Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre”, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ¿Por qué es tan importante la Biblia, y cuáles son los beneficios de ponerla en práctica?

Una de las metas de la Organización de las Naciones Unidas es terminar con el hambre para el año 2030.
Pero según la edición del año 2022 de El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo, la ONU está retrocediendo con respecto a su objetivo a pasos agigantados. El reporte dice que el hambre afectó a cerca de 828 millones de personas en el año 2021. Esta cifra representa 46 millones de personas más, con respecto al año 2020 y 150 millones más que el año 2019.
Estas estadísticas pintan un futuro sombrío para el segundo de los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la ONU.
¿Y qué del hambre espiritual?
Por dolorosas que puedan parecer estas cifras, ¡imagínese cuál sería su reacción si pudiera ver un reporte acerca del estado de la seguridad de alimento y nutrición espiritual en el mundo!
¿Qué revelaría un reporte de estos? ¿Serían igual de devastadoras sus cifras?
A decir verdad, lo que es más preocupante y afecta a muchas más personas es la condición de hambre espiritual del mundo —el hecho de que las personas no se alimenten de la Palabra de Dios.
La Biblia, cuyo autor es Dios, nos dice que seguir sus palabras es mucho más importante que el alimento fisco.
Jesús expresó esto cuando se enfrentó a la prueba con Satanás: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).
Pero, ¿por qué la condición de hambre espiritual en el mundo debería ser más alarmante que tener a 828 millones de personas en estado de desnutrición? ¿Por qué el ser humano necesita más que sólo alimento físico para poder vivir? ¿Qué ofrece el alimento espiritual que el físico no puede suplir?
A continuación, éstas son tres razones sólidas de por qué el hombre no puede vivir sólo de pan, sino también de cada palabra de Dios.
La Palabra de Dios revela nuestro propósito en la vida
La eterna pregunta de por qué existe la humanidad ha sido un dolor de cabeza para académicos, filósofos y gurús.
En consonancia con la profunda naturaleza de la pregunta, el apóstol Pablo definió esta inquietud: “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades” (Colosenses 1:26).
¿Quiere decir esto que nadie sabe ese misterio? ¿Significan las palabras misterio y oculto que la respuesta no puede hallarse o ser comprendida por nadie? ¿Deberían darse todos por vencidos y optar por el escepticismo?
Pablo continúa: “pero que ahora ha sido manifestado [este misterio] a sus santos”.
En otras palabras, a los santos de Dios se les ha permitido vislumbrar algo del secreto de la vida —por qué estamos aquí, para dónde vamos, cuál es nuestro propósito— algo que está oculto para casi todos los seres humanos. Sólo por revelación divina, por medio del don del Espíritu Santo, los santos pueden conocer el secreto.
(Si usted desea más información acerca de cómo se puede ser un santo y tener el Espíritu de Dios, lo invitamos a leer nuestro artículo "¡Usted se puede convertir en un santo!").
Pero, ¿cómo estas personas obtuvieron este conocimiento? ¿Por qué medios?
Una vez más, Pablo escribe: “que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo” (Efesios 3:3-4).
La comprensión de las cosas espirituales se revela por medio del Espíritu Santo y, con frecuencia, se obtiene mediante la lectura, como señala este versículo.
El apóstol continúa: “misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu” (v. 5). Lo que el Espíritu de Dios reveló a esos santos apóstoles y profetas —la comprensión de este asombroso misterio— fue escrito y preservado en las páginas de la Biblia. Por eso es tan importante leer la Biblia.
Al leer, una persona que tiene el Espíritu de Dios es capaz de conectar varias escrituras entre sí, como un rompecabezas. Poco a poco, se irá revelando el panorama completo de lo que Dios está haciendo con la humanidad. Finalmente, esa persona podrá entender afirmaciones de la Biblia como, por ejemplo, lo que significa “habiendo de llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10) y “sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).
La Biblia muestra que nuestro destino final es nacer en la familia de Dios como seres espirituales con vida eterna.
Probablemente este misterio es en lo que David meditaba cuando contemplaba el glorioso cosmos y le preguntaba a Dios: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8:4).
Es difícil decir específicamente qué personas a lo largo de la historia tuvieron acceso a este conocimiento. Pero lo que podemos afirmar con absoluta certeza es que Dios ha revelado este misterio a sus santos, por medio de su Palabra.
Ese libro, escondido y acumulando polvo en las bibliotecas de muchas personas, la Santa Biblia, es la fuente de la revelación del propósito del hombre. (Si usted desea saber más acerca del significado de la vida, lo invitamos a leer nuestro artículo "¿Por qué nació usted?").
La Palabra de Dios promete bendiciones por obediencia y maldiciones por desobediencia
En ocasiones, sólo después de una lección de parte del cruel profesor de la experiencia, es que una persona se da cuenta que existen ciertas leyes espirituales que gobiernan el curso de la vida y regulan la felicidad, el éxito y la realización humana. Incluso, de manera intuitiva, muchas personas entienden cómo la obediencia a estas leyes trae consigo beneficios.
Por ejemplo, muchas personas saben que ser empleados honestos, llegar temprano a su trabajo y trabajar diligentemente, puede llevar a un ascenso, un aumento de salario, una buena reputación entre sus colegas y más cosas.
En términos bíblicos, a esos resultados se les llaman bendiciones. Son un resultado directo de seguir, incluso inadvertidamente, las leyes espirituales que Dios ha puesto en vigencia —a largo plazo son tan seguras y fiables como la ley de la gravedad.
Pero, por otro lado, cuando una persona quebranta esas leyes —cuando él o ella las transgrede, estando o no consciente de ello— puede esperar castigos. Una persona que habitualmente es perezosa, deshonesta, tramposa u obstinada, sin duda experimentará resultados como la miseria, dolor, estrés, ansiedad, depresión, dificultades financieras, problemas en sus relaciones personales y más.
Eso es un cumplimiento de lo que el apóstol Pablo dijo en Gálatas 6:7: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.
No obstante, lo que muchos no entienden es que la raíz principal de todo el trastorno global, es que estas leyes espirituales (y también otras leyes que son reveladas por nuestro Creador) son pisoteadas a gran escala por prácticamente todas las personas en todo lugar. Si se quisiera determinar el origen de cualquier problema que la humanidad ha enfrentado, el pecado —quebrantar la ley perfecta de Dios— estaría presente en algún momento.
Prácticamente todos los problemas de este mundo se pueden atribuir a la ignorancia o rechazo a las leyes de Dios, que se encuentran en su Palabra.
Gracias a Dios que el don del libre albedrío le brinda a cada persona la oportunidad de evitar el pecado y sus maldiciones, y en lugar de esto, escoger la justicia y sus bendiciones. Por medio del conocimiento de las instrucciones de Dios —las leyes, estatutos y juicios que se encuentran en su Palabra— sabemos qué camino debemos seguir para poder obtener las bendiciones de Dios en nuestras vidas.
Ésta era la lección que Moisés quería que los israelitas aprendieran antes de entrar en la Tierra Prometida.
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19).
La Palabra de Dios nos dice cómo podemos obtener la vida eterna
Dios desea traer a cada ser humano a su divina familia mediante el proceso de la salvación, ofreciéndole la vida eterna a cada persona, y que todos aquellos que han vivido sobre la Tierra tengan la oportunidad de conocerlo.
El camino de la Palabra de Dios muestra la ruta a tomar hacia su Reino e identifica los posibles obstáculos.
Pablo nos dice en 1 Corintios 15 que Dios, finalmente, cumplirá este propósito al transformar a los seres físicos en seres espirituales (vv. 21-22). Obtener la resurrección a vida eterna es el objetivo de todos los hijos de Dios, pero hay mucho por hacer para lograr esto —hay instrucciones específicas que debemos seguir y que sólo se encuentran en la Biblia.
Si no leemos o escuchamos la Palabra de Dios, ¿cómo puede una persona saber qué debe hacer para recibir la vida eterna? ¿Es esto algo que una persona puede descifrar por sí misma?
Después de que una persona acepta el llamamiento de parte de Dios, por medio del arrepentimiento y el bautismo, ésta debe llevar una vida en la que se evidencie una actitud de vencer el pecado y perseverar en ello (Apocalipsis 3:21; Hechos 14:22). (Si usted desea aprender más acerca del llamamiento de Dios, lo invitamos a ver nuestra infografía, “7 pasos del llamamiento cristiano”).
Pero, ¿qué debemos vencer exactamente? Vencer significa conquistar y derrotar. Pero, ¿Qué batalla estamos librando?
Cada obstáculo para la vida eterna se puede clasificar en una de estas tres categorías: Satanás, nuestra propia naturaleza y la cultura en la que vivimos. Puesto de otra manera, cada batalla que un hijo de Dios tiene es contra Satanás, su propio yo y la sociedad.
Éstas son precisamente las fuerzas que pueden mantener a alguien fuera del Reino de Dios y arruinar sus posibilidades de alcanzar la vida eterna. Afortunadamente, la Biblia habla extensamente acerca de cómo podemos ganar estas guerras espirituales.
Por ejemplo, la epístola de Santiago habla específicamente acerca de cómo podemos mantenernos alejados de la influencia de Satanás, para evitar el pecado. El apóstol escribió: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).
Pablo también describe una lista exhaustiva de “las obras de la carne”, que son las inmoralidades y comportamientos carnales que van a impedir que una persona obtenga la vida eterna, es decir, “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19-21).
El apóstol Juan da instrucciones acerca de cómo evitar ser contaminados por la influencia del mundo, y exhorta a los cristianos a lo siguiente: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo” (1 Juan 2:15).
En resumen, la Biblia plantea un plan de acción para que cada persona pueda obtener la vida eterna. El camino de la Palabra de Dios muestra la ruta a tomar hacia su Reino e identifica los posibles obstáculos.
La Biblia también registra la vida de Jesucristo, el predecesor de la salvación para toda la humanidad, cuyos pasos debemos seguir (1 Pedro 2:21).
La clave para evitar el hambre espiritual
Todas las personas saben que el alimento es un requerimiento fundamental para la vida humana. Pero algo que es muy poco comprendido, es que los seres humanos necesitan de la Palabra de Dios más que el alimento físico.
Sin lugar a dudas, es algo bastante trágico que el hambre mundial afecte a tantas personas, pero es más trágico aun pensar en lo empobrecida que está la mayoría del mundo, a nivel espiritual.
No, una persona no se va a morir de inanición si no lee la Biblia. Pero el hambre espiritual —que es la condición de no comprender y obedecer las palabras e instrucciones de Dios—indefectiblemente conlleva a sentimientos de desilusión, maldiciones y, por último, la muerte espiritual.
Entender las palabras de Dios y poner en práctica las enseñanzas de la Biblia en cada aspecto de nuestra vida, resulta en bendiciones y en el don gratuito de la vida eterna. (La vida eterna no se puede ganar, porque su valor va más allá de cualquier cosa que pudiéramos merecer. Pero Dios en su misericordia, se la concederá a todos aquellos que se arrepientan y luchen, con su ayuda, para vivir por cada palabra de su boca.)
Ésa fue la conclusión a la que llegó el rey Salomón al final de todo, después del experimento de su propia vida. Después de su experiencia con el vino, las mujeres, el canto y otras cosas más, dio este consejo a todas las generaciones venideras: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13).
En otras palabras, “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
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