En nuestro número anterior, exploramos el concepto bíblico de salvación. Nosotros descubrimos que:
Somos salvos de la muerte (no de la eternidad del sufrimiento en el infierno, como muchos creen).
Somos salvos por la vida resucitada de Jesucristo.
Hay pasos esenciales (más allá de solo profesar el nombre de Jesús) que debemos dar.
Pero hay otra pregunta importante que tenemos que responder: ¿cuándo somos salvos realmente?
El cristianismo tradicional habla casi exclusivamente de la salvación como una realidad presente en la vida de un cristiano. Es vista como un estado de los creyentes en el momento en que ellos aceptan a Jesucristo como el Salvador (o en algunas denominaciones, en el momento del bautismo). En otras palabras, si usted ha aceptado a Jesús, usted es salvo. Sus pecados son perdonados y su lugar en el cielo está asegurado. Eso es todo.
¿Pero es esto todo acerca de la salvación?
En su famosa profecía del monte de los Olivos, Jesús dijo: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13, énfasis añadido). El “fin” se refiere al fin de este siglo y la segunda venida de Cristo.
Entonces, Jesús parece estar diciendo que la salvación ocurrirá en el futuro. Esa afirmación parece indicar que ser salvo es un evento futuro que los creyentes no han experimentado todavía.
Pero hay otros pasajes que parecen decir lo opuesto. Por ejemplo, Pablo dijo: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8, énfasis añadido). Esto pareciera implicar que la salvación es un evento pasado.
Sin embargo hay otros lugares en los que la Biblia habla de la salvación como algo que está sucediendo: “pero a los que se salvan esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18).
Entonces, ¿cuál es? ¿“Serán salvos”, “sois salvos” o “se salvan”?
La respuesta es: ¡las tres!
La salvación es un proceso
¿Cómo pueden ser verdad las tres?
Los aspectos pasado, presente y futuro de ser salvos, representan los tres pasos fundamentales del proceso de salvación. Examinemos más detenidamente cada paso.
Para entender esto debemos recordar qué es exactamente la salvación —es decir, ser salvos del pecado y sus consecuencias. El pecado (que produce la separación de Dios y finalmente la muerte) es el obstáculo más grande para el cumplimiento del propósito de Dios en nosotros, que es convertirnos en seres perfectos tal como Él es perfecto (Mateo 5:48). Cuando una persona acepta a Cristo y es bautizada, está sólo comenzando el camino. La salvación debe entenderse como un proceso —no un evento.
Los aspectos pasado, presente y futuro de ser salvos, representan los tres pasos fundamentales del proceso de salvación. Examinemos más detenidamente cada paso.
Paso 1: Convertirse en cristiano (haber sido salvos)
El primer paso es ser llamado por Dios y venir a Él a través de Jesucristo. Para hacer esto, el problema primario con el que tenemos que lidiar es con nosotros mismos. Todos vendremos a Dios con una vida de pecado que está registrada. Necesitamos ser salvos de tener la experiencia de la muerte eterna como consecuencia de esos pecados (Romanos 6:23).
Cuando aceptamos a Cristo y su sangre derramada por el pecado, debemos arrepentirnos profundamente de esos pecados y ser bautizados (Hechos 2:38). Cuando una persona se levanta de la tumba acuática del bautismo, esos pecados “son lavados”, “borrados” —limpiados por completo y excluidos del registro de la persona (Hechos 2:38; 3:19; 22:16).
A esto es a lo que Pablo se estaba refiriendo cuando escribió “por gracia sois salvos por medio de la fe” (Efesios 2:8). Inmediatamente después del bautismo, cada creyente verdaderamente arrepentido ha sido salvo de todos los pecados que ha cometido antes de ese momento. Dios acepta la muerte de Jesús para pagar la pena de esos pecados en lugar nuestro —somos salvos de esa pena.
Entonces, en este sentido es que un verdadero creyente ya ha sido salvo.
Paso 2: Vivir la vida cristiana (estar siendo salvados)
Cuando los verdaderos creyentes salen de las aguas del bautismo, ellos son salvos de los pecados que cometieron antes de ese momento —pero todavía existe un problema. Ellos seguirán viviendo. Lo que significa que volverán a pecar.
La creencia verdadera, el arrepentimiento y el bautismo lavan nuestros pecados pasados, pero no borran nuestros pecados futuros. Para ser salvos de los pecados cometidos después del bautismo, un creyente debe arrepentirse y buscar el perdón de Dios por esos pecados. Al escribirles primordialmente a cristianos bautizados, Juan afirmó: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Cuando esos pecados posteriores al bautismo son quitados y borrados de nuestro registro, somos salvos de esos pecados. En este sentido, estamos siendo salvos, es un proceso continuo. A medida que nos arrepentimos de los pecados después del bautismo y continuamos creciendo en el carácter de Dios, somos salvos de la pena de muerte por dichos pecados, gracias al sacrificio de Cristo, y somos continuamente reconciliados con Dios.
Paso 3: Recibiremos vida eterna cuando Jesucristo regrese (“seremos salvos”)
Pero todavía hay otro aspecto de la salvación que está en el futuro. Recuerde que hay dos resultados del pecado de los que necesitamos ser salvos, son la muerte y la separación de Dios. No estamos totalmente salvos, en un sentido definitivo, hasta que estemos compuestos de espíritu y seamos perfectos —ya sin peligro de pecar o de morir. A esto es a lo que Jesucristo se estaba refiriendo cuando dijo: “mas el que persevere hasta el fin, ése será salvo” (Mateo 24:13).
Cuando Jesús regrese, Él traerá salvación a su pueblo: “y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:28). El proceso de ser salvos sólo ha comenzado en nuestra vida en la actualidad —pero Cristo lo completará a su regreso. La salvación es dada al final de una vida física de arrepentimiento fiel, creciendo y desarrollando una vida de fe hacia Dios (1 Pedro 1:9). Por esto es que la Biblia dice que “somos salvos por su vida” (Romanos 5:10) —porque sólo un Salvador viviente, resucitado, puede regresar y dar vida eterna.
Ésta es la “esperanza de salvación” (1 Tesalonicenses 5:8). Es la esperanza futura que todos los verdaderos cristianos buscan. Esto es ser salvos de la muerte y convertirse en miembros de la familia de Dios por toda la eternidad.
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