugerencias
Si usted desea sugerir algún tema para futuras ediciones de “Cristianismo en progreso”, puede hacerlo anónimamente en vidaesperanzayverdad.org/ideas. ¡Esperamos sus sugerencias!