En la Biblia Reina Valera 1960, la palabra sabiduría aparece 248 veces; 120 de ellas se encuentran en los libros de Proverbios, Eclesiastés y Job. Esto significa que si usted está leyendo un versículo acerca de la sabiduría, hay casi un 50 por ciento de probabilidades de que esté en uno de estos libros.
No es de sorprenderse, entonces, que Proverbios, Eclesiastés y Job sean conocidos tradicionalmente como “libros de sabiduría”. La sabiduría es un tema central en todos ellos, aunque su conexión es incluso más profunda.
Proverbios, Eclesiastés y Job ilustran cómo es la vida cuando se vive según la voluntad de Dios. Cada uno de ellos aborda el tema desde una perspectiva diferente, explorando distintos tipos de razonamiento, pero al final todos llegan a la misma conclusión.
La sabiduría de Salomón en Proverbios
Salomón no sólo fue un rey sabio; fue el rey más sabio de la historia (1 Reyes 3:9-12). Dios le dio un entendimiento especial de cómo funcionan el mundo y la humanidad. “Compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco… Y para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra, adonde había llegado la fama de su sabiduría” (1 Reyes 4:32, 34).
La mayoría de sus 3.000 proverbios se perdieron con el tiempo, pero Dios preservó algunos para nosotros en el bien llamado libro de los Proverbios.
El tema central de Proverbios es precisamente la sabiduría: instrucciones prácticas y realistas acerca de cómo enfrentar situaciones (y a personas) difíciles. Este libro nos enseña que vivir a la manera de Dios es usar sabiduría para estructurar nuestras vidas.
¿Qué es la sabiduría exactamente? Salomón la personifica diciendo: “El Eterno me poseía [a la sabiduría] en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra… Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día” (Proverbios 8:22-23, 30).
La sabiduría fue la herramienta que Dios usó para ordenar y estructurar el universo en que vivimos. “El temor del Eterno es el principio de la sabiduría”, explica Salomón (Proverbios 9:10). Si comenzamos por respetar y admirar a Dios, podemos hacer uso de esa sabiduría, entender el mundo en que vivimos y vivir una vida plena.
El resto del libro de Proverbios está lleno de enseñanzas acerca del funcionamiento interno de la creación de Dios. Y aunque tiene miles de años de antigüedad, la sabiduría de Salomón no ha perdido nada de vigencia.
Ya sea que usted busque consejos para su matrimonio, su carrera, conflictos sociales o cualquier otra cosa, todo está ahí. Puede encontrar fascinantes listas de estos consejos prácticos en nuestros artículos “Cómo ser sabio” y “Proverbios”.
Pero el libro de Proverbios es sólo parte de la historia. Si bien nos muestra una acertada perspectiva de causa-y-efecto acerca de la vida, no dice mucho acerca de las excepciones.
A veces, cosas malas le pasan a la gente buena y viceversa. ¿Por qué? ¿Cómo relacionamos esto con la vida que Dios quiere para nosotros? Aquí es donde entra el libro de Eclesiastés.
La sabiduría de Eclesiastés
Eclesiastés fue escrito por “el Predicador”, quien creemos que fue Salomón —un Salomón anciano y deprimido, cuyas decisiones lo habían alejado de la sabiduría que Dios le dio. La Biblia dice que “cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con el Eterno su Dios” (1 Reyes 11:4).
Eclesiastés relata el imprudente experimento de un hombre con poder y recursos ilimitados, que salió en busca del secreto de la felicidad y el propósito de la vida: “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno” (Eclesiastés 2:10). Hizo lo que quiso, como quiso y cuando quiso.
Pero a lo largo de Eclesiastés vemos que el Predicador se desilusiona de un mundo que no parece funcionar lógicamente. Donde los buenos sufren, los malos prosperan, la muerte les llega a ricos y pobres, el éxito se desvanece, y todo se repite una y otra vez en un círculo eterno y sin sentido.
Su deprimente conclusión es: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad” (Eclesiastés 12:8).
Pero luego, como en una nota al pie de página, el Predicador expresa su deseo de buscar la sabiduría y la verdad: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12:13-14).
Es cierto que a veces la vida parece terrible. O injusta. O una absoluta arbitrariedad donde nuestros mejores esfuerzos no sirven para nada. Pero a pesar de todo, Eclesiastés concluye con un recordatorio de que Dios está en control y es Él quien decide todo, incluso cuando las cosas no funcionan como quisiéramos.
El libro de Job, finalmente, responde la pregunta más difícil de todas: ¿Por qué obedecer a Dios no siempre trae los resultados que esperamos?
Palabras de sabiduría en Job
El libro de Job relata la historia de un hombre que vivió y murió mucho antes de que Salomón naciera —un hombre “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1).
En resumen, la vida de Job se hizo pedazos. Sus diez hijos murieron en una sola catástrofe, y todos sus bienes materiales fueron destruidos, robados o quemados. Y Dios no le da a Job ninguna explicación de por qué estaba permitiendo estas cosas. Pero sus amigos creen tener la respuesta:
Job debe haber pecado. Terriblemente. Las cosas malas no le ocurren a la gente buena, así que Dios seguramente está castigando a Job por algo. Job asegura que no ha hecho nada malo y la discusión se extiende por capítulos y capítulos. Los amigos de Job intentan hacerlo entrar en razón, mientras él se altera cada vez más hasta el punto de acusar a Dios de injusticia y demandar arbitraje.
Sin embargo, lo que Job no puede ver (y a nosotros como lectores se nos informa) es lo que ocurre tras bastidores. Sus amigos estaban equivocados: Job no había pecado ni se había acarreado su situación. Dios de hecho lo describe como un siervo, perfecto y recto, único en la Tierra (Job 1:8). Pero Job también se equivocó: Dios no estaba siendo injusto al permitir que su vida se desmoronara. Y Satanás, quien había estado desafiando a Dios y hostigando a Job, era el más equivocado de todos.
Finalmente, Job tiene su audiencia con Dios. Pero en lugar de responder sus acusaciones directamente, Dios enfrenta a Job con una serie de preguntas: “¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás” (Job 38:2-3). Y durante tres capítulos, Dios le pide a Job que demuestre su entendimiento del universo.
¿Estuvo Job ahí cuando Dios diseñó y creó la Tierra? ¿Tenía la sabiduría y el poder para convocar al sol, la nieve, las aguas o los truenos? ¿Podía reunir a las estrellas en constelaciones? ¿Podía dominar a los animales de la Tierra? ¿Entendía su diseño?
¿Podía corregir todas las injusticias del mundo? ¿O era capaz de comprender la profundidad de todo lo que Dios ha hecho y hace?
La respuesta es no. Por supuesto que no. Job no podía hacer ninguna de estas cosas; ni siquiera las comprendía a cabalidad. La perspectiva, sabiduría y poder de Dios le permiten a Él entender, planificar y hacer cosas que el pequeño cerebro humano de Job ni siquiera podía imaginar —que nuestro pequeño cerebro humano ni siquiera puede imaginar.
El hecho de que a veces las cosas no sucedan como esperamos no significa que Dios no esté involucrado y dirigiendo todo hacia un resultado favorable.
El hecho de que a veces las cosas no sucedan como esperamos no significa que Dios no esté involucrado y dirigiendo todo hacia un resultado favorable.
Cuando Job comprendió esto, respondió: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía... De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:2-6).
Uniendo las piezas
¿Qué significa vivir según la voluntad de Dios? Ésta no es una pregunta sencilla. Incluso con tres libros de sabiduría, tan sólo arañamos la superficie del tema. Pero cuando unimos los mensajes de estos libros, la respuesta que encontramos es:
Por medio de la sabiduría, Dios ordenó y estructuró el universo. Y cuando escuchamos sus palabras de sabiduría, podemos vivir una vida plena con propósito. A veces, las cosas que nos ocurren en la vida parecen no tener sentido —pero cuando es así, obedecemos a Dios de todas maneras, confiando en que Él puede ver lo que nosotros no y sabiendo que al final recompensará a quienes siguen su dirección.
Las profecías de Miqueas no se consideran parte de la literatura de sabiduría bíblica, pero en un solo versículo, el profeta ofrece lo que podría ser el resumen más preciso de las enseñanzas de sabiduría en la Palabra de Dios:
“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Eterno de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8).
Hacer justicia.
Amar misericordia.
Humildad.
Y luego, confiar en que Dios hará el resto.
Para estudiar más acerca de estos libros de sabiduría, vea nuestros artículos en línea: “Proverbios”, “Eclesiastés” y “Job”.
Para hacerse al a idea de quién es Dios realmente, descargue nuestra Guía de estudio gratuita 7 Claves para un mejor estudio de la Biblia.