Rey de la montaña
Así como un juego de niños es un reflejo del mundo real, ¡los días santos de Dios muestran lo que va a cambiar!
Los niños con los que yo crecí no tenían juguetes sofisticados, pero nunca les faltó diversión. Uno de nuestros más grandes entretenimientos era una gran pila de basura de probablemente dos metros de altura. Entonces teníamos lo que los niños requieren para que sea un juego perfecto —la oportunidad de ensuciarnos y algo de competencia.
Llamábamos a este juego el Rey de la montaña, y me imagino que los niños alrededor del mundo todavía juegan algo parecido en la actualidad.
Las reglas son simples: el rey es aquel que está encima de la pila de basura y el objetivo de todos los demás es hacer lo que sea necesario para ser el rey. Si cinco niños están jugando y usted está en la cima, los otros cuatro harán lo que puedan para derribarlo de ahí.
La ventaja del rey es que por estar en el tope puede repeler más fácilmente a los otros, ya que ellos tienen que trepar por cuestas empinadas. Su desventaja, por otra parte, es que los demás lo superan enormemente en número. ¡Con tantas cosas en contra, nadie es rey por mucho tiempo!
Inevitablemente el rey es derrocado y en ese punto los demás participantes se enfrentan entre sí tratando de llegar a la cima. Luego los restantes se unen para tratar de derrotar al nuevo rey.
Esta dura lucha era muy divertida, pero casi siempre terminaba cuando alguien era herido.
Pero la vida no es un juego
Una pila de basura y la naturaleza humana —eso es todo lo que se necesita para un gran juego de niños… y una gran metáfora para la humanidad.
La historia de nuestro mundo es de naciones y líderes, políticos y pueblos, que juegan al Rey de la montaña —siempre tratando de derrocar los poderes que existen.
Pero nunca ha sido un juego. ¿Cuántos millones de personas han sufrido inmensamente y han perdido la vida en esta continua, y con frecuencia violenta, lucha por el poder?
En el futuro: un nuevo Rey de la montaña
Los lectores de Discernir saben que con frecuencia señalamos el asombroso abismo que existe entre las prácticas de las iglesias cristianas en la actualidad y la Iglesia del Nuevo Testamento. Entre las más grandes se cuentan el sábado y los días de fiesta anuales.
Es una vergüenza que estas observancias bíblicas hayan sido rechazadas y reemplazadas por los días de fiesta seculares y esto también ha causado una gran pérdida de entendimiento. En una de estas fiestas en particular —la Fiesta de Trompetas— Dios afronta el problema del Rey de la montaña. Este día señala la promesa de Cristo de regresar (literalmente a un monte —el monte de los Olivos en Jerusalén) para asumir su posición por encima de todos los gobiernos de la Tierra.
El profeta Isaías escribió: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones” (Isaías 2:2).
En la Biblia, montes comúnmente representan gobiernos. Sí, Jesús será el Rey de la montaña —gobernando sobre toda la Tierra.
Pero en vez de tratar de derrocarlo, esta sobresaliente profecía muestra que: “Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas” (Isaías 2:3).
Varios artículos en este número subrayan estos días santos bíblicos y festivales que representan y explican los eventos que conducen y siguen a la venida de Jesucristo. El artículo acerca del monte del templo en la página 11 describe la importante historia y el futuro profetizado del lugar actual al que Cristo regresará. El artículo “El día santo que más odia Satanás” (página 14), explica el destino del ser espiritual que ahora está temporalmente en la cima de este mundo. Y el artículo “Las películas de zombis: ¿tienen algo bueno?” (página 8), trata del eventual destino de toda la humanidad, también representado en los días santos de Dios.
Que Dios acelere el día en que el cruel y estéril juego de la humanidad, el Rey de la montaña, termine, y que el perfecto Rey de Reyes regrese para quedarse por siempre sobre la Tierra.
— Clyde Kilough