Hoy en día muchas personas se categorizan como “cristianas”, pero llamarse “discípulo” es poco común. ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué nos dicen estas dos palabras acerca de lo que Dios espera de nosotros?
La primera vez que me hicieron la pregunta “¿A qué iglesia asistes?” tenía 8 o 9 años. Recuerdo que me la hizo un compañero de clase curioso.
¿Cómo responde un niño de ocho años una pregunta como ésta? Mi respuesta fue la misma que millones de niños, adolescentes, adultos jóvenes y adultos han dado durante cientos de años: “soy cristiano”.
Definición de “cristiano”
Cristiano es una categoría fácil de identificar. Según el Diccionario de la Real Academia Española, un cristiano es aquel “que profesa la fe de Cristo”. La definición bíblica, sin embargo, es más exigente, pero mi compañero de clase no esperaba que yo sacara una Biblia para comprobar que cabía en esa definición. Para él, escuchar que yo era “cristiano” fue suficiente.
Según la mayoría, ser cristiano es creer que Jesús existió, que fue el Hijo de Dios quien murió en la cruz, y que fue resucitado como el Cristo —nuestro Salvador. Esto sin duda es un concepto fundamental del cristianismo, pero ¿es realmente todo lo que define a un cristiano? ¿Basta con decir que “creemos” en Cristo para ser cristianos verdaderos?
Lamentablemente (y digo lamentablemente porque la mayoría del mundo lo ignora), ser un cristiano requiere de mucho más que hacerse llamar de esa manera.
Origen de la palabra cristiano
Para definir qué es un cristiano verdadero, resulta muy útil comprender cómo se originó esta palabra. Tal vez le sorprenda saber que en un principio “cristiano” no era una palabra asociada a un estado de estima y honor. De hecho, no tenemos mucha evidencia de que los seguidores de las enseñanzas de Cristo del primer siglo se hicieran llamar cristianos.
Las Escrituras muestran que los primeros seguidores de Jesús se referían unos a otros como “creyentes” (Hechos 5:14; 1 Timoteo 4:12), “santos” (Hechos 9:13; Romanos 1:7), “hermanos” (Hechos 6:3), “escogidos” (Colosenses 3:12; 2 Timoteo 2:10), “la iglesia del Señor” (Hechos 20:28) y “siervos de Dios” (Romanos 6:22).
Al parecer, los primeros en llamarlos cristianos fueron personas que no pertenecían a la Iglesia.
El primer registro de este término en la Biblia se encuentra en Hechos 11:26: “a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”. Esto indica que eran las personas de Antioquía quienes llamaban “cristianos” a los fieles. Y sólo hay dos escrituras más en las que encontramos esta palabra: Hechos 26:28, donde la usa el rey Agripa, y 1 Pedro 4:16, donde se asocia con sufrimiento.
¿Es todo el que se hace llamar “cristiano” un cristiano verdadero?
Hoy en día, el concepto de cristiano sin duda es más benigno que en el primer siglo; y dada la escasa descripción bíblica del término, la gente parece haber aceptado una definición bastante general del mismo.
Pero ¿es todo el que se hace llamar “cristiano” un cristiano verdadero?
Ya que en la Biblia no encontramos una definición directa de la palabra “cristiano”, analicemos las características de las personas que se categorizaban así.
Características de un cristiano verdadero
Desde Hechos hasta Apocalipsis, vemos que los llamados cristianos eran personas completamente dedicadas a vivir según las enseñanzas de Cristo. No estamos hablando de una adhesión de labios para afuera a una religión de moda.
Los seguidores de Jesús no sólo creían que Él era el Mesía. También dedicaron por completo sus vidas a seguir sus instrucciones, y aceptaron y ayudaron a predicar la auténtica doctrina que aprendieron de Él.
Ser un “creyente” era más que llamarse así, era un camino de vida. ¿Cómo lo sabemos? Porque los primeros seguidores de Cristo estuvieron dispuestos a enfrentar grandes persecuciones e incluso dar la vida por su fe en las doctrinas de Jesús.
Un cristiano —un seguidor de Cristo— es quien sigue cada ejemplo, cada instrucción, cada orden que Jesús dio. Según la Biblia, un cristiano verdadero hace más que profesar su creencia en Cristo. Moldea su comportamiento buscando imitarlo, aunque no sea el camino fácil o lo aceptado por la sociedad.
Los cristianos que aparecen en la Biblia —como Pablo, Pedro, Esteban, Timoteo, Bernabé, Dorcas, Priscila, Aquila y muchos otros— vivieron y murieron (algunos dolorosamente) siguiendo las instrucciones y el ejemplo de Jesucristo. Tal como los siervos de Dios que los precedieron, descritos en Hebreos 11:36-38, ellos también enfrentaron valientemente a los enemigos de su camino de vida:
“Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra”.
Como demuestra el ejemplo de los creyentes del Nuevo Testamento, un verdadero cristiano está dispuesto a dejar atrás sus propios deseos y dedicarse por completo a seguir a Cristo en cada aspecto de su vida. ¡Por eso profesa su nombre! Ser un verdadero “seguidor de Cristo” implica vivir como Él vivió.
Definición bíblica de discípulo
Si un verdadero cristiano es quien sigue el ejemplo y las enseñanzas de Jesús, entonces ¿qué es un discípulo? ¿Es un cristiano a otro nivel, alguien que ha demostrado ser más justo que el resto de los cristianos o una especie de “súper cristiano”?
La palabra griega mathetes significa “aprendiz, pupilo, discípulo”, “alguien que sigue las enseñanzas de otra persona” (Thayer’s Greek Lexicon [Diccionario griego de Thayer]). Si bien discípulo a menudo se usa para describir a los 12 seguidores más cercanos de Jesús, el libro de Hechos y los Evangelios también usan esta palabra para referirse a los seguidores de Cristo en general. Como dijo Jesús: “El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” (Lucas 6:40).
Entonces, ser un discípulo de Cristo significa seguir (adherirse a) sus enseñanzas, imitar sus acciones y tratar a todos de una manera cristiana —mostrando amor genuino a todos, en todo lugar y en todo momento.
Cristo también detalló las condiciones necesarias para ser un discípulo. “El que no lleva su cruz [no está dispuesto a sufrir por su fe] y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”, dijo en Lucas 14:27. Quien desea ser un discípulo de Jesús debe estar dispuesto a cambiar por completo su enfoque terrenal (v. 33). En Juan 8:31 también vemos que Jesús espera adherencia a sus enseñanzas: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos”.
Pero las condiciones no se limitan a nuestra relación con Dios. Cristo también espera que la manera en que sus discípulos se relacionan entre si, se rija por el estándar más alto: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).
Obviamente, debemos ser amables y respetuosos con “todos los hombres”, no sólo con nuestros hermanos en la fe (1 Timoteo 2:1; Tito 3:2). Dios es el Creador de todo, y “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Entonces, ser un discípulo de Cristo significa seguir (adherirse a) sus enseñanzas, imitar sus acciones y tratar a todos de una manera cristiana —mostrando amor genuino a todos, en todo lugar y en todo momento.
¿Hay diferencia entre un cristiano y un discípulo?
Los paralelos son evidentes. Cuando analizamos las definiciones de cristiano y discípulo, es claro que no hay diferencia. Un verdadero cristiano es un discípulo, y un discípulo es un verdadero cristiano.
Ambos son firmes en su convicción y ambos se adhieren de todo corazón al mensaje de Jesús, siguiendo cada aspecto de ese mensaje sin importar lo que pase.
Existe sólo un camino para ser un verdadero seguidor de Cristo, y requiere de mucho más que creer en Jesús como el Hijo de Dios que vino para quitar los pecados del mundo. Significa someter nuestras vidas a las instrucciones de Cristo; no sólo creer en Él, sino también cambiar nuestra forma de vivir.
Esto implica guardar los mandamientos de Dios, observar sus días santos semanales y anuales, dejar la inmoralidad sexual, tratar a todos con amor y respeto sin importar su etnia o nacionalidad y hacer todo lo que podamos para imitar a nuestro Salvador Jesucristo.
Como dice Juan, “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6; compare con 1 Pedro 2:21).
Para lograr esto, primero debemos arrepentirnos de nuestros pecados pasados, ser bautizados y recibir el Espíritu Santo —la ayuda indispensable para ser realmente capaces de seguir a Jesús (Hechos 2:38).
Si hacemos estas cosas, podemos llegar a ser verdaderos cristianos y discípulos de Cristo.
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