Los Manuscritos del Mar Muerto cuentan una historia asombrosa y, lo que es más importante, son evidencia objetiva de la veracidad de la Biblia. ¿Qué debemos saber de estos importantes documentos?
¿Podemos comprobar que la Biblia es veraz e infalible? (Esta es la segunda parte de una serie sobre "¿Es cierta la Biblia?" Consulte la primera parte sobre "Arqueología").
En el mundo religioso existe una doctrina llamada “inerrancia bíblica”, según la cual: “cuando todos los hechos salgan a la luz, quedará demostrado que la versión original y bien interpretada de la Biblia es completamente cierta y nunca afirma algo incorrecto, sea con respecto a doctrina, ética o las ciencias sociales, físicas o de la vida” (Declaración de Chicago sobre la inerrancia bíblica, 1974).
Esta doctrina es una de las creencias fundamentales de muchas iglesias, pero ¿sabemos realmente qué significa? ¿Es la Biblia fiable o es sólo un libro lleno de mitos?
En este artículo de la serie “¿Es cierta la Biblia?” analizaremos la segunda de cinco pruebas de la veracidad de la Biblia y cómo esta demuestra que las “Sagradas Escrituras” han sido preservadas con extraordinaria exactitud durante miles de años (2 Timoteo 3:15-17). La increíble precisión de la Biblia sin duda revela cuán involucrado ha estado Dios en la preservación del libro que diseñó para que fuera nuestra guía.
El mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX
Los Manuscritos del Mar Muerto son considerados como el mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX. El primero de ellos fue encontrado accidentalmente en 1947 cuando un joven pastor beduino lanzó una piedra en una de las cuevas de los acantilados del Mar Muerto en el área de Qumrán y escuchó el sonido de una vasija quebrándose.
Llamó a otros beduinos para investigar y descubrió que en la cueva había varias vasijas con rollos adentro, entre todos sacaron los rollos y los llevaron a Belén para confirmar su autenticidad. Un anticuario llamado Kando les aseguró que los rollos eran auténticos y compró cuatro de ellos por $150 dólares para luego vendérselos al arzobispo Samuel, entonces encargado del monasterio ortodoxo sirio de San Marcos en Jerusalén.
Luego, ignorando el verdadero valor de su descubrimiento, los beduinos le vendieron otros tres rollos a otro anticuario por un precio similar.
La noticia sale a la luz
Pero un hallazgo tan grande no podía pasar desapercibido por mucho tiempo. En 1948, un profesor de la Universidad Hebrea llamado Eliezer Lipa Sukenik supo de los rollos por medio de un anticuario armenio e inmediatamente comenzó a investigar.
Acordó reunirse en secreto con uno de los primeros anticuarios en una zona militar inglesa cerca de la frontera de Jerusalén, y el anticuario llevó un fragmento con el que Sukenik pudo confirmar el valor de los rollos.
“Me temblaban las manos cuando comencé a desenrollarlo. Leí unas cuantas oraciones y vi que estaba escrito en un hebreo bíblico hermoso, un lenguaje similar al de los Salmos, pero en un texto que desconocía. No podía dejar de mirarlo. De pronto, tuve el presentimiento de que el destino me había dado el honor de tener en mis manos un rollo hebreo que nadie había leído desde hace 2.000 años”, escribió el profesor en su diario.
Más tarde (1954), los cuatro manuscritos del arzobispo Samuel, que para entonces se encontraban en una iglesia ortodoxa siria en Nueva Jersey, fueron puestos a la venta en un anuncio del Wall Street Journal y el gobierno israelí los compró por medio de un intermediario Americano. Los rollos fueron llevados a la Universidad Hebrea, donde se conservaron y analizaron hasta que en 1965 fueron llevados al Santuario del Libro en Jerusalén que fue construido especialmente con ese propósito.
Las excavaciones
Los arqueólogos no tardaron en echar a correr la voz de que los primeros siete rollos contenían textos bíblicos y otros escritos antiguos de gran valor, y en Qumrán pronto se hicieron más excavaciones que dieron paso el descubrimiento de muchos otros documentos en 10 cuevas diferentes.
En total el hallazgo consta de una pequeña cantidad de rollos casi completos y miles de fragmentos provenientes de más de 900 textos escritos en hebreo, arameo y griego.
El contenido de los rollos se divide en textos bíblicos, incluyendo copias completas o parciales de todos los libros de las Escrituras hebreas excepto Ester, y textos no bíblicos, como cartas, himnos, oraciones, calendarios y documentos legales.
Actualmente los rollos están en exhibición en el Santuario del Libro en Jerusalén y se pueden ver en formato digital en el sitio web Leon Levy Dead Sea Scrolls Digital Library. La entidad encargada del cuidado y el acceso a los rollos es la Autoridad de Antigüedades de Israel.
Prueba de precisión
¿Por qué es tan importante este descubrimiento? Antes de que se encontraran los rollos, el manuscrito más antiguo que se conocía de las Escrituras hebreas databa del siglo X a.C. —cerca de 2.500 años después de la época de Moisés. ¿Cómo comprobar la legitimidad de un texto tan antiguo?
Una manera de comprobarlo es asegurarnos de la minuciosidad de quien hizo la copia. Nosotros creemos que a los judíos les fue dada la responsabilidad de preservar las Escrituras hebreas. “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios” (Romanos 3:1-2).
Las Escrituras hebreas del Antiguo Testamento fueron preservadas por un grupo de judíos llamados “masoretas”, cuyos manuscritos hoy se conocen como Texto Masorético. Los masoretas eran tan meticulosos en su tarea que hacían una copia nueva de la Biblia tan pronto como la anterior se desgastaba y, una vez confirmada su exactitud, destruían la copia antigua. Es por esto que el manuscrito más antiguo conocido es el Códice de Alepo, que data del año 935 d.C.
Los masoretas también recibían el nombre de “contadores”, pues uno de sus métodos de revisión era contar las palabras y letras del original y el duplicado para asegurarse de que fuesen idénticos, lo cual hicieron por más de 400 años (desde el 600 hasta el 1000 d.C.).
Pero, a pesar de la minuciosidad de estos copistas, no había manera de probar que la copia del 935 representaba fielmente el manuscrito original antes de que los Manuscritos del Mar Muerto aparecieran.
La mayoría de los expertos concuerda en que los manuscritos datan aproximadamente del 200 a.C. al 68 d.C. —más de mil años antes que cualquier otro manuscrito del Antiguo Testamento hebreo conocido— y dada su gran similitud con el Texto Masorético, se consideran prueba objetiva de la fidelidad del texto en que se basa el Antiguo Testamento moderno.
En cuanto a la preservación de los manuscritos en Qumrán, todo indica que estuvo en manos de una comunidad judía que se había separado de la rama predominante por voluntad propia.
Aunque la calidad y cuidado con el que los manuscritos se conservaron varía de uno a otro, sin duda todos son de gran valor histórico.
Los rollos comprueban la exactitud de la Biblia
Norman Geisler, autor de varios libros sobre la inerrancia bíblica (Inerrancy [Inerrancia], 1978; General Introduction to the Bible [Introducción general a la Biblia], 1986; and From God to Us [De Dios para nosotros], 2012), asegura que los Manuscritos del Mar Muerto son la mejor prueba externa de la exactitud del Texto Masorético y de que la Biblia fue cuidadosamente preservada por cerca de mil años, desde el primer siglo hasta el 900 d.C.
Según Geiser, podemos estar seguros de que los textos utilizados para copiar los Manuscritos del Mar Muerto pertenecen a la misma tradición que los usados para copiar el Texto Masorético, pues la similitud entre los documentos es impresionante considerando la diferencia de antigüedad.
Su semejanza también ha llamado la atención de otros estudiosos, como el experto en el lenguaje hebreo Millar Burrow, quien escribe: “Es asombroso que el texto haya sufrido tan pocas alteraciones en aproximadamente mil años. Como dije en mi primer artículo sobre el rollo: ‘Su mayor importancia estriba en que respalda la fidelidad de la tradición masorética’” (The Dead Sea Scrolls [Los Manuscritos del Mar Muerto], 1955).
En síntesis, los Manuscritos del Mar Muerto son una prueba objetiva de la autenticidad del Texto masorético que ha servido de base para las copias modernas del Antiguo Testamento. Podremos estar en el 2015, pero la exactitud de nuestra Biblia nos permite volver dos mil años atrás y leer lo mismo que está escrito en el rollo de Isaías que el joven pastor encontró cerca del Mar Muerto.
¿Es cierta la Biblia? Los Manuscritos del Mar Muerto son una de las pruebas de que es así.
Conozca más acerca de cómo los Manuscritos del Mar Muerto confirman la veracidad de la Biblia en los artículos de Vida, Esperanza y Verdad: “¿Cómo sabemos que la biblia es verdad?” y “Los Manuscritos del Mar Muerto”.
Recuadro: Por inspiración de Dios
En 2 Timoteo 3:16-17 leemos: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
La frase “inspirada por Dios” proviene del griego theopneustos que significa “inculcada divinamente” (Strong’s Dictionary [Diccionario de Strong]). Esto implica que, si bien las palabras fueron escritas por Moisés y otros profetas, el verdadero autor de las Escrituras es Dios.
Aunque algunos piensan que creer en la autoría de Dios es sólo cuestión de fe, y no cabe duda de que es necesario tener fe para creerlo, también hay evidencia objetiva de la veracidad de las Escrituras que comprueba cuán involucrado ha estado Dios en la creación y preservación de la Biblia. ¿Cómo podría un texto ser tan increíblemente exacto sin la ayuda de Dios?
Es por esto que los Manuscritos del Mar Muerto son tan valiosos.
Recuadro: El Nuevo Testamento
A diferencia del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento griego fue preservado a partir de más de 6.000 manuscritos y fragmentos descubiertos en Asia Menor y Egipto que datan del siglo II d.C.
El hallazgo incluye fragmentos del libro de Juan tan antiguos que no sobrepasan la antigüedad de los escritos originales del apóstol ni por una generación.
Tal tesoro de manuscritos, algunos de ellos bastante antiguos, sin duda nos da seguridad de que nuestra versión del Nuevo Testamento también es exacta.