El octavo mandamiento está registrado en Éxodo 20:15: “No robarás”. La Biblia describe muchas formas de robar que debemos evitar.
Se han promulgado muchas leyes humanas para proteger las posesiones y propiedad personales de aquellos que buscan apropiárselas. Pero el intento del octavo mandamiento es más profundo.
Muchas formas de robar
Hay muchas formas de robar; por ejemplo, hacerle trampas a alguien o aun atrasarse en pagarle a alguien lo que se le debe: “No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro. No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana” (Levítico 19:11, 13).
El apóstol Santiago advirtió fuertemente a los ricos que oprimían a sus trabajadores y al pobre: “Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza” (Santiago 5:2-5).
Las compañías procuran robar de la gente por medio de publicidad engañosa y productos y servicios de mala calidad. Los empleados pueden robar de sus patrones al perder el tiempo o hacer cosas personales durante su tiempo de trabajo.
Gente perezosa puede tratar de tomar ventaja de la bondad de otros; esto motivó que el apóstol Pablo escribiera: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan” (2 Tesalonicenses 3:10-12).
Obtener es lo opuesto de dar
El octavo mandamiento protege la propiedad personal y nos enseña a respetar la propiedad de otros. Más que eso, en su intento espiritual este mandamiento contrasta dos caminos de vida: obtener y dar.
Consideremos cómo el apóstol Pablo describe lo opuesto de robar: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Efesios 4:28).
La Biblia elogia repetidamente las virtudes de dar. Consideremos estos pasajes:
- “Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene que comer, haga lo mismo” (Lucas 3:11).
- “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mateo 5:42).
- “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).
Jesucristo resumió los beneficios del camino de Dios de esta manera: “Mas bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
¿Robarle a Dios?
El Dios eterno es el Creador de todo lo que existe. Por lo tanto Él es en realidad el dueño del universo entero:
- “Del Eterno es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan” (Salmo 24:1).
- “¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío” (Job 41:11).
- “Mía es la plata, y mío es el oro, dice el Eterno de los ejércitos” (Hageo 2:8).
Es bueno que recordemos que Dios es la fuente de todo don perfecto que tenemos (Santiago 1:17). Así que Dios nos permite disfrutar de sus bendiciones, y Él sólo nos pide que lo reconozcamos con una décima parte (un diezmo) de lo que Él provee.
La Biblia advierte contra robarle a Dios los diezmos y ofrendas que se le deben, pero promete bendiciones a aquellos que sí le dan a Él:
“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Eterno de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:8-10).