Muchos protestantes piensan que cuando Cristo vino a la Tierra, remplazó los Diez Mandamientos con mandamientos nuevos —“sus” mandamientos.
Esta idea a menudo se basa en algunos pasajes del evangelio de Juan, donde Cristo dice que sus seguidores deben guardar “mis mandamientos” (Juan 14:15, 21; 15:10). Luego, esta afirmación se complementa con Juan 13:34, donde Jesús explica: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (énfasis añadido).
La conclusión es que Cristo vino para librarnos de los restrictivos mandatos del Antiguo Pacto y los remplazó con el sencillo mandamiento de amar.
Andy Stanley, pastor de la Iglesia Comunitaria North Point en las afueras de Atlanta, Georgia, recientemente expresó esta visión en un comentario para la revista Relevant:
“Jesús promulgó su nuevo mandamiento para remplazar a todos los demás de la lista. Incluyendo los grandes diez. Así como su nuevo pacto remplazó al antiguo, el nuevo mandamiento de Cristo remplazó los antiguos mandamientos. Los participantes del nuevo pacto (es decir los cristianos) no necesitan obedecer ninguno de los mandamientos expuestos en la primera parte de sus Biblias. Sólo se espera que obedezcan el único mandamiento que Jesús estableció en su nuevo pacto: amaos unos a otros como yo os he amado” (18 de septiembre de 2018).
Pero, ¿fueron los “grandes diez” realmente remplazados por un nuevo mandamiento del amor? Analicemos tres sencillos puntos para entender lo que en realidad sucedió.
1. El mandamiento de amar no era nuevo
La creencia de que Cristo remplazó los antiguos mandamientos por uno nuevo se basa en un gran malentendido. Generalmente, se piensa que el Antiguo Testamento muestra a un Dios duro y restrictivo (supuestamente el Padre), mientras que el Nuevo revela a un gentil y amable Jesucristo reemplazando la ley de su Padre por el mandamiento del amor. Uno de los problemas con esta idea, sin embargo, es que ignora el hecho de que el amor no era un mandamiento nuevo.
En Levítico 19:18, Dios le enseñó al Israel del Antiguo Testamento cómo vivir diciendo: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo el Eterno” (énfasis añadido).
Y, hablando a través de Moisés, les reiteró a los israelitas que debían amarse unos a otros. Muchas otras escrituras del Antiguo Testamento hablan del amor —tanto del amor de Dios como de la necesidad de su pueblo de amarlo a Él y a los demás (Deuteronomio 5:10; 6:5; 7:8-9; 10:19; 11:13).
El punto es que el amor no fue un concepto nuevo introducido por Cristo.
2. Los Diez Mandamientos se tratan del amor
En realidad, los Diez Mandamientos, en esencia y espíritu, se tratan del amor.
En realidad, los Diez Mandamientos, en esencia y espíritu, se tratan del amor.
En Mateo 22 leemos acerca de un intérprete de la ley que le preguntó a Jesús: “¿cuál es el gran mandamiento en la ley?”. Su intención era tentarlo para que pusiera algún mandamiento por sobre los demás. Pero Cristo vio lo que había detrás de la pregunta y le explicó que lo más importante no era un mandamiento en particular, sino la esencia de todos ellos. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento” (vv. 37-38).
Cristo simplemente estaba citando lo que se había revelado miles de años atrás a través de Moisés. El objetivo subyacente de los Diez Mandamientos es enseñarnos cómo debemos amar.
El primer y gran mandamiento es amar a Dios con todo nuestro ser, tal como nos enseñan los primeros cuatro de los Diez Mandamientos. Amamos a Dios poniéndolo por encima de todo (Primer Mandamiento), no haciéndonos ni adorando ídolos (Segundo Mandamiento), respetando su nombre (Tercer Mandamiento) y adorándolo a Él en su día de reposo (Cuarto Mandamiento).
Cristo luego agregó: “el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v. 39). Ahora estaba citando Levítico 19:18 para mostrar el objetivo de los últimos seis mandamientos: mostrar amor a los demás. Si usted lee con cuidado los últimos seis de los Diez Mandamientos, verá que todos nos instruyen sobre el amor a otras personas.
¡Los Diez Mandamientos definen el amor! Años después, el apóstol Pablo escribió: “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10).
El nuevo mandamiento de Cristo era el “cómo”
Analicemos más de cerca las palabras de Cristo en Juan 13:34. ¿Qué era lo nuevo acerca de su mandamiento?
Cuando leemos el versículo con cuidado, la respuesta es evidente: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (énfasis añadido).
El amor no era lo nuevo, ¡sino el ejemplo del amor en acción que dejó Jesucristo!
Jesús vino a la Tierra por muchas razones, y una de ella fue dejarnos un ejemplo real de cómo se vive su amor perfecto. A través de su vida, Cristo nos mostró lo que significa amar a Dios y al prójimo perfectamente. Los Evangelios registran muchos ejemplos de su amor perfecto, el cual culminó en su sacrificio por nosotros (Juan 3:16; 15:13; Marcos 10:45).
Si usted desea aprender a guardar los Diez Mandamientos —que básicamente significa aprender a amar a Dios y a su prójimo— no hay mejor lugar a dónde mirar que a la vida de Jesucristo.
Para descubrir más acerca del espíritu y objetivo de los Diez Mandamientos, descargue nuestro folleto gratuito Los Diez Mandamientos: Todavía importan, y revise nuestro artículo en línea “Jesucristo y la ley”.
Una mirada a Juan 15:10
Quienes piensan que los mandamientos de Jesús remplazaron los Diez Mandamientos a veces citan Juan 15:10 como respaldo: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”.
Pero Jesús no vino para abolir o remplazar los Diez Mandamientos (y lo explicó claramente en Mateo 5:17), sino más bien para enseñarnos a guardarlos.
Juan 15:10 comprueba que Cristo obedeció todos los mandamientos del Padre, y este hecho por sí sólo implica que los cristianos también deberían hacerlo.
Un cristiano es aquél que sigue a Jesucristo. Los cristianos son llamados discípulos (o alumnos) del Maestro, Jesús, y Él mismo aclara lo que esto significa en Mateo 16:24: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”, y Juan 10:27: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (énfasis añadido). Más tarde, los apóstoles reiteraron esta verdad (1 Corintios 11:1; 1 Pedro 2:21).
Dado que Jesucristo claramente obedeció los mandamientos de su Padre, si realmente queremos ser sus seguidores, nosotros también debemos hacerlo.