En 2016, “postverdad” se convirtió en una palabra muy popular. ¿Por qué? ¿Cómo nos afecta? Y, lo que es más importante, ¿qué deberíamos estar haciendo al respecto?
Se ha preguntado cuál es la parte más importante de su casa?
Las casas tienen muchas partes importantes, claro. El cableado es importante; las cañerías son importantes; las paredes son importantes; la estructura es importante; y todas estas cosas importan mucho.
¿Pero cuál es la más importante de todas? La parte más importante de una casa es una que la mayoría de la gente nunca ve:
Sus cimientos.
Los cimientos no tienen ningún atractivo. No pueden decorarse como una pared; no afectan el funcionamiento interior del hogar como el cableado o las cañerías; ni siquiera tienen tanto impacto sobre el aspecto final de la casa como la estructura. De hecho, cuando un cimiento cumple bien su función, ni siquiera nos damos cuenta de que está ahí.
Pero no todos los cimientos son iguales; y a veces no nos damos cuenta de su importancia sino hasta el momento en que dejan de hacer su trabajo.
Antiguos cimientos
Los cimientos también eran importantes dos mil años atrás. De hecho, Cristo concluyó su famoso Sermón del Monte con una parábola acerca de este importante elemento de una construcción. Le dijo a su audiencia:
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27).
Es interesante que Cristo no dice nada acerca del aspecto de estas casas. No sabemos cuál era la más grande o más bonita, probablemente porque en realidad no importa. Cuando las inundaciones y la lluvia llegaron, lo único que importó fue sobre qué estaban fundadas.
La casa construida en la arena pudo haber sido la más bella y elegante del mundo, pero nada de eso la podía salvar. Cuando las cosas se pusieron difíciles, la construcción falló debido al suelo mismo en que fue edificada.
En otras palabras, los cimientos importan.
Palabra del año
En el 2016, el Diccionario Oxford anunció su palabra del año:
Post-truth (o, en español, “postverdad”).
Este vocablo se popularizó durante el acalorado proceso del Brexit y las controvertidas elecciones en Estados Unidos. Según el Diccionario Oxford, es la palabra que “describe o denota circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las emociones y las creencias personales”.
Pero ésta no es sólo una definición hipotética; cada día se convierte más y más en una realidad. De hecho, el periódico The Economist dijo en una descripción alarmante de nuestro mundo postverdad que, en la sociedad actual, la verdad “es secundaria”, mientras “las mentiras, los rumores y el chisme se expanden a velocidades impresionantes” (“Art of the Lie” [El arte de la mentira] 10 de septiembre de 2016).
Más que preocuparnos, esta afirmación debiera aterrorizarnos. Se trata del estado de nuestro mundo, en este preciso momento.
¿Pero qué tiene todo esto que ver con los cimientos?
Preferencia vs. verdad
Como Cristo ilustró en su parábola, los cimientos importan, y no sólo cuando se trata literalmente de casas. Al igual que las casas, las ideas y filosofías también se construyen sobre cimientos, y el mundo postverdad no es la excepción.
Desde hace mucho tiempo, la idea de la verdad “personal” o “subjetiva” ha estado presente en el mundo de la filosofía. Para sus adeptos, este concepto implica que lo que es verdad para una persona puede no serlo para otra. El objetivo entonces es encontrar una verdad propia que nos sirva para regular nuestro comportamiento —cualquiera que sea esa “verdad”.
Seguramente ya ve los problemas que pueden surgir de pensar así. La idea funciona si se trata de, digamos, nuestros dulces favoritos. Es decir, a usted puede gustarle el chocolate y yo puedo decirle que no, que el dulce de leche es mejor. ¿Estaría alguno equivocado? No, porque no estamos hablando de la verdad, sino de preferencias. El hecho de que a mí me guste el dulce de leche no invalida su preferencia por el chocolate.
El problema surge cuando intentamos expandir esta lógica a la ética o a la moral. Si una Persona A cree que mentir nunca es justificable, y una Persona B cree que a veces es necesario mentir, ¿cómo definimos qué es lo correcto?
Si la verdad es personal, simplemente no podemos; es como hablar de dulces y chocolates otra vez. A usted le gusta el chocolate, a mí el dulce de leche. La Persona A cree en la honestidad constante, la Persona B cree que a veces se puede mentir. Lo “correcto” se transforma en un asunto de preferencias. Decir que algo está bien y algo está mal requiere de reglas universales, pero la verdad personal no deja espacio para eso.
En otras palabras, estamos hablando de un problema de cimientos.
Hechos vs. emociones
La postverdad está fundada sobre la idea de la verdad personal. Y en un mundo donde la verdad es subjetiva, donde mi verdad es tan válida como la suya, el mensaje de fondo es que la verdad simplemente no importa. ¿Por qué habría de importar, si lo que usted y yo creemos no puede clasificarse como “bueno” o “malo”, sino sólo como “diferente”?
Si las verdades de todos son igual de “ciertas”, entonces lo que importa no son los hechos sino las emociones. Lo que realmente es verdad pasa a segundo plano, y lo que queremos que sea verdad, a primero. Ése es exactamente el ambiente en el que proliferan las mentiras, los rumores y la desinformación —y no estoy hablando sólo de muros en Facebook, también de grandes cadenas de noticias que tienen fama de tergiversar la verdad y difundir historias falsas.
¿Cuál es la solución?
Cuando llega la tormenta
La verdad personal y subjetiva —la base de la era postverdad— es un cimiento hecho de arena. No importa qué clase de casa se construya sobre ella, si la premisa es que la verdad varía según el punto de vista, la casa está condenada a caer. Cuando la tormenta y la inundación lleguen, la construcción sencillamente va a fallar.
De hecho, la tormenta ya comenzó. ¿Cuántos atentados terroristas ocurrieron el año pasado? ¿Y este año? Todas estas han sido tragedias provocadas por gente cuya “verdad personal” les demanda la muerte de docenas y a veces de cientos de personas
¿Se justifica que los terroristas obedezcan su propia verdad? ¿Estamos dispuestos a pasar por alto las atrocidades que han cometido siguiendo sus creencias?
Y, si creemos en la verdad personal, ¿podemos realmente llamarlas atrocidades?
Escoger nuestro cimiento
Cuando Cristo se refirió a los cimientos, explicó una manera muy sencilla de distinguir entre la roca y la arena: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca… Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena” (Mateo 7:24-26).
Esas “palabras” de Cristo que debemos llevar a cabo se encuentran en Mateo 5-7, o lo que comúnmente se conoce como el Sermón del Monte. En ese sermón, Jesús entregó una invaluable colección de consejos e instrucciones para cualquiera que desee tener una vida con significado y propósito. Pero no se trata de verdades personales; sus enseñanzas no son sólo dichos prácticos que se aplican a determinadas personas.
Si queremos construir sobre un cimiento sólido, primero debemos aceptar que la verdad existe; y, más importante aún, que no está basada en opiniones personales. Cuando hacemos de la verdad una cuestión de preferencias —sea como individuos, como país o como planeta— lo único que logramos es construir sobre la arena.
Cristo dijo ser el Hijo de Dios. También dijo que “Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:37).
Sin duda estas son afirmaciones muy serias, y nadie debería aceptarlas sin investigar primero. Debemos analizarlas y estudiarlas antes de decidir si las creeremos; pero si concluimos que son ciertas, si pasan la prueba de un escrutinio y encontramos razones para hacerlas nuestras, entonces habremos encontrado un cimiento sólido sobre el cual construir.
Los cimientos importan. El mundo de la verdad personal (o peor, de la postverdad) es un mundo a punto de colapsar, y la única manera de sobrevivir en él es encontrar la roca y empezar a construir.
¿Sobre qué está construida su casa?
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