Cuando la canciller alemana Ángela Merkel visitó a Donald Trump poco después de que éste se posesionara, el nuevo presidente de Estados Unidos, según fuentes oficiales, inmediatamente removió todo al declarar bruscamente, “Ángela, me debes un billón de dólares”.
Esto era su estimado de lo que los alemanes se comprometieron a contribuir para su propia defensa según el acuerdo de la OTAN contra lo que en realidad gastó en los últimos 14 años.
Desde entonces, la señora Merkel ha hecho también su contribución afirmando que Europa ya no puede contar con Estados Unidos y debe hacer las cosas por su propia mano.
La división entre ambos líderes ha sido con frecuencia dolorosamente evidente, porque el señor Trump ha hecho de la canciller alemana uno de sus blancos retóricos favoritos, atacando la pobre defensa alemana, el comercio y las políticas migratorias de manera constante.
En la cumbre de la OTAN en julio, el presidente aumentó el nivel de contención, dando una paliza a Alemania por “estar totalmente controlada por Rusia” por su dependencia del monopolio de energía del Kremlin.
Abandonando la democracia al estilo occidental
Según The Economist, “desde el colapso soviético, el sentido de amenaza se ha alejado y las barreras para trabajar juntos se han elevado”. Por esto, “la alianza occidental está en problemas. Y esto debería preocupar a Europa, América y el mundo”.
Foreing Policy fue más allá, anunciando: “DEP [descanse en paz] la Alianza Transatlántica” (1945-2018).
Las diferentes prioridades, las creencias divergentes y el choque de culturas políticas han alimentado una peligrosa escalada en la guerra verbal. El presidente Trump ha arremetido contra la Unión Europea porque supuestamente ha estafado a los Estados Unidos en comercio y su seguridad gratuita. Él incluso afirmó que la Unión Europea es un “rival en comercio[...] enfocada en sacar ventaja de los Estados Unidos, atacando nuestro marranito del banco”.
El presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker –con quien el Sr. Trump también ha disentido enormemente– afirmó que era necesario que Europa “reemplazara a los Estados Unidos, que es un actor internacional que ha perdido vigor y por eso, a largo plazo, influencia”.
Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, hizo eco de este dardo, castigando al presidente americano al decir:
“Con amigos como ese [presidente Trump], ¿quién necesita enemigos?”.
“Él está en una misión en contra de lo que nosotros defendemos”.
“Querida América, aprecie sus aliados. Al fin y al cabo, usted no tiene tantos”.
Gigantes económicos a lo largo del Atlántico
Debido a que cerca de un tercio del comercio global en bienes ocurre entre la UE y Estados Unidos, una grieta transatlántica que se va convirtiendo en una guerra comercial tendría un impacto enorme. El comercio entre EE.UU.-UE, alcanzó un total de casi 1,1 billones en el 2016, con Estados Unidos llevando un déficit de comercio con la UE de $92 mil millones ese año.
Los 500 millones de consumidores de la UE hacen que sea el mercado exportador más grande de América. Compra cerca de 270 mil millones en mercancías de Estados Unidos –más del doble del total que Estados Unidos exporta a China– y más de 230 mil millones en servicios. Con más de un 70 % de toda la inversión foránea directa en los Estados Unidos proveniente de la UE (una cifra que se ha doblado en los últimos 15 años), Europa es también el inversor más grande en la economía americana. (Aunque las cifras de la UE van a cambiar por el Brexit, los porcentajes de toda Europa continúan siendo los mismos.)
Peleas entre amigos
Ésta no es la primera vez que ha sido probado el vínculo Estados Unidos-Europa. La crisis de Suez en 1956, cuando el presidente Dwight Eisenhower tuvo un tenso enfrentamiento con Inglaterra y Francia por el control del Canal de Suez, fue una prueba para la relación. En 1980 el presidente Ronald Reagan planeaba el despliegue de misiles nucleares de rango medio en Europa, lo que desencadenó una serie de protestas y división. Y la guerra de Irak en el 2003 incentivó un profundo sentimiento antiamericano en el continente.
Pero, tal como lo anotara Nicholas Burns, un diplomático de carrera que sirvió en la administración de George Bush, en The Wall Street Journal, “en cada una de esas tres crisis, ningún lado sintió que el otro estaba abandonando a Occidente, ni abandonando el contrato básico de que somos aliados” (citado por Gerald Seib).
La divergencia entre la política americana y la europea ahora, sin embargo, está ocurriendo con más frecuencia e intensidad. En menos de dos años de su presidencia, el señor Trump ha perturbado el statu quo, saliéndose del acuerdo climático de París, reconociendo a Jerusalén como la capital de Israel, retirándose del acuerdo nuclear con Irán e imponiendo aranceles al aluminio y acero europeos.
Los medios de comunicación alimentan las llamas
La prensa europea blandió un tridente contra el presidente Trump aun antes de su elección. Según un reciente estudio de la escuela de Harvard Kennedy acerca de los medios de comunicación globales, 98 % de los noticieros de la televisión pública alemana lo describe negativamente, haciéndola la más anti-Trump del mundo.
El tan respetado periódico semanal alemán Der Spiegel ha presentado recientemente artículos incendiarios titulados: “El enemigo en la Casa Blanca” y “Es tiempo de que Europa se una a la resistencia”.
No es de sorprenderse, según una investigación de Pew, que una mayoría de alemanes –comparado con una pequeña minoría de norteamericanos– cree que la relación Estados Unidos-Alemania es “mala”. Otra encuesta reciente encontró que sólo el 14 % de los alemanes cree que Estados Unidos es un socio confiable. Muchos alemanes creen esto porque Washington ha desarrollado un hábito desesperante de tomar decisiones diplomáticas unilaterales que han tenido un impacto desproporcionadamente negativo en los negocios europeos.
Muchos europeos, además, creen que el orden post Segunda Guerra Mundial, guiado por Estados Unidos, está declinando rápidamente. La encuesta realizada por Pew el año pasado en Francia, Alemania e Inglaterra, mostró que creían que China –no Norteamérica– era el más grande poder económico del mundo.
No es popular en Europa, ¿por qué?
El presidente estadounidense parece confirmar muchos estereotipos negativos que los alemanes tienen de los norteamericanos. El columnista de asuntos mundiales Walter Russell Mead, escribe: “la naturaleza impulsiva y temperamental del señor Trump lo pone en desacuerdo con las normas del arte de gobernar de las cuales depende la Unión Europea. Su estilo de enfoque teatral frente a las políticas sacude a los europeos por ser peligroso y falto de seriedad… aún peor desde una perspectiva europea, el señor Trump cree que las relaciones internacionales son guiadas por la necesidad y el interés personal –y según la medida del señor Trump, Europa necesita más a Estados Unidos de lo que Estados Unidos necesita a Europa”.
Mead continúa: “Él no cree que el poder militar será menos relevante a medida que el progreso continúe”, y cree que las naciones estado, individualmente, serán la fuerza geopolítica dominante. Según Mead, el señor Trump concluye que “el establecimiento político de la UE es tan ciego y tan inoperante como ellos creen que es él” (Wall Street Journal).
Como hombre de negocios y autoproclamado negociador que ve las relaciones internacionales con una perspectiva transaccional que exige reciprocidad, el presidente Trump menosprecia el desbalance comercial de Berlín con Washington.
Mead añade: “Cuando el señor Trump ve a Alemania en la actualidad, no la ve mucho como un aliado. El presidente cree que Alemania se beneficia inmensamente de las inversiones de Norteamérica en la OTAN y en general en Europa. Pero responde con políticas egoístas de comercio, conferencias de moral y que cada uno busque su propia seguridad”.
En busca de la defensa europea
Como muchas naciones occidentales, Alemania se ha ido progresivamente acostumbrando en las casi tres décadas después de la guerra fría, a rebajar el presupuesto de defensa, disfrutando “el dividendo de la paz” y subcontratando su defensa bajo el paraguas de seguridad de Estados Unidos.
En un sentido, el presidente Trump está probando ser un unificador de una Europa cada vez más antinorteamericana y se está sintiendo más confiada en su capacidad para rechazar cualquier sociedad con Estados Unidos.
Como la mayor economía en Europa y la cuarta en el mundo, Alemania tiene un sorprendente superávit que alcanza el 8 % de su producto interno bruto, pero pone sólo 1.24 por ciento de él en su propia defensa –muy lejos de la contribución mínima acordada del 2 % en la OTAN. El electorado alemán, que asocia la fortaleza militar con los capítulos más oscuros de la nación, actualmente obstaculiza todo aumento del gasto militar. Sin embargo, las naciones vecinas parecen estar menos preocupadas por la fortaleza alemana que por su debilidad.
Alemania ha recortado sus fuerzas armadas de 500.000 soldados en 1990 a alrededor de 180.000 en el 2017. Entretanto, los equipos se oxidan y se vuelven anticuados. Áreas completas de los militares son “huecos” que carecen de todo suministro, desde carpas hasta uniformes de invierno.
Las recientes evaluaciones militares hicieron notar que debido a que se necesitaban ciertas reparaciones, menos de la mitad de los tanques alemanes están listos para la batalla y ninguno de los seis submarinos puede entrar al mar. La fuerza armada alemana le aporta poco a la OTAN, puesto que sólo cuatro de la flota de 128 jets eurofighter de la fuerza aérea alemana están armados y listos. Durante una reciente evaluación, un escasísimo 8 % de los soldados alemanes confiaba en sus armamentos y en el 2015 debido a los pobres fondos, los soldados se vieron obligados a usar las escobas como pistolas durante los ejercicios de entrenamiento.
Unificador no intencional
Las repercusiones de esta grieta transatlántica son gigantescas. El desbalance de la sociedad en negocios y en la parte militar que el presidente Trump subraya, amenaza con hacer que la grieta llegue a ser una ruptura. En un sentido, el presidente Trump está probando ser un unificador de una Europa cada vez más antinorteamericana y se está sintiendo más confiada en su capacidad para rechazar cualquier sociedad con Estados Unidos.
A medida que la UE intensifica su relación económica con Rusia a través de tratos masivos de energía y esto se proyecta a Asia, la brecha se hará mayor.
El objetivo de la OTAN, dijo el General Lord Ismay, su primer secretario general, era: “mantener a los rusos afuera, los norteamericanos adentro y los alemanes abajo”. El presidente Trump amenaza con salirse de la alianza si no hay una fórmula que haga posible compartir las cargas. Pero exigirle a Alemania que se marche, a la larga, puede traer un resultado diferente del que se anticipa.
Por ahora, la UE, no la conquista militar, es la herramienta alemana para la influencia europea. Pero “los cambiantes alemanes”, tal como lo anota el historiador Luigi Barzini en The Europeans [Los europeos], han mostrado muchas veces su capacidad de “cambiar a algo totalmente diferente en muy poco tiempo”.
A medida que surgen las tensiones económicas, tenga en cuenta que la profecía de la Biblia de los tiempos del fin predice un resurgimiento, dirigido por Alemania, de un poder de 10 naciones, “la bestia”, que brotará otra vez de las cenizas del Imperio Romano (Apocalipsis 17:9-14), como un poder increíble y sin par, a nivel militar, económico y religioso (Daniel 11:40-45; Apocalipsis 13:1-8; 18:2-3; 9-14). D
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