Sólo intenta asustarlo
Un encuentro con un hipopótamo agresivo me recordó una fuente bíblica de coraje.
Volteé de inmediato y, sin pensarlo, adopté una posición de pelear o huir. A trece metros de distancia, un enorme hipopótamo macho había salido del río Palala con sus ojos negros fijos en mí y emitiendo un sonido explosivo con su boca increíblemente abierta.
Cuando me alejé de la orilla, el hipopótamo volvió al agua. Yo miré al guardabosques que estaba a mi lado. Él sólo había echado un breve vistazo antes de volver al rastro que estaba siguiendo en la tierra.
Sin quitar la vista del río, desde entonces me aseguré de que el guardabosques estuviera siempre entre el agua y yo.
El peligro asecha en Edén
En el macizo montañoso de Waterberg, Sudáfrica, los arroyos son tan puros que se puede beber de sus aguas sin filtrar. Los babuinos, monos, damánes, impalas, cebras, ñu y eland abundan.
El Waterberg se ha descrito como un Edén, pero no todos los animales que lo habitan son inofensivos. El leopardo que rugía afuera de mi choza la noche anterior, por ejemplo, no parecía ser de los que jugarían con un niño. Y los pozones del río son puntos de reunión para voraces cocodrilos del Nilo .
Cuando salimos de excursión, también estábamos muy alerta por los rinocerontes. Me enseñaron a siempre seleccionar un árbol frente a mí para que, si alguien gritaba “¡rino!”, yo supiera exactamente hacia dónde correr y qué árbol trepar.
“Pero”, preguntó otro excursionista, “¿qué pasa si el árbol tiene espinas?”
“Si te encuentras con un rinoceronte”, aseguró el guardabosques, “no notarás las espinas”.
De vuelta al hipopótamo
Pero en ese preciso momento, mi única preocupación era el imponente hipopótamo. Un macho grande, con sus dientes de hasta 30 cm, puede llegar a pesar 4.500 kg, correr a una velocidad de 30 km por hora, ¡y partir a un cocodrilo (o columnista) en dos de una sola mordida!
Cuando el inmenso animal se sumergió, vi ondas en forma de V que se dirigían hacia nosotros; y unos instantes después, volví a encogerme de miedo cuando nuestro amigo hizo otra demostración explosiva de su tamaño y fuerza, mucho más cercana que la anterior.
El guardabosques sonrió y me dijo: “sólo intenta asustarlo”.
Yo intenté sonreír y respondí: “¡pues está funcionando!”.
El guardabosques entonces me mostró la caída vertical que separa el río de la orilla. Resulta que los hipopótamos no pueden saltar. Debido a su gran tamaño, incluso un salto de uno o dos metros de altura los desalienta. Así que, a pesar del agresivo espectáculo, nunca estuvimos en verdadero peligro.
Una clave bíblica de la valentía
Mientras la adrenalina se disipaba lentamente de mi cuerpo, un pasaje bíblico se me vino a la mente. Nuestro mundo es un lugar cada vez más aterrorizador, lleno de peligros por doquier. Y como muestran las profecías bíblicas sobre el tiempo del fin, todo empeorará drásticamente antes de volverse drásticamente mejor.
Pero la Biblia también dice que los cristianos no debemos temer: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:18-19).
Cuando comprendemos la profundidad del amor que Dios tiene por nosotros, y el ilimitado poder que pone en marcha debido a su inmenso amor, podemos estar seguros de que estamos a salvo en sus manos. En el mundo, las personas (y nuestro malvado adversario) intentarán asustarnos, distraernos para que pensemos y actuemos de forma impulsiva e incorrecta. Pero nada puede evitar que Dios cumpla su voluntad perfecta para usted y para mí, “porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32).
Entonces, en lugar de temer a los hipopótamos del mundo, podemos armarnos de valor enfocándonos en la perfección del amor: nuestro creciente amor por Dios y su perfecto amor por nosotros.
—Joel Meeker