Del río sus corrientes alegran
He tenido el placer de ver muchos de los grandes ríos del mundo. Pero hay uno que aún no he visto y es el primero en mi lista.
En mis viajes, me gusta coleccionar ríos. No puedo traerlos conmigo a casa, por supuesto, pero siempre que puedo me gusta nadar o caminar en ellos, o simplemente deslizar mis dedos en sus aguas pensando en su historia e importancia para grabarlos en mi memoria.
Colecciono ríos
Mi colección comenzó con el río Mississippi, que drena 40 por ciento de los Estados Unidos continentales. Esta autopista líquida fue crucial para el desarrollo del país.
El río Sena corre alrededor de la Île de la Cité y en el pasado protegió a la isla de incursiones bárbaras. El asentamiento céltico de la isla, llamado Lutetia Parisiorum, fue conquistado por Julio César y eventualmente se convirtió en lo que hoy conocemos como París.
Los afluentes del río Rin, que corren desde Suiza hacia el Mar del Norte, y del río Danubio, provenientes de la Selva negra alemana, en dirección al Mar Negro, fueron conectados por un canal que Carlomagno creó en el siglo VIII.
Grandes ríos del mundo les han dado vida a antiguas y misteriosas civilizaciones, como lo hizo el Nilo con Egipto. Aún en la actualidad, este país es básicamente una franja verde que se extiende unas pocas millas desde ambos lados del río. Recuerdo que quedé perplejo cuando vi la cabecera del Nilo azul en el lago etíope Tana, desde donde la corriente se dirige al Mediterráneo.
Desde un bote en el Níger, también observé cómo las personas realizaban sus abluciones de la misma manera que lo han hecho por miles de años en este río que traza un inmenso arco en África Occidental. El río Níger comienza en las tierras altas de Guinea, se dirige hacia el norte en dirección a Tombuctú y el Sahara, y luego vuelve hacia el sur para desembocar en Nigeria.
Caminando por las aguas del río Congo, donde comienzan las cataratas Livingstone, observé cómo sus inmensos rápidos se revolvían para luego drenar una porción de África Central del tamaño de India.
Me paré en el borde de río Zambezi, hogar de incontables cocodrilos, mientras sus estruendosas aguas caían a borbotones por las cataratas Victoria.
El Mekong, el Irawadi y el Ganges también son parte de mi colección, y todos me traen a la mente recuerdos vívidos.
Un río del futuro
Pero la última adición a mi colección deberá esperar. Se trata de un río que a todos nos emocionará ver y tocar; un río que traerá más vida y gozo de lo que cualquier otro haya traído en la historia. La profecía dice que este río correrá desde un magnífico templo que se construirá en Jerusalén cuando el Reino de Dios sea establecido y el mundo sea transformado.
Salmos 46:4 lo describe brevemente: “Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo”.
Ezequiel también lo vio en visión: un río alimentado por un manantial que salía debajo el umbral del templo y se dirigía hacia el este desde la ciudad, pasando por tierras antes secas que entonces florecerán.
El Mar Muerto volverá a la vida y se llenará de peces. Las tierras desiertas serán redimidas, tal como sucederá con los seres humanos en una escala nunca antes vista. Este río superará a todos en importancia, simbolizando la fuente de vida que será el gobierno de Dios en la Tierra (Ezequiel 47:1-12).
Estoy impaciente por tocar el río que alegrará incluso la capital del Reino de Dios.
—Joel Meeker