La Biblia tiene mucho que decir acerca de los que no van a estar en el Libro de la Vida o en el Reino de Dios. ¿Eso lo incluye a usted? Y si es así, ¿qué puede hacer usted al respecto?
Es difícil sobredimensionar la misericordia de Dios. Desde la primera hasta la última página de la Biblia, la realidad de la misericordia de nuestro Creador es un hilo que se entrelaza con parábolas, relatos históricos, salmos de alabanza, epístolas y proclamaciones divinas.
Dios de misericordia
Esa misericordia es la única razón por la que usted y yo podemos estar en el proceso de ser cristianos. Nosotros no nos ganamos el conocimiento de la verdad. No fuimos liberados de la pena de muerte eterna por el pecado debido a una casualidad cósmica o un golpe de suerte. No tenemos la oportunidad de entrar en el Reino de Dios porque somos de alguna manera vitales e indispensables dentro del panorama general.
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), ... Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:4-5, 8-9).
En el libro de los Salmos, la palabra misericordia aparece en unos 100 versículos diferentes a lo largo de 49 salmos diferentes.
- “Mas la misericordia del Eterno es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos” (Salmo 103:17).
- “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, Y grande en misericordia para con todos los que te invocan” (Salmos 86:5).
- “Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, Y hasta las nubes tu verdad” (Salmos 57:10).
La enseñanza de Jesús acerca de la misericordia de Dios
Durante su ministerio en la Tierra, Jesús hizo énfasis en este aspecto del carácter de Dios en la parábola del hijo pródigo, que regresó a su padre después de tomar malas decisiones durante años y encontró el perdón en lugar del rechazo (Lucas 15: 11-32); en la parábola de la oveja perdida, donde el pastor va a las montañas a rescatar a una sola oveja perdida y se regocija por el rescate (Mateo 18:11-14); en su propio lamento cuando miró a la nación de Israel y gritó: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37).
Sin lugar a dudas servimos a un Dios misericordioso y paciente, que “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
¿Qué sucede con las personas cuyos nombres no están en el Libro de la Vida?
Sin embargo...
Sin embargo, la Biblia es clara en cuanto a que algunas personas van a perecer. El apóstol Juan vio las etapas finales del plan de Dios en una visión y escribió: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15).
La paciencia tiene un límite.
La Palabra de Dios nos dice dos importantes verdades acerca de este trascendental versículo del Apocalipsis.
- La gran mayoría de las personas que han vivido realmente nunca han entendido a Dios, su camino de vida, o el potencial a nivel personal para convertirse en hijos e hijas de Dios. La mayoría de las personas han estado (y siguen estando) cegadas por un velo espiritual que Dios aún no les ha quitado de los ojos (Isaías 25:7; 2 Corintios 3:12-18).
- Ese velo será quitado. Un día, todas las personas, incluso aquellas que murieron milenios antes que nosotros, tendrán la oportunidad de aprender y vivir el camino de vida de Dios —arrepentirse de sus pecados y sentir la misericordia de Dios en sus propias vidas.
(Para una mayor comprensión de esta fase del plan de Dios, lea “El Último Gran Día: la cosecha final”.)
El lago de fuego viene después de todo esto.
En el Reino: no más dolor requiere que no haya más pecado
Dios quiere que todos se arrepientan, pero Él también sabe que no todos se van a arrepentir. Al final de todo, sin el velo y los ojos bien abiertos a la verdad, todavía habrá quienes se nieguen a dejar el pecado atrás —que vean el perfecto camino de vida de Dios y digan: “No, yo quiero hacer las cosas a mi manera”.
El pecado es pecado porque produce dolor y sufrimiento. De una u otra forma, el pecado siempre hiere.
Dios se rehúsa a permitir eso en su Reino. En el Reino, “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
Eso no va a ser posible hasta que el pecado no sea quitado del medio. Mientras el pecado esté presente, la tristeza, el llanto y el dolor son inevitables. Y así, en el último capítulo del último libro de la Biblia, Dios nos deja con una promesa y una advertencia:
“Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira” (Apocalipsis 22:14-15).
Dentro del Reino estarán aquellos que se han arrepentido y se dedicaron a vivir en el marco de la ley de Dios. Fuera del Reino están los que se aferran al pecado.
Dentro del Reino estarán aquellos que se han arrepentido y se dedicaron a vivir en el marco de la ley de Dios. Fuera del Reino están los que se aferran al pecado. Ellos —y su estilo de vida pecador— van a ser destruidos para siempre en el lago de fuego, borrados de la existencia por la eternidad.
¿Qué nombres están en el Libro de la Vida?
Como cristiano, es difícil no tener miedo del Libro de la Vida:
¿Y si mi nombre no está en él?
¿Y si he cometido demasiados errores —si no he vencido todos mis pecados— y cuando llegue el día, me encuentro fuera del Reino en lugar de estar adentro?
Si usted se está preguntando eso, no es el primero, ni será el último. Es algo que a la mayoría de nosotros nos ha preocupado en algún momento de nuestra vida.
Jesús contó muchas parábolas que terminaban con “llanto y crujir de dientes” para personajes que eludían sus responsabilidades (ver Mateo 13:42; 22:13; 24:51; 25:30). Sería bueno que nos preguntáramos si de alguna manera hemos adoptado ese rol sin darnos cuenta —preguntarnos si nosotros mismos nos estamos alejando fuera del Reino.
Pero miremos más de cerca esas parábolas. ¿Qué personajes son castigados? Los “hijos del malo” (Mateo 13:38), un invitado a la boda irrespetuoso, un sirviente malvado y un sirviente perezoso. No son papeles en los que “caemos”, son decisiones. Estas parábolas no son acerca de personas que lo intentaron y fracasaron; son acerca de personas que dejaron de intentarlo por completo y que, en muchos casos, se oponen activamente a Dios.
¿Ése es usted? Lo dudo. Sospecho que a usted le importa mucho estar alineado con Dios, o de lo contrario no estaría leyendo este artículo. Usted es un cristiano en formación, lo que significa que probablemente comete más errores de los que quisiera (de ser así, bienvenido al club), pero esas fallas no significan que usted no lo esté intentando.
Y el esfuerzo es lo que importa. ¿Se arrepiente? ¿Se está esforzando? ¿Está tratando de mejorar cada día? ¿Tiene metas espirituales por las que está trabajando?
Esto es lo que pasa con el Libro de la Vida: las personas cuyos nombres no están en él son aquellos que no quieren estar en él. Son personas que no están dispuestas a arrepentirse y cambiar, incluso cuando se enfrentan a la verdad de Dios. Se niegan a hacer el esfuerzo. A través de sus acciones, le dicen a Dios: “No quiero lo que me ofreces. Aferrarme a mi pecado es más importante que vivir de acuerdo con tu camino y me niego a dejarlo ir”.
Si ésa es y continúa siendo nuestra actitud, podemos estar seguros de que no va a haber un lugar para nosotros en el Libro de la Vida o en el Reino de Dios. Pero si ésa no es nuestra actitud —si sólo somos personas con defectos, que cometen errores y luchan contra su propia naturaleza humana mientras tratan de buscar y obedecer a Dios— entonces, no debemos tener miedo.
Dios quiere escribir su nombre en el Libro de la Vida
Nuestro lugar en el Libro de la Vida y el Reino de Dios está reservado por la misericordia de Dios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
Ninguno de nosotros es lo suficientemente fuerte para abrir las puertas del Reino —pero la inmerecida gracia que Dios nos da nos abre las puertas de par en par. Es por la gracia de Dios que podemos volver a ser limpios cuando tropezamos. Es por la gracia de Dios que somos justificados ante sus ojos. Es por la gracia de Dios que estando fuera del Reino entramos en la familia de Dios.
Jesús les dijo a sus discípulos: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32).
Es difícil sobredimensionar la misericordia de Dios. Desde la primera hasta la última página de la Biblia, está ahí, recordándonos que, si estamos dispuestos a seguirlo, nada en el mundo puede impedir que atravesemos las puertas del Reino de Dios.
Si usted desea sugerir algún tema para futuras ediciones de “Cristianismo en progreso”, puede hacerlo anónimamente en vidaesperanzayverdad.org/ideas. ¡Esperamos sus sugerencias!