Confortando al afligido
“Usted debería buscar consolar al afligido y afligir al cómodo”.
Me encontré con este proverbio años atrás en un artículo para pastores acerca de cómo hablar efectivamente, y cada vez veo más la verdad que contiene. Descubrí después que el humorista y escritor americano, Finley Peter Dunne, fue el que primero acuñó esta frase cerca de cien años atrás, excepto que él estaba escribiendo acerca de cómo los periódicos deberían impactar en la sociedad. Desde entonces, el refrán ha sido adaptado por varios políticos, educadores, abogados, economistas, publicistas y aun actores, para cualquier propósito que estuvieran tratando de lograr.
Ahora que Discernir entra en su tercer año, he pensado en esta frase más de una vez. ¿Qué estamos tratando de lograr? Nuestras metas son sencillas, pero profundas: explicar los eventos pasados y actuales a la luz de la Palabra de Dios; mantener la esperanza para un mundo que está muriendo basándonos en las promesas de Dios; y mostrar cómo usted puede entender a Dios y cambiar su vida.
No somos originales. Solamente estamos tratando de enmarcar la Palabra de Dios en nuestro contexto moderno. Pero, por su naturaleza, esto requiere confortar al afligido y afligir al cómodo.
El consuelo y la aflicción de la verdad
Cuando hablamos de esto, nadie puede superar a Jesucristo. Durante el tiempo en que Él estuvo en la Tierra, fue un maestro en ayudar y sanar compasivamente a los afligidos por el pecado, pero también para desafiar a aquellos que se sentían cómodos con sus pecados. Y, detrás de todo lo que decía, había un concepto muy sencillo: ¡la verdad!
Es una pena que la verdad nunca haya sido popular —tiene una increíble capacidad tanto para consolar como para afligir. La historia de la Biblia es la historia de una humanidad que siempre busca la comodidad, pero en todas las cosas erróneas. ¿Por qué no podemos encontrar paz, justicia, igualdad, misericordia, perdón, amor, felicidad, benignidad —las soluciones para nuestra incapacidad de llevarnos bien? Las respuestas siempre han estado allí, en la Palabra de Dios. Las soluciones nos afligen, sin embargo, porque se requiere de algo que las personas sencillamente no quieren —no quieren que nadie, aun Dios, les diga lo que tienen que hacer.
Discernir existe para demostrar de una manera convincente que podemos encontrar un consuelo espiritual y mental verdadero, solamente si lo estamos obedeciendo a Él.
La historia de la Biblia es también acerca de cómo, comenzando con Adán y Eva, se ha cambiado la verdad de Dios por una serie de mentiras. Mentiras acerca de cómo vivir, cómo avanzar, cómo tener éxito, cómo ser feliz, qué creer —aun mentiras acerca de Dios.
Discernir existe para poner de manifiesto estas mentiras, porque cualquier cosa que se aleje de la verdad nunca va a darnos comodidad permanente.
Encontrando comodidad en un mundo turbulento
Extrañamente, sin embargo, la seducción del pecado es su promesa engañosa de comodidad. Pareciera que la voz tentadora y susurrante de la tentación dijera: “¡pruébame! ¡Yo te haré feliz. Pondré fin a tu dolor. Te daré lo que tú quieras. Te haré sentir cómodo!”
Discernir existe para advertir acerca de la aflicción de las consecuencias y para revelar las fuerzas espirituales que están realmente guiando las tentaciones destructivas.
Queridos lectores, miren a su alrededor. Cada aspecto del mundo está en turbulencia. ¿Podemos ignorar los problemas crecientes y escondernos en alguna zona artificial de comodidad? Otra gran lección bíblica nos enseña que sólo cuando nuestras aflicciones aumentan hasta alcanzar un gran nivel, cuando nuestra incomodidad se vuelve insoportable, cuando la sensación de impotencia para resolver nuestros problemas se vuelve inmensa, los seres humanos nos volvemos a Dios buscando su ayuda.
El camino de vida de Dios nos ofrece consuelo, y su Palabra nos promete que llegará consuelo para el afligido. Después del regreso de Cristo, nosotros encontraremos descanso en Él y en su forma de vida.
Hasta entonces, trataremos de afligir al que está cómodo y consolar al afligido con la verdad de Dios.
Clyde Kilough
Editor