El evolucionismo está por todos lados. Cada vez que visitamos un zoológico o un museo de historia natural, vemos un programa de naturaleza o leemos una revista científica o acerca de la vida salvaje, es muy probable que nos topemos con conceptos evolucionistas.
En la mayoría de las escuelas y universidades, la evolución es parte importante del currículo de biología y ciencia. Por todos lados somos bombardeados con la idea de que la vida se originó por azar y se desarrolló hasta formar los organismos que vemos hoy.
Esto ha afectado mucho a nuestra sociedad. Un estudio del centro de investigación Pew publicado en el 2019 indica que 81 por ciento de los adultos estadounidenses cree en la evolución, incluyendo un 33 por ciento que cree en la evolución por selección natural sin la influencia de un Creador y 48 por ciento que cree en la evolución como un proceso guiado o permitido por un poder superior.
El comienzo del darwinismo
El evolucionismo es un fenómeno relativamente nuevo. Hasta hace aproximadamente 160 años, la mayoría de las culturas occidentales creía que la humanidad y todas las formas de vida fueron creadas por Dios (o alguna deidad falsa).
No fue sino hasta 1859, cuando el científico inglés Charles Darwin publicó su libro El origen de las especies, que el mundo empezó a cambiar de parecer. Éste fue un punto de inflexión crucial en la historia. Desde entonces, muchos comenzaron a darle la espalda a Dios, la Biblia y la religión.
En su libro, Darwin explica los conceptos básicos de su teoría. Según él, las diferentes especies de plantas y animales han mutado a través del tiempo y siguen cambiando para dar paso a especies nuevas y más avanzadas. Estos cambios evolutivos, postula, son resultado de una selección natural donde los organismos con características heredables ventajosas tienen mayor probabilidad de sobrevivir y reproducirse que los organismos más débiles. Así, las variantes más fuertes se perpetúan mientras las más desfavorecidas son eliminadas.
Darwin luego explica que una especie puede llegar a mutar lo suficiente como para convertirse en una especie nueva. Su teoría deriva en que todas las formas de vida, desde los pájaros, hasta los monos y los tulipanes, comparten un ancestro unicelular que existió hace millones de años.
Aunque el autor no se refiere directamente a los seres humanos en El origen de las especies, estaba convencido de que la selección natural también se aplica al hombre. Es por esto que, en 1871, publicó un nuevo libro titulado El origen del hombre.
El propósito de este libro se explica en el capítulo 2: “demostrar que no existen diferencias fundamentales entre el hombre y los mamíferos superiores en términos de sus facultades mentales”. Darwin insistía en que los humanos somos simplemente otra especie animal, no muy diferente de los monos excepto por algunas características favorables.
Pero Darwin no fue el primero en proponer la idea de la evolución. Varios científicos antes de él habían propuesto que las especies pueden evolucionar, aunque no tenían una hipótesis plausible de la causa de dichos cambios. Darwin, con su teoría de evolución por selección natural, les dio a los científicos y filósofos del mundo una explicación que “comprobaba” la probabilidad y ocurrencia de los cambios evolutivos.
El camino a la incredulidad
Hoy en día los evolucionistas consideran a Charles Darwin un héroe descubridor. Pero para quienes creen en Dios y la Biblia, las ideas de Darwin no son algo para celebrar. El darwinismo intenta explicar toda la maravilla, belleza y variedad de la naturaleza sin un Creador superior; y para quienes apoyan este pensamiento, es el camino perfecto para deshacerse del concepto de Dios.
El darwinismo intenta explicar toda la maravilla, belleza y variedad de la naturaleza sin un Creador superior.
A mediados del siglo XIX, cuando estaba próximo a publicarse El origen de las especies, en Europa comenzó un movimiento inclinado al secularismo —la creencia de que la humanidad no necesita de Dios ni sus leyes. Este pensamiento se basa en una filosofía conocida como naturalismo, según la cual no existe el mundo espiritual y la materia física es lo único real.
Los secularistas quieren que la religión y cualquier referencia a Dios y la Biblia sean sacadas de las escuelas, las instituciones gubernamentales y la vida pública. El darwinismo les dio el combustible necesario para expandir su ideología en todo el mundo; y, lamentablemente, eso fue justo lo que ocurrió.
Cuando la Biblia deja de ser la base para comprender nuestra existencia, nuestra vida pierde significado. El único propósito de la vida, según los evolucionistas, es la sobrevivencia —obtener todo lo posible ahora (ya que no creen en la vida después de la muerte) y reproducirse a sí mismos.
El naturalista Chet Raymo admite esta realidad en su libro Skeptics and True Believers [Escépticos y verdaderos creyentes] y explica: “nuestras vidas son breves e intrascendentes en el esquema cósmico de las cosas” (p.110). El autor también dice que el darwinismo es la razón principal por la cual la comunidad científica concluyó que, en las palabras de Steven Weinberg, “mientras más comprensible parece el universo, también parece más vano” (p. 154).
Los evolucionistas no creen lo que la Biblia dice claramente: que Dios creó al hombre a su imagen (Génesis 1:27) con un plan especial en mente —llevar “muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10-11)— y que el propósito de esta vida es prepararnos para nuestro futuro rol en el Reino de Dios.
Evolución teísta
Aunque el darwinismo se opone a la verdad de Dios, hay quienes intentan integrar la teoría de la evolución con la creación bíblica. Los “evolucionistas teístas” postulan que Dios creó el universo y todo lo que contiene por medio de un proceso evolutivo a lo largo de millones de años.
Según este pensamiento, Dios inició la formación del universo con un organismo unicelular para luego dar un paso atrás y dejarlo evolucionar. Sin embargo, Génesis 1 dice que Dios creó las plantas, los animales y a la humanidad por separado e instantáneamente.
Ambas cosas no pueden ser ciertas. Tratar de reconciliarlas implicaría que no hubo una creación literal en un período de tiempo establecido, y que el relato bíblico de la creación es sólo metafórico. Esto daría paso al descrédito de otras partes de la Biblia.
Tal como la evolución tradicional, la evolución teísta le resta relevancia a la Palabra de Dios y abre la puerta a un pensamiento equivocado. (Vea nuestro artículo en línea “Evolución teísta”).
Inmoralidad: la inevitable consecuencia del evolucionismo
Cuando la sociedad deja de creer en Dios y la Biblia, las personas comienzan a decidir por sí mismas cómo vivir. No reconocen la autoridad de las leyes de Dios, ni piensan que tengan que rendir cuentas. El inevitable resultado es la decadencia moral.
De hecho, a muchas personas les atrae la idea de la evolución justamente porque les da una razón para no creer en Dios, y por lo tanto liberarse de sus límites morales.
El escritor y filósofo Aldous Huxley, un ferviente defensor del darwinismo, dijo con mucha franqueza en su ensayo Ends and Means [Fines y medios]: “Para mí, como sin duda para muchos de mis contemporáneos, la filosofía de la futilidad fue esencialmente una herramienta de liberación. La libración deseada era… de cierto sistema moral. Nos oponíamos a esta moralidad porque interfería con nuestra libertad sexual”.
El apóstol Pablo habló acerca de esta tendencia en Romanos 1:28-29, y nos advierte que rechazar a Dios conduce a una “mente reprobada”, la cual a su vez produce, injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades.
Otra forma en que el darwinismo fomenta la inmoralidad es el razonamiento de que, si la humidad está evolucionando, los conceptos de bien y mal también pueden cambiar. Por lo tanto, la moralidad debe ser relativa a las condiciones de la vida en determinado momento y no hay reglas objetivas que debamos obedecer.
Darwinismo social
Otros aplican la teoría biológica de Darwin a las relaciones interpersonales. Esto se conoce como darwinismo social, cuyo postulado es que, si los animales y las plantas están en una lucha por sobrevivir donde el fuerte permanece y el débil es eliminado, el mismo proceso de “supervivencia del más fuerte” se aplica a la sociedad.
El darwinismo social se ha usado como excusa para algunas de las prácticas más viles y corruptas de la humanidad, como la competencia comercial despiadada, la avaricia corporativa, la eugenesia, el racismo y el genocidio.
Así, el darwinismo social se ha usado como excusa para algunas de las prácticas más viles y corruptas de la humanidad, como la competencia comercial despiadada, la avaricia corporativa, la eugenesia, el racismo y el genocidio. Cosas como éstas se han justificado bajo la idea de que es natural explotar, aplastar y eliminar a los individuos y negocios más débiles.
La aplicación más infame del darwinismo social fue cuando Adolf Hitler intentó justificar el genocidio de los judíos (individuos “no aptos”, según él) y establecer la preeminencia de la raza aria.
El mismo Darwin criticaba los esfuerzos de la sociedad por ayudar a los más necesitados, pues pensaba que deberíamos dejar a la selección natural seguir su curso para quienes están destinados a desaparecer. En el capítulo 5 de El origen del hombre Darwin incluso escribió que dichas prácticas son “muy dañinas para la raza humana”. Ésa es la terrible, pero lógica conclusión del darwinismo.
Nada “bueno” resulta de la evolución
La verdad es que nada bueno puede resultar de aceptar la teoría de la evolución de Darwin o sus aplicaciones modernas. El darwinismo es una visión cruel, deprimente y desesperanzadora de nuestra existencia. Sin el conocimiento de que existe un Dios lleno de amor a cargo de todo, y que nuestra vida tiene un propósito maravilloso, es imposible ser positivos.
Además, ninguna cultura puede sobrevivir cuando las personas crean sus propias reglas y viven para sí mismas.
La competencia despiadada a expensas de los demás es exactamente lo opuesto a lo que Dios quiere para el ser humano. La Biblia dice claramente que los fuertes deben ayudar a los más débiles (Romanos 15:1-3).
Otro gran problema con la teoría de la evolución es que no puede comprobarse. Si la evolución fuera real, debería estar evidenciada en registros fósiles de transición entre especies y pruebas del desarrollo de nuevas especies en la naturaleza, pero no lo está. Lo único que ha podido comprobarse es la microevolución (adaptación o pequeñas mutaciones dentro de especies existentes), la cual no negamos. (Vea nuestro artículo en línea “Microevolución vs. macroevolución”.)
Por otra parte, ni Darwin ni ningún otro científico ha sido capaz de explicar de dónde provino el supuesto primer organismo unicelular.
Pero aún así, muchas personas se aferran al evolucionismo e insisten en su veracidad. No es de sorprenderse, pues como dice Romanos 8:7: “los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”. La naturaleza humana prefiere creer que no hay Dios ni propósito de la vida a someterse a un poder superior.
La Biblia también dice que “en los postreros días vendrán burladores” (2 Pedro 3:3). Al acercarse el regreso de Jesucristo, habría personas que dudarían de la existencia de Dios y ridiculizarían a quienes negasen la evolución.
Pero cuando Cristo regrese, los burladores y toda la humanidad conocerán la verdad: que sí tenemos un Creador, y someternos a Él es el único camino hacia una existencia feliz y trascendente.