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Actos de Dios

¿Por qué se culpa a Dios por todas las cosas malas y cuando pasa algo bueno se le ignora? Debemos tener en cuenta los verdaderos actos de Dios y aprender a actuar como Él.

¡Una de las pocas cosas buenas que salen del brote del coronavirus es que no se puede culpar a Dios por ello! ¿No cree que Él se cansa cuando, cada vez que algo malo sucede los humanos, de manera irracional, lo proclaman “un acto de Dios”?

Sin embargo, este brote de coronavirus es claramente un “acto del hombre” —aparentemente la comercialización de carne exótica es lo que permitió a este virus de origen animal contagiar a los humanos. Hasta ahora parece que Dios ha logrado escapar de su posición habitual de chivo expiatorio.

Hace unos años, después de la devastación del tifón Haiyan en las Filipinas, alguien comentó: “Otro ‘acto de Dios’ —como de costumbre, la humanidad tendrá que limpiar y sufrir por las acciones de Dios”.

¡Vaya! ¿Cómo se sentiría usted si cada vez que ocurre un desastre natural lo culparan? Sin embargo, cada vez que golpea un tornado, un huracán, un ciclón, una hambruna o un terremoto, oímos hablar de “actos de Dios”.

El término “acto de Dios” también se usa en los tribunales. El término describe un evento causado por un desastre natural grave e imprevisto, uno imposible de anticipar o prevenir bajo condiciones normales. Es una defensa legal común contra la responsabilidad por muerte y lesiones. Muchas víctimas de desastres, ya en estado de shock, quedan aún más devastadas cuando descubren que su seguro no cubre las pérdidas por un “acto de Dios”.

Actos del diablo

Pero ¿por qué llamamos a esas tragedias “actos de Dios”? ¿Especialmente cuando no hay nada que indique que Dios estuvo involucrado?

Cuando sucede algo maravilloso, ¿alguna vez lo llamamos un acto de Dios? Si la cura del cáncer apareciera el día de mañana, ¿los periodistas hablarían de que es un “acto de Dios”? ¡Por supuesto que no! No, cuando ocurren grandes cosas, se lo atribuimos a la suerte o a nuestro propio ingenio, pero rara vez le damos el crédito a Dios.

La frase acto de Dios no tiene nada de malo —¡Dios actúa!— pero debe ser enmarcada en el contexto de la verdad. La verdad, dijo Jesús, es que también hay actos del diablo y actos del hombre. La Biblia es, de hecho, un relato constante acerca de los actos del diablo, del hombre (a menudo influenciado por el diablo) y de Dios.

En un tenso debate público con los fariseos registrado en Juan 8:44, Jesús identificó la naturaleza y las acciones de Satanás como la verdadera fuente del sufrimiento de la humanidad. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.

Satanás actúa, y la humanidad es un reflejo de sus acciones lujuriosas, mentirosas y asesinas. Y uno de sus mayores engaños ha sido conseguir que le echemos la culpa a Dios.

¡Actúe como Dios!

En Discernir queremos que usted pueda ver la verdad de los asombrosos actos de Dios, pasados, presentes y futuros. La buena noticia es que algún día la frase actos de Dios va a ser vista en su verdadero esplendor. Cuando la gente piense en los actos de Dios, va a recordar que Dios dio a su Hijo unigénito para que el mundo viviera. Van a pensar en cómo regresó Cristo, como lo prometió, y salvó a la humanidad de los peores actos del hombre y de la ira de Satanás.

Un artículo de esta edición, acerca del día de Pentecostés, explica cómo Dios de manera milagrosa abrió el entendimiento espiritual de un grupo de personas, les mostró cómo apartarse de sus actos de pecado, les dio su Espíritu Santo y estableció su Iglesia.

Otro artículo, “Embajadores de Cristo”, nos hace reflexionar acerca del presente y cómo podemos representar a Dios en un mundo que está perdiendo rápidamente su rumbo a nivel social, moral y espiritual.

En un mundo cegado por el engaño de Satanás, no debemos aprender sólo acerca de los verdaderos actos de Dios, ¡tenemos que aprender a actuar como Dios!

Clyde Kilough

Editor

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