El joven contador enfrentaba una difícil decisión que afectaría el resto de su vida y probablemente su carrera. Tenía mucho que perder.
Su esposa y él acababan de descubrir que el día de reposo era el sábado en lugar del domingo, y cambiar de día de adoración tenía graves consecuencias para su futuro. Habían ido a la iglesia en domingo durante toda su vida, así que la noticia les sorprendió mucho.
También estaba el factor económico. El contador había entendido que debía dejar de trabajar en el día de reposo, pero en su empleo le pedían trabajar la mitad del sábado. Para un hombre joven y casado, con dos hijos pequeños que mantener, su trabajo era esencial para el sostén de la familia.
Tratando de tomar una decisión, estudió con cuidado las escrituras que decían que el día de reposo era el sábado, y todas tenían sentido. Luego se acercó al pastor de la iglesia a la que asistía y le preguntó por qué esa denominación guardaba el domingo. La respuesta del pastor fue una estándar: se guardaba el domingo para conmemorar la resurrección de Jesús. Y no sabiendo que Cristo en realidad resucitó en un día diferente, esta explicación también le pareció lógica al joven profesional.
Aquel contador era mi padre, y en ese momento se sentía muy confundido. Ambas explicaciones le parecían igualmente lógicas.
Discernimiento espiritual
La encrucijada que mi papá enfrentaba requería de discernimiento espiritual —la capacidad de ver lo que Dios desea que hagamos. Ésta es una habilidad fundamental para cualquiera que desee adorar a Dios “en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24).
En nuestro mundo actual, hay muchas explicaciones aparentemente lógicas para una enorme variedad de creencias religiosas, ¡algunas diametralmente opuestas entre sí! ¿Cómo podemos adquirir el discernimiento espiritual necesario para saber cómo espera Dios que lo adoremos?
Éstas son siete claves para ayudarnos a desarrollar tan crucial habilidad.
Clave 1: Reconocer que hay absolutos espirituales
Éste es un paso fundamental para desarrollar discernimiento espiritual. Las matemáticas, la ciencia, la construcción, el pensamiento lógico y casi todas las cosas en la vida requieren de absolutos. Pero cuando se trata de la ley de Dios y la moralidad, muchas personas prefieren decidir por sí mismas lo que está bien y lo que está mal. Se rehúsan a reconocer que Dios tiene autoridad sobre nuestra vida y nos da instrucciones que debemos seguir siempre, sin importar las circunstancias.
Pero la verdad es que con Dios también hay absolutos. La Biblia nos dice claramente cómo Él espera que nos comportemos, y que desobedecer sus instrucciones es pecado. Tener discernimiento implica saber reconocer opuestos o contrastes, como limpio/inmundo, bueno/malo, correcto/incorrecto y obediencia/desobediencia. Y el discernimiento espiritual requiere que hagamos ciertos juicios.
Quienes rechazan la autoridad de Dios para establecer reglas odian ser juzgados. No quieren que nadie les diga (o incluso piense) que su comportamiento está mal. Esto es lo que sentían los hombres de Sodoma cuando acusaron a Lot de “erigirse en juez” por intentar disuadirlos de sus malas intenciones contra sus invitados (Génesis 19:9). Quienes hoy en día rechazan la ley de Dios también se sienten juzgados cuando sus malas obras no son aceptadas y celebradas.
En nuestra sociedad actual, que es hostil a las leyes buenas y beneficiosas de Dios, muchos citan las siguientes palabras de Cristo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1). Incluso quienes rechazan la mayoría de las enseñanzas bíblicas citan este versículo a veces. Y aún quienes dicen ser cristianos pueden malentender lo que Cristo quiso decir.
Pero si leemos Mateo 7:1-3 con cuidado, veremos que la lección de Jesús en realidad se trata de los juicios con hipocresía. Su punto era que, antes de intentar ayudar a los demás a corregir sus faltas, debemos corregir las nuestras. Si su enseñanza hubiese sido que no debemos juzgar nunca, entonces no podríamos ayudar a nuestro prójimo de esta manera.
En otra ocasión, Cristo dijo más claramente: “juzgad con justo juicio” (Juan 7:24, énfasis añadido).
Clave 2: Pedir la ayuda de Dios
Reconocer que no lo sabemos todo es otro principio fundamental para desarrollar discernimiento espiritual. Los mantras populares acerca de “escuchar a nuestro corazón” o “buscar en nuestro interior” las respuestas a los grandes dilemas de la vida son opuestos a lo que la Biblia enseña.
Reconocer que no lo sabemos todo es otro principio fundamental para desarrollar discernimiento espiritual.
Cuando empezaba su reinado, el rey Salomón le pidió a Dios: “Eterno Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir… Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo” (1 Reyes 3:7, 9; énfasis añadido). Sus palabras agradaron a Dios, así que Salomón recibió lo que pedía (vv. 10, 12).
Más tarde, cuando el rey escribió parte de la sabiduría que Dios le había dado, dijo en dos ocasiones: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12;16:25).
Al reconocer el hecho de que los seres humanos necesitamos ayuda, Jeremías también le dijo a Dios: “Conozco, oh Eterno, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23). Luego añadió: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá” (Jeremías 17:9).
El salmista además escribe: “Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído” (Salmos 119:66, énfasis añadido). Nosotros también podemos hacer lo mismo; podemos pedirle a Dios discernimiento espiritual y creer que, como promete Cristo: “todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22).
Clave 3: Odiar lo que Dios odia y amar lo que ama
Dios creó al ser humano a su imagen, y su deseo es que adquiramos su naturaleza como miembros de su familia eterna. Pablo explica que Dios nos ha llamado a ser “hechos conformes a la imagen de su Hijo”, y el resultado de ese proceso es que nuestros cuerpos llegarán a ser “[semejantes] al cuerpo de la gloria suya” (Romanos 8:29; Filipenses 3:21).
Con esta idea en mente, Pablo instó a los corintios diciendo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Mientras más nos esforcemos por imitar a Dios, más seremos como Él y mayor será nuestro discernimiento espiritual. Y mientras más crezcamos en discernimiento, nuestros valores, pensamientos y juicio se conformarán más a los de Dios.
¿En qué debemos imitar a Dios?
Podemos empezar por odiar lo que Él odia y amar lo que ama. Dios ama a toda la humanidad y quiere que todos seamos parte de su familia. Pero al mismo tiempo, odia el pecado por las terribles consecuencias que produce en las personas (Juan 3:16-17; 2 Pedro 3:9; Romanos 6:23).
¿Qué cosas odia Dios? La lista es bastante extensa, pero éstas son algunas de las conductas que Él rechaza, e incluso describe como “abominaciones”: adorar a dioses falsos (Deuteronomio 12:31; 16:22), el divorcio (Malaquías 2:16), el consumo de carnes inmundas (Levítico 11:11), el travestismo (Deuteronomio 22:5), los negocios engañosos (Proverbios 11:1), la mentira (Proverbios 12:22), y los caminos de los impíos (Proverbios 15:9).
Proverbios 6:16-19 enumera otras siete cosas que Dios abomina; y como un resumen de este punto, Salmos 97:10 dice: “Los que amáis al Eterno, aborreced el mal”.
¿Qué cosas ama Dios? Ama al dador alegre (2 Corintios 9:7). Le agradan las oraciones sinceras (Apocalipsis 5:8). Le gusta vernos hacer el bien y compartir con otros (Hebreos 13:16), y le place invitar a los santos a ser parte de Reino (Lucas 12:32).
El profeta Amós resumió este punto cuando le dijo a su pueblo: “Aborreced el mal, y amad el bien” (Amós 5:15). Este consejo sigue siendo válido en la actualidad.
Clave 4: Busque consejo
Buscar consejo de personas que tienen conocimiento y experiencia es otra clave que nos puede ayudar a hacer juicios sensatos. El sabio rey Salomón hizo énfasis en este punto en varios de sus proverbios.
“Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; más en la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 11:14).
“El camino del necio es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es sabio” (Proverbios 12:15).
“Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; más en la multitud de consejeros se afirman” (Proverbios 15:22).
Aunque a Salomón le fue dada tanta sabiduría y conocimiento por parte de Dios que los gobernantes de otras naciones venían para oírlo (1 Reyes 4:34; 10:4), él todavía reconocía el valor de buscar consejo de otros.
Cuando busquemos consejo, deberíamos hacerlo en personas que tengan el conocimiento, la experiencia y la sabiduría para aconsejarnos adecuadamente. Sólo hablar con nuestros amigos —que tal vez no tengan la preparación adecuada para ofrecernos un consejo sabio— difícilmente nos proveerá siempre con respuestas sensatas y buenos resultados.
Clave 5: Practique buenos juicios
Cuando los atletas quieren volverse buenos en su deporte, ellos practican, utilizando las mejores técnicas. Y en la mayoría de los casos, ¡practican muchísimo! Hablando en general, mientras más practiquen, mejor lo harán. La práctica perfecta los perfecciona.
Este punto también se aplica si queremos desarrollar discernimiento espiritual. No podemos tan sólo leer o pensar acerca del discernimiento. ¡Tenemos que practicarlo!
El autor del libro de Hebreos ilustra este punto: “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:14, énfasis añadido).
Entender los estilos de tomar decisiones, basados en la mente o en el corazón
Los investigadores han demostrado que cuando se toman decisiones, muchas personas tienen una preferencia innata por tomarlas basados en la mente o en el corazón.
Las personas que generalmente toman decisiones basadas en la mente, son descritas frecuentemente como lógicas, racionales, orientadas al detalle y objetivas.
Las personas que con más frecuencia toman decisiones basadas en el corazón, se piensa que son emocionales, apasionadas, con facilidad para sentir empatía y orientadas a las emociones.
Ambos tipos de personas tienen fortalezas y debilidades. Las que toman decisiones basadas en la mente con frecuencia son fuertes en términos de seguir reglas, pero pueden herir innecesariamente los sentimientos de los demás. Las que toman decisiones por el corazón generalmente se relacionan bien con las personas, pero pueden pasar por alto reglas o principios importantes.
Usualmente las mejores decisiones son aquellas que utilizan ambos tipos de juicio. Esta clase de juicio respeta tanto la verdad como el amor.
Nunca debemos transigir con la verdad de Dios en un intento por mostrar amor a otros. Y nunca debemos usar la verdad para herir innecesariamente a otros. Al tener en cuenta este punto, Pablo nos advierte que sigamos “la verdad en amor” (Efesios 4:15).
Clave 6: Escoja sus amigos cuidadosamente
Las personas con las cuales pasamos tiempo tienden a influir nuestro pensamiento y subsecuentemente nuestras acciones. Si bien no podemos controlar con quién nos encontremos en público o con quién vamos a trabajar, podemos decidir con quién vamos a compartir en nuestro tiempo libre.
Al mencionar este concepto, Salomón escribió: “El justo sirve de guía a su prójimo; más el camino de los impíos les hace errar” (Proverbios 12:26).
En el primer siglo, Pablo reiteró este principio perdurable: “No se dejen engañar: Las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33, NTV). También escribió: “no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas” (Efesios 5:11).
Al expandir este punto, Pablo enseñó: “no os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2 Corintios 6:14).
Por el lado positivo, cuando compartimos con personas que comparten nuestros valores religiosos, esto nos anima a mantenernos fieles a Dios. Cuando estamos juntos, tenemos la oportunidad de “estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24).
Por esto es que compartir con creyentes era un principio tan importante durante la fundación de la Iglesia de Dios (Hechos 2:42).
Cuando compartimos con creyentes, crecemos en nuestro amor y respeto mutuo y por Dios. Como Juan explicó: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su hijo Jesucristo” (1 Juan 1:3, énfasis añadido).
Clave 7: Aprender de sus errores
La verdad cruda y escueta es que todos hemos cometido errores y seguiremos cometiéndolos. Esto se repite muchas veces en la Biblia.
En su oración al dedicar el templo, Salomón anotó: “Porque no hay hombre que no peque” (1 Reyes 8:46; 2 Crónicas 6:36). En el libro de Eclesiastés, él dijo similarmente: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Eclesiastés 7:20). Más tarde, Pablo explicó: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
La pregunta no es si todos pecaremos. Ya lo hemos hecho. Lo importante es lo que haremos después de pecar.
Dios desea que nos arrepintamos de nuestros actos impíos y regresemos a vivir como Él nos ordena. Al comentar la tenacidad que necesitamos para enfrentar los errores, Salomón dijo: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal” (Proverbios 24:16).
El punto es que necesitamos volvernos a levantar cada vez que caigamos. Todos necesitamos aprender de nuestros errores para no volver a caer o por lo menos no con tanta frecuencia.
El discernimiento espiritual crece y la confusión desaparece
Al comienzo de esta serie de artículos, expliqué cómo mi padre tuvo que hacer un juicio con respecto a cuál día adoraríamos a Dios. Inicialmente, tanto la propuesta de adorar en el séptimo día como la Biblia enseña y la propuesta de adorar el domingo en honor de la resurrección de Cristo, parecían tener sentido para él.
Pero, a medida que él crecía en discernimiento espiritual, la confusión desapareció. Él y mi madre llegaron a entender que la Biblia no dice que Jesús resucitó de la tumba el domingo y que el cambio de sábado a domingo como día de adoración no estaba validado en la Biblia.
Equipado ahora con un mayor entendimiento y discernimiento espirituales, ellos empezaron a adorar el día que Dios había bendecido y sancionado para este propósito. (A propósito, poco después de que mi padre le pidiera a su jefe si podía tener el sábado libre, toda la compañía dejó de trabajar los sábados y todos descansaban el sábado y el domingo. Mi familia consideraba esto como una bendición de Dios.)
En la vida usted tendrá que enfrentar decisiones difíciles tanto a nivel moral como espiritual. Utilice estas siete claves para que “Vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento” (Filipenses 1:9).
Estudie más acerca de esto en nuestros artículos en línea: “El poder del discernimiento” y “La importancia de la sabiduría y cómo ser más sabio”.
¿Qué cosas debe juzgar un cristiano?
Contrario a la idea errónea de que los cristianos nunca deben juzgar (a menudo basada en Mateo 7:1), la Biblia nos dice que si queremos seguir a Dios debemos juzgar muchas cosas. Éstas son algunas áreas de la vida que requieren de nuestro juicio:
- La doctrina: ¿se basa en la Palabra de Dios o no (1 Timoteo 4:1, 16; 2 Timoteo 4:3-4)?
- Los líderes religiosos: ¿enseñan verdad o mentira (Mateo 7:15; Hechos 20:29-31; Colosenses 2:8; Apocalipsis 2:2)?
- Los valores: ¿aceptamos y vivimos según los estándares de Dios, o los del mundo (1 Tesalonicenses 4:1-7; 1 Corintios 6:9-10)?
- Los amigos: ¿los escogemos sabiamente (Proverbios 12:26; 22:24-25)?
- La cultura: ¿nos esforzamos por vivir justamente, o por ser aceptados en el mundo (1 Juan 2:15; Apocalipsis 18:4)?
- Nosotros mismos (2 Corintios 13:5).
No es nuestra labor juzgar a las personas para condenarlas. La responsabilidad de esta clase de juicio le corresponde a Jesucristo, y sus juicios son completamente justos y misericordiosos (Salmos 96:13; Hechos 17:31; Juan 5:22). Pero Dios sí espera que sepamos discernir entre lo correcto e incorrecto para que podamos vivir en obediencia a sus leyes buenas y beneficiosas.