El apóstol Juan dice que los mandamientos de Dios no son gravosos. Pero muchas personas creen que son muy difíciles de guardar y que son inútiles. ¿Lo son?
Muchas personas que visitan nuestra página de internet se dan cuenta de que hay un tema recurrente que los anima a vivir de acuerdo con las leyes de Dios. Sin duda, muchos sienten que esto sería imposible, muy difícil o poco agradable.
Muchos de nuestros escritores aprendieron la importancia de obedecer las leyes de Dios por primera vez, después de haber alcanzado la edad adulta. Comenzar un camino de vida tan diferente parece ser algo muy desafiante para ellos. Yo fui uno de ellos.
Leí acerca de un hombre joven que le preguntó a Jesucristo que debía hacer para alcanzar la vida eterna. Cristo le respondió: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). A medida que leía esta y otras escrituras, fue muy obvio para mí que guardar las leyes de Dios era un punto de partida necesario para poder comenzar una vida que esté de acuerdo con Dios.
No son una carga
Muchas iglesias cristianas enseñan que guardar los mandamientos de Dios son una carga innecesaria. Una enseñanza como esas no es bíblica. La Biblia nos hace ver las leyes de Dios como una bendición para nosotros.
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).
Hay cientos de escrituras que nos garantizan que las leyes no son un obstáculo para el éxito y la felicidad, por el contrario, son el camino para alcanzar los dos.
“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre” (Salmos 16:11).
“La ley del Eterno es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del Eterno es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos del Eterno son rectos, que alegran el corazón; el precepto del Eterno es puro, que alumbra los ojos” (Salmos 19:7-8).
Esto no quiere decir que no vayamos a encontrar pruebas en el camino, pero con la guía que tenemos de sus leyes, somos capaces de evitar muchos errores que nos causarían dolor.
“Tu siervo es además amonestado con ellos; En guardarlos hay grande galardón” (Salmos 19:11).
Por eso el apóstol Juan dice: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).
Estas escrituras son la divina Palabra de Dios, y Él no miente. Pero si todavía no está convencido de esto, usted puede comprobar que son verdad si comienza a regir su vida por ellas.
Mi experiencia con el cuarto Mandamiento
Yo era un joven adulto cuando me convencí de que vivir de acuerdo con las leyes de Dios era algo que yo debía hacer. Uno de los cambios más grandes en mi vida fue empezar a guardar el sábado, el cuarto de los Diez Mandamientos de Dios.
“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; más el séptimo día es reposo para el Eterno tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Eterno bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).
Definitivamente el séptimo día se refiere al sábado, no al domingo, que es el primer día de la semana. Jesucristo guardó el sábado durante su ministerio acá en la Tierra, al igual que el apóstol Pablo (Lucas 4:16; Hechos 16:13).
Dios inspiró a Moisés para que dejara constancia de que el sábado es una señal entre Dios y su pueblo (Éxodo 31:13, 17).
Mas adelante, Isaías habló acerca de guardar el sábado:
“Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso del Eterno; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Eterno; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca del Eterno lo ha hablado” (Isaías 58:13-14).
¡No sólo nos exhorta a guardar el séptimo día sábado, Isaías también dice que debemos deleitarnos en él! Pero ¿acaso el sábado no es un día de restricciones? ¿Es posible disfrutar mientras guardamos el sábado?
Un mandamiento de prueba
El Cuarto Mandamiento es conocido como el mandamiento de prueba. Igual o más que cualquier otro, inmediatamente y de manera significativa repercute en el estilo de vida de la persona. En este día de la semana en particular, no se me permitía llevar a cabo mi trabajo normal o participar en actividades recreativas como normalmente lo hacía en mi vida. Los viernes en la noche y los sábados eran los días en los que pasaba más tiempo con mis amigos. También eran los días en los que la mayoría de los deportes en la escuela, la universidad y el ámbito profesional se practicaban.
Pero yo había llegado al punto de mi vida en donde había decidido, si Dios decía que lo hiciera, entonces lo iba a hacer, aunque por hacerlo tuviera que dejar a un lado ciertas actividades que me parecían agradables y pusiera en peligro mi trabajo. Así comenzó un hábito semanal y cesaron muchas actividades que antes formaban gran parte de mi vida.
Dejar de hacer estas cosas fue difícil, pero empecé a descubrir muchas bendiciones que venían con el sábado. En medio de este mundo tan estresante, disfrutaba el tiempo para descansar y concentrarme en las cosas más importantes. Podía pasar tiempo en comunión y oración con personas que compartían estas mismas ideas. También descubrí que el sábado podía ser una bendición para las familias.
Sacrificios a nivel personal
Uno de los discípulos de Jesús le habló y le comentó acerca de cosas que él hacía por seguirlo, y que consideraba eran sacrificios personales. Jesús le aseguró que esos sacrificios valían más que la pena.
Miles de personas se han dado cuenta de esto, no importa lo que uno tenga que dejar por seguir las leyes de Dios, Él siempre nos da algo mejor para reemplazarlo.
“Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna” (Lucas 18:28-30).
¿Perder a la familia y a los amigos?
En este punto, usted puede estar pensando: obedecer las leyes de Dios probablemente me va a alejar de mis amigos e incluso algunos de mis familiares. Voy a terminar aislándome de muchas personas que formaban parte de mi vida. ¿Con quién voy a poder salir o divertirme?
Pedro escribe cómo este tipo de cambios afecta relaciones pasadas y cómo debemos enfrentar esa situación: “Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan” (1 Pedro 4:1-4).
Es posible que nuestros amigos no se sorprendan simplemente con nuestro cambio, quizás algunos incluso se vuelvan en contra de nosotros.
Los beneficios de la obediencia
Después de haber sido crucificado, Cristo estaba a punto de partir para regresar al Padre y estando con sus discípulos les hizo una de las promesas más alentadoras: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18). No sólo iba a enviarles el don del Espíritu Santo, también, como lo había dicho anteriormente, iba a darles nuevos amigos y una familia espiritual.
“Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos 10:29-30).
Miles de personas se han dado cuenta de esto, no importa lo que uno tenga que dejar por seguir las leyes de Dios, Él siempre nos da algo mejor para reemplazarlo.
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).
Pero, por supuesto, se necesita fe no sólo para creerlo, sino fe para obedecer y poder darse cuenta. Dios dice acerca del diezmo: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10)
Cosas que nos detienen
Con frecuencia, el temor hacía lo desconocido impide que las personas hagan nuevas cosas que pueden mejorar sus vidas.
¿Es posible que exista alguna cosa que lo detenga y le impida comenzar una vida nueva, diferente y mejor? ¿Le preocupa perder a los amigos que tiene en este momento, le preocupa lo que puedan pensar ellos? ¿Tiene miedo de cómo este cambio pueda afectar su trabajo o carrera, o que quizás no cumpla con todos los requisitos para este camino de vida nuevo y diferente?
Todas las personas que decidieron salir y comenzar este viaje espiritual antes que usted, tuvieron esos mismos temores. Pero creyeron la promesa de Dios, que les decía que al hacerlo, iban a ganar mucho más de lo que iban a perder. También comprendieron que un Dios amoroso nunca les iba a pedir algo que sea imposible de llevar a cabo. Por medio de la misericordia de Dios y la ayuda de du Espíritu, iban a ser capaces de vivir de acuerdo con todo lo que se les exigía.
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley del Eterno está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas. Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará” (Salmos 1:1-3).
Dé esos primeros pasos. ¡Podemos decir, basados en la certeza de la Palabra de Dios, que vale la pena!