Los puntos de vista diferentes a menudo conducen a discusiones —pero no tienen porqué y no deberían. La Biblia nos da consejos acerca de cómo estar en desacuerdo sin dejar de ser amable.
A todos nos ha pasado: una charla casual en un evento social se convierte en una discusión acerca de si debieran aumentar los impuestos a los ricos. O por qué el control de armas es o no algo bueno. O surgen otros temas polémicos, como el cambio climático, la educación en el hogar o las vacunas.
La persona con la que estamos hablando puede exponer de manera enfática sus puntos de vista acerca del tema. El problema es que lo que la persona dice es exactamente lo contrario de lo que nos han dicho, hemos entendido o experimentado.
Opiniones diferentes
En sí, no hay nada de malo en no estar de acuerdo. Todos tienen diferentes experiencias de vida que conducen a percepciones, opiniones y creencias únicas. No podemos esperar que siempre estemos de acuerdo con las personas con las que interactuamos. Podemos de una manera respetuosa estar en desacuerdo.
Intelectualmente, parece algo claro. Pero si alguien nos desafía en algo que nos apasiona, o afirma que algo que creemos con todo nuestro corazón es falso, es difícil no alterarse emocionalmente.
Podemos reaccionar diciendo de manera dogmática por qué tenemos razón, menospreciando los puntos de vista de la otra persona o atacándola personalmente —lo cual agrava el conflicto. En este punto, no sólo estamos en desacuerdo, sino que también estamos siendo groseros.
Una vez que nos dejamos llevar por esta actitud, ganar el debate se convierte en nuestro objetivo. Si la otra persona no ve las cosas como las vemos nosotros, nos enfadamos, haciendo que la otra persona se ponga a la ofensiva. Puede convertirse en una fea disputa con ambas personas gritando y levantando sus voces para tratar de ser escuchadas. Cada persona se aleja sintiéndose frustrada y molesta.
Evitar discusiones que generan conflictos
En la Biblia se nos dice que no debemos involucrarnos en este tipo de discusiones. Pablo nos advierte: “Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas” (2 Timoteo 2:23). El versículo 24 continúa: “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos”.
En Gálatas 5:20 encontramos los pleitos como una de las obras de la carne.
En temas bíblicos y doctrinales donde sólo hay una respuesta correcta, la Biblia no dice que los cristianos deban imponer la verdad a otras personas que no han sido llamadas a ésta.
Dicho esto, hay muchas opiniones en las que hay lugar para un debate cordial. En esta situación hay un intercambio respetuoso de ideas contrarias. Las personas involucradas en el asunto se sienten escuchadas y valoradas. Cada parte obtiene una mejor comprensión del asunto en cuestión y la relación se mantiene.
La Biblia dice cómo estar en desacuerdo sin dejar de ser amable
La Biblia explica cómo tener un desacuerdo positivo —cómo estar en desacuerdo sin dejar de ser amable.
Si somos honestos, la mayoría de nosotros puede recordar momentos en los que no tuvimos en cuenta las instrucciones de la Biblia acerca de este tema y como consecuencia nos vimos involucrados en discusiones muy acaloradas. Al final, se hirieron sentimientos, las relaciones se vieron afectadas y no se resolvió nada.
Tendríamos un resultado muy diferente, y lo podemos tener en el futuro si seguimos estos seis principios bíblicos:
1. Elegir las batallas
Vivimos en una cultura de “decir lo que piensas”. Si escuchamos a otras personas discutir acerca de la última controversia política, no lo pensamos dos veces para dar nuestra opinión, incluso si es una opinión contraria.
Si alguien dice algo en Facebook que nosotros consideramos que está mal, creemos que es nuestro derecho y responsabilidad corregir a la persona.
Seguramente, hay momentos en los que esto es apropiado. Pero a menudo deberíamos dejarlo pasar.
Tenemos que discernir si debemos o no “responder al necio de acuerdo con su necedad,” (Proverbios 26:4-5; ver nuestro artículo en línea “Proverbios 26: ¿cuándo debemos responder al necio?”).
Si alguien está diciendo sandeces que pueden causar un daño grave si no se interviene, eso merece una respuesta. Por otro lado, si el asunto no es realmente importante, es sólo un comentario de una opinión diferente, o si la otra persona está expresando puntos de vista muy fuertes y no parece estar abierta a otras perspectivas, la decisión más sabia puede ser guardar silencio.
Muy pocas veces vamos a ser capaces de cambiar las opiniones de los demás desafiándolos intelectualmente; con sólo hacerlo se puede iniciar una discusión.
Además, si continuamente estamos expresando puntos de vista contrarios, eso también puede molestar a los demás. No hay razón para contradecir a la gente en cosas sin importancia. Si vamos a expresar opiniones contrarias, debe ser por cosas que realmente importan.
2. Sea amable
Podemos tener razón acerca de un tema, pero si presentamos nuestro caso de una manera agresiva, seguimos estando equivocados. Eso significa no insultar, no poner apodos, no ridiculizar, no levantar la voz ni gritar. No sea condescendiente, tampoco demasiado asertivo ni le diga a la otra persona: “¡Estás equivocado!” Éstas cosas sólo añaden intensidad y hostilidad a la discusión.
Recuerdo una conversación en la que la persona con la que estaba hablando me dijo: “¡Eres una vanidosa si piensas eso!” Cuando intenté explicar mis razones, ella puso los ojos en blanco y se burló.
Admito que me sentí ofendida y le respondí con palabras poco amables. Pronto estábamos hablando la una por encima de la otra sin escuchar nada de lo que decíamos.
Las cosas no habrían llegado a ese punto si me hubiera acordado de responder con delicadeza y discrepar cortésmente.
Debemos ser amables, corteses y agradables cuando interactuamos con los demás (Efesios 4:1-2, 32), incluso cuando están en total desacuerdo con nosotros y cuando nos sentimos heridos.
Los desacuerdos no se intensifican si los individuos que están involucrados son realmente amables. Incluso si sólo una persona está siendo cortés, con frecuencia la otra sigue su ejemplo.
Cierto, puede que la otra persona no llegue a estar de acuerdo. Pero al menos puede estar dispuesta a escucharnos y aprender por qué pensamos de esa forma.
3. Escuchar más, hablar menos
Debemos escuchar más de lo que hablamos, y deberíamos estar dispuestos a escuchar el punto de vista de otra persona. Santiago 1:19 nos dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. Proverbios 1:5 añade: “Oirá el sabio, y aumentará el saber, Y el entendido adquirirá consejo”.
A menudo hacemos justo lo contrario. En lugar de escuchar, pensamos en lo que vamos a decir a continuación y tratamos de encontrar el espacio para poder interrumpir y manifestar nuestro punto. O simplemente podemos monopolizar la conversación, haciendo que la otra persona se sienta frustrada porque no puede decir ni una palabra.
Dele tiempo a la otra persona para que exprese sus ideas, sin interrumpir. Realmente trate de entender el punto de vista de la otra persona.
Dele tiempo a la otra persona para que exprese sus ideas, sin interrumpir. Realmente trate de entender el punto de vista de la otra persona. Esto demuestra que valoramos su opinión y reduce la tensión.
Si no estamos seguros de lo que la otra persona está tratando de decir, podemos hacer preguntas para aclarar. A veces hacemos suposiciones acerca de lo que los demás piensan. Debemos estar seguros de que realmente no estamos de acuerdo con ellos, antes de confrontarlos.
4. Piense antes de hablar
La última parte de Santiago 1:19 nos advierte que no debemos ser impulsivos. Si no estamos de acuerdo con alguien y decimos lo primero que se nos viene a la mente, por lo regular vamos a hacer que la otra persona se enfade. Tómese un tiempo para pensar exactamente qué decir y cómo decirlo.
Si vemos alguna publicación en redes sociales con la que no estamos de acuerdo, en lugar de escribir inmediatamente una respuesta, debemos darnos un tiempo para calmarnos. Esto puede ayudar a darnos cuenta de que es algo acerca de lo que no vale la pena expresar nuestra opinión. O, si decidimos decir algo, puede ayudarnos a ver cómo compartir nuestra información de una manera que no sea ofensiva. (Para más información, vea “Antes de publicar en redes sociales...”).
Proverbios 29:11 resume bien este principio: “El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega”.
5. Busque un punto en común
Los desacuerdos se exacerban cuando las personas que se están enfrentando no encuentran un punto en común. Pero si podemos estar de acuerdo en algo, incluso en un punto menor, nos va a ayudar a ver a la otra persona como un amigo y no como un enemigo. Normalmente hay algo que la otra persona dice, cree o valora con lo que podemos estar de acuerdo.
El punto en común puede ser que estemos en el mismo equipo. Los apóstoles ponían en práctica este principio. Pablo, Pedro y Bernabé no siempre estaban de acuerdo acerca de cómo hacer la obra de Dios (Gálatas 2:11-16; Hechos 15:30-41). Aún así, veían que todos estaban trabajando por el mismo objetivo, refiriéndose el uno al otro como “hermano”.
Recordar nuestros sueños y esperanzas en común puede motivarnos a tratar a los demás con amor y respeto.
A veces la información con la que no estamos de acuerdo viene en forma de sugerencias no pedidas.
Cuando mis hijos eran jóvenes, a menudo un vecino compartía consejos no pedidos acerca de cómo criarlos. No siempre estaba de acuerdo con sus ideas, pero normalmente podía encontrar una pizca de sabiduría escondida en lo que decía.
Al menos podía ver que apreciaba a mis hijos y que tenía buenas intenciones. Concentrarme en eso ayudó a evitar que esos diálogos se convirtieran en discusiones.
6. Actúe con humildad
El propósito de las discusiones debería ser el de obtener una mejor comprensión de un tema en particular, no el de probar que estamos en lo cierto o de inflar nuestros egos (Filipenses 2:3).
Si pasamos de intentar mostrar algo a una persona que posiblemente no está viendo o entendiendo a tratar de convencerla de que tenemos la razón, la fricción es inevitable (Proverbios 13:10).
Podemos pensar que estamos mejor informados que la persona con la que no estamos de acuerdo, pero la verdad es que todavía podemos aprender algo.
Hace unos años, mi hijo menor asistía a algunas clases de publicidad en la universidad, y nos pusimos a discutir acerca de la efectividad de determinados comerciales. Cuando no estuvimos de acuerdo, yo automáticamente pensé que mis opiniones debían prevalecer sobre las suyas, ya que tenía un título en publicidad y había trabajado en el campo durante muchos años.
Pero luego di un paso atrás y me di cuenta de que él tenía la razón la mayor parte del tiempo. Él expuso algunas ideas nuevas que no fueron abordadas cuando yo estaba en la universidad.
Otros pueden tener algún conocimiento útil, gracias a sus experiencias únicas y su formación. Siempre debemos manejar los desacuerdos con humildad, dispuestos a que nos muestren otro aspecto del tema que no conocíamos o habíamos pensado.
Cuando nos encontramos con diferencias de opinión, debemos hacer de la paz una prioridad. Romanos 12:18 dice: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.
Con seguridad, no hay garantía de que al seguir estos principios, todos nuestros desacuerdos terminen de forma agradable. No podemos determinar cómo actúan los demás.
Sin embargo, podemos y debemos esforzarnos por aprender a discrepar cortésmente y ser amables.